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EL DICTADOR AGRIETADO

Tras el poder, el general Alfredo Stroessner empieza a resbalar en las dos cáscaras clásicas: la Iglesia y los Estados Unidos

23 de junio de 1986

Cuentan que al dictador del Paraguay, Alfredo Stroessner una enfermedad le está carcomiendo la cara. De ahí que sus últimas apariciones en público hayan sido escasas, siempre con anteojos negros y a la sombra. Si esto es cierto o mera leyenda, es difícil de saber. De todos modos, el rostro agrietado de general es una buena metáfora: pareciera que en este hombre -que ha acumulado el poder durante 32 año de gobierno absoluto- ahora se reflejara en carne propia la decadencia de su régimen.
En efecto, el otoño le ha llegado a patriarca paraguayo. Con 73 años Stroessner esta enfermo y por primera vez se habla en Paraguay sobre su posible reemplazo. Inclusive se dijo que el decano dictador se exiliaría en Alemania ayudado por su amigo, el conservador Franz Josef Strauss.
Aunque esto fue sólo un rumor, la cierto es que el silencio sepulcral impuesto por su régimen de terror que ha corrompido, reprimido o forzado al exilio a los disidentes, ha empezado a romperse. En los últimos meses, han irrumpido en las calmadas calles de Asunción por lo menos una decena de manifestaciones de todo tipo: desde una protesta de médicos y enfermeras por los bajos salarios, hasta un acto espontáneo de repudio al gobierno, a la salida de una misa en la Catedral.
A raíz de una deteriorada situación económica -una vertical caída del salario real, aumento del desempleo y una inflación que en el último año superó el 40%-, las presiones sociales se han agudizado. El aire que le diera al régimen el crecimiento acelerado de la economía hasta 1981, por la obra hidroeléctrica de Itaipú -en sociedad con Brasil- y buenas exportaciones de soja y algodón, está ahora agotado. El gobierno pensaba mantener él boom con la construcción de la represa de Yacyretá, en conjunto con Argentina, pero las dificultades financieras de esta última han reducido la obra. Las sequías y las inundaciones han afectado la producción agropecuaria y según algunas proyecciones económicas, este año Paraguay no podrá pagar los capitales e intereses de la deuda externa, como hasta ahora había hecho puntualmente.
Es la crisis económica la que ha servido de motor a las movilizaciones de obreros, campesinos y profesionales.
"Los movimientos sociales han avanzado más que la actividad política partidaria en Paraguay", dijo hace poco un dirigente opositor del Movimiento Intersindical de Trabajadores, que a pesar de tener sólo un año de vida está creciendo rápidamente.
La oposición política es aún frágil. Los partidos que conforman el "Acuerdo Nacional para la Transición a la Democracia" -el Movimiento Popular Cólorado, disidente del oficialista Partido Colorado, el Partido Revolucionario Febrerista, la Democracia Cristiana y el Partido Liberal Radical Auténtico, desprendido, a su vez, del Partido Liberal que actúa legalmehte en Paraguay como "opositor" formal- han estado todos proscritos por mucho tiempo y por lo tanto no tienen una amplia raigambre popular.
Otro factor que está influyendo en la conformación de una oposición política en el Paraguay es la nueva posición de la Iglesia Católica. El arzobispo de Asunción, monseñor Ismael Rolon, junto con otros obispos, lanzó a fines de abril un programa de diálogo nacional.
"La Iglesia Católica, que en el Paraguay asumió tradicionalmente una actitud tibia o indiferente hacia la dictadura, ahora ha aceptado comprometerse con la causa democrática", dice Domingo Laino, dirigente del PLRA, exiliado en Buenos Aires.
También desde dentro del régimen ha empezado a sentirse la crisis. Dos miembros del Partido Colorado, brazo civil del stroessnismo, Carlos Romero Arza y Angel Roberto Siesart, han tomado sus distancias con el gobierno, causando la indignación de sus copartidarios. A la vez, se comenta que hay malestar entre los mandos medios de las Fuerzas Armadas, el otro eje de poder de la dictadura, porque Stroessner se resiste a renovar la cúpula militar.
La corrupción, aceite del engranaje dictatorial paraguayo, ha comenzado a corroer la estructura misma del régimen. El tráfico de drogas y de armas compromete a varios miembros del gobierno -entre los que se destaca el comandante del Primer Cuerpo del Ejército, Andrés Rodríguez, cuya participación en el tráfico de heroína ha sido comprobada por las autoridades norteamericanas.
El narcotráfico no sólo ha inquietado a miembros del partido gobernante, sino que ha terminado por afectar seriamente las relaciones de este país de tres millones de habitantes con los Estados Unidos.
No es casualidad entonces que McDonald Clyde Taylor, embajador norteamericano en Asunción desde noviembre pasado, sea un experto en la materia. Los tiempos de gran amistad entre Stroessner y Washington parecen haber quedado atrás. El país del norte parece comprender ahora, después de la experiencia de Duvalier en Haití, que es poco realista mantenerse atado a un dictador que pierde terreno y se opone tercamen¿e a cualquier descongelamiento político.
Desde que llegó, Clyde Taylor se ha granjeado el odio del régimen, ya que ha hablado abiertamente con líderes políticos proscritos. Hace unos días, el embajador regresó temporalmente a su país. El gobierno lo interpretó como su triunfo, pero otros observadores dicen que "se trata sólo de una tregua en una batalla de más largo alcance".
María Teresa Ronderos, corresponsal de SEMANA en Buenos Aires