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EL DILEMA DE WASHINGTON

Entre apoyar a un Marcos desacreditado o a una Corazón inexperta, los norteamericanos vacilan.

3 de marzo de 1986

Ferdinando Marcos, el aliado más fiel de Estados Unidos en Asia está conociendo, a menos de dos semanas de que se inicien las cruciales elecciones presidenciales de Filipinas, las mieles amargas del desamor de sus viejos patronos. El establecimiento norteamericano está dando pasos para deshacerse en frío y a tiempo del viejo líder, pues teme que el autoritario régimen pueda entrar en una fase explosiva ante la incapacidad de Marcos para sofocar las tensiones internas, transformando el archipiélago filipino en una especie de Irán asiático.
Por su parte, el Congreso norteamericano está investigando el origen de las cuantiosas inversiones inmobiliarias de la familia Marcos en Estados Unidos. Los diarios de Nueva York afirman que éstas, en esa sola ciudad, ascienden a 250 millones de dólares y que la cifra total llegaría a los 600 millones. Lo que temen los congresistas es que el Presidente filipino, aprovechando el ningún control democrático en Manila sobre el uso de la ayuda exterior norteamericana, esté haciendo de las suyas con esos dineros.
La CIA, por su parte, ha dejado filtrar la noticia de que el Mandatario asiático sufre de lupus eritematoso sistemático, una enfermedad degenerativa celular que ataca los riñones y mina progresivamente la salud.
Estados Unidos tiene mucho que perder en caso de un colapso revolucionario en Filipinas. Las dos bases militares norteamericanas más grandes en el extranjero están allí, desde donde son controladas las rutas navales y aéreas de los océanos Pacifico e Indico. Un Marcos achacoso y rodeado de problemas (la oposición moderada que encabeza la candidata presidencial Corazón Aquino, viuda del político con quien Washington aspiraba a reemplazar a Marcos, no cesa de crecer, mientras que las guerrillas comunistas y musulmanes se proponen como una alternativa más radical) seguirá siendo un riesgo muy alto con elecciones o sin ellas. Exigiendo reformas urgentes, el presidente Reagan envió en octubre pasado al senador Laxalt a Manila, pero de ello sólo salió la promesa de Marcos de realizar elecciones anticipadas este 7 de febrero.
Pero, el as que Washington se reservaba para socavar la renovación del mandato de su aliado eran los documentos secretos del Pentágono sobre la trayectoria de Marcos durante la Segunda Guerra Mundial, en la que guerrilleros filipinos lucharon del lado del Ejército norteamericano contra el invasor japonés. Marcos siempre ha dicho que él fue un héroe sin par durante esas jornadas. En la presente campaña electoral, sus partidarios han enfatizado las hazañas del líder, quien dice haber obtenido, gracias a sus méritos militares, 32 relucientes medallas.
Nada de eso era verdad. En un largo reportaje, basado en los archivos nacionales de Estados Unidos, el New York Times explicó que el Ejército norteamericano, tras una exhaustiva investigación de tres años, estableció en 1948 que: "En lugar de combatir al enemigo, la unidad de Marcos se había dedicado a obligar a los campesinos filipinos a recoger chatarra y otros importantes materiales de guerra para el Ejército de tierra y la Armada japonesas", dice el New York Times. "Hay pruebas de que el mismo Marcos estuvo implicado en la venta a los japoneses de este material de contrabando, extraído principalmente de las minas de oro de propiedad norteamericana", agrega el diario.
Poner en tela de juicio las hazañas del joven Marcos se paga con la cárcel. En 1982 el director y los 14 periodistas del periódico de Manila We Forum, corrieron esa suerte bajo el cargo de "subversión y rebelión" por publicar un artículo en ese sentido. Al año siguiente, el Washington Post publicó nuevas dudas sobre las medallas de Marcos, pero ya ningún diario se atrevió a reproducir el artículo.
Marcos mismo este 23 de enero declaró "locos" a los periodistas extranjeros que ponen en duda su comportamiento heroico en los años 40, respondiendo así al informe del New York Times que ha hecho las delicias de los políticos filipinos quienes esperan ver derrotado a Marcos el 7 de febrero.
Para el Presidente filipino este escándalo no es más que un intento del gobierno estadounidense para "desestabilizar" su administración, una "insensata política hacia un aliado íntimo", una "verdadera intromisión" en los asuntos filipinos, una "retribución imperialista". El presidente Marcos "está siendo desestabilizado al negarse a ceder ante este nuevo imperialismo norteamericano", declaró iracundo Blas F. Ople, ministro filipino de Trabajo y jefe de la campaña presidencial de Marcos.
Aquino y Laurel, por su parte, aunque han festejado la revelación del New York Times, no se muestran inclinados a agitar mucho ese tema, pues tienen un pequeño rabo de paja: José Laurel, el padre del aspirante a la vicepresidencia, fue proclamado presidente por las fuerzas de ocupación japonesas en 1943, y el padre del malogrado Benigno Aquino fue ministro durante esa misma época.
¿Cory Aquino sería mejor que Ferdinando Marcos en la jefatura del Estado? Para Estados Unidos el dilema es difícil de resolver. La señora Aquino podría ser desbordada por los acontecimientos políticos si resulta elegida, por su inexperiencia y por las ilusiones que suscitaría su triunfo. Ante esto, los más conservadores piensan que es mejor negocio sostener al cansado Ferdinando Marcos, quien al morir dejaría el poder en manos de su esposa, la no menos astuta Imelda Marcos.