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EL DRACULA COMUNISTA

Nicolae Ceausescu hace correr ríos de sangre para acallar los gritos de libertad de los rumanos.

22 de enero de 1990

Las informaciones son fragmentarias. Las agencias oficiales rumanas no tocan el tema. Los dirigentes niegan que haya problemas.
Pero lo cierto del caso es que, durante toda la semana pasada, el pueblo rumano se levantó contra el régimen de Nicolae Ceausescu y hay demasiados muertos. El punto más duro de los enfrentamientos tuvo lugar el pasado miércoles, cuando se conoció la noticia de la muerte del sacerdote de ascendencia húngara Laslo Toekes, abanderado de la apertura y de las transformaciones democráticas.

La tensión aumentó a lo largo de los últimos meses, cuando la población rumana vió con asombro cómo los países vecinos iban cayendo uno a uno ante los vientos refrescantes de la perestroika de Gorbachov, mientras Ceausescu cada vez daba mayores muestras de querer mantenerse en su línea. A lo anterior hay que sumar tensiones étnicas y religiosas, como las que se desprenden de una importante población de origen húngaro que ansía disfrutar las reformas que se comenzaron a dar en el vecino país y del descontento por la situación de marginamiento en que viven miles de practicantes católicos y de otras religiones.

Con un ambiente de creciente tensión y descontento, el régimen de Bucarest soportó hace cerca de un mes un rudo golpe contra su imágen. Nadia Comaneci, la estrella de los Juegos Olímpicos de Munich y todo un símbolo de las bondades del gobierno, fue la primera en salir corriendo para Occidente y pidió asilo en los Estados Unidos. Al parecer, el ejemplo de la gimnasta, amiga íntima de la familia del presidente, fue el empujón que le faltaba a una juventud que por años tuvo que padecer en silencio la represión.
Pero las cosas tomaron un giro inesperado el pasado domingo 17 de diciembre y centenares de personas, jóvenes estudiantes, obreros y gente de todas las condiciones salieron a las calles de las principales ciudades a protestar por la terca actitud del gobierno y a exigir las libertades que sus vecinos ya disfrutan. Ese día, en la ciudad de Timisoara --cerca a la frontera húngara--el padre Toekes celebró una misa al aire libre en la que fustigó al gobierno y exhortó a los manifestantes a no claudicar en sus exigencias. De inmediato, la policía y el ejército se enfrentaron a los manifestantcs con carros blindados, en lo que se constituyó en una verdadera masacre, según informes provenientes de extranjeros que pudieron salir en los días siguientes y las escasas comunicaciones teléfonicas de periodistas occidentales con observadores dentro de Rumania. Actos similares ocurrieron en otras ciudades, pero lo de Timisoara--una ciudad con un alto índice de estudiantes universitarios--fue lo peor.

De acuerdo con los relatos de personas que estuvieron presentes en los hechos, los miembros de los organismos de seguridad abrieron fuego sin previo aviso contra la multitud y, al cierre de esta edición, algunos cálculos hablan de por los menos 3 mil muertos y un número indeterminado de heridos. El padre Toekes fue apresado rápidamente y se rumora que su muerte obedeció a las torturas que sufrió en prisión. El centro de Timisoara quedó prácticamente destruido y la ciudad está totalmente aislada del resto del mundo. Todas las fronteras se cerraron y oficialmente el gobierno no se ha pronunciado sobre los hechos y ha despachado el asunto con lacónicos comunicados que niegan los enfrentamientos y hablan de un país en calma.

A todas estas, Ceausescu pasó tres días en visita oficial en Irán y, al ser interrogado sobre los disturbios, negó que hubiera habido brutalidad por parte de las autoridades. Pero, por mucho que lo niegue, el gobierno de Rumania se está quedando solo en el concierto de la Europa oriental. Durante toda la semana pasada, gobiernos como los de Alemania Oriental, Hungria, Checoslovaquia y Polonia protestaron oficialmente por los hechos de Rumania y se pidieron medidas al Pacto de Varsovia para aislar al régimen de Bucarest. Tal parece que el fantasma de la plaza Tiananmen no ha desaparecido y el gobierno de Pekin no es el único dinosaurio comunista que se niega a la apertura.-