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EL DRAMA DE LOS KURDOS

La proximidad del verano promete ríos de sangre para un pueblo que lucha por su patria.

1 de junio de 1992


AL TERMINAR LA GUERRA del golfo Pérsico, los kurdos que habitaban el norte de Irak quisieron aprovechar la debilidad del gobierno de Bagdad para materializar su sueño de tener su propio país. La revuelta fue violentamente aplastada por los soldados de Saddam Hussein, que demostraron contra los mal armados guerrilleros una ferocidad que no tuvieron cuando se enfrentaban a los tanques norteamericanos en Kuwait. El mundo contempló asombrado el espectáculo de un millón y medio de hombres, mujeres, niños y ancianos kurdos que huyendo de las balas iraquíes se refugiaron en las laderas montañosas de la frontera con Turquía, atrapados entre el barro y el frío y sin las más elementales condiciones de supervivencia. Murieron por miles hasta que la coalición antiiraquí estableció una zona desmilitarizada y los convenció de regresar a sus hogares.
Esa situación podría repetirse este año, pero esta vez será aún más complicada, pues los enemigos de los kurdos están a ambos lados de la frontera turcoiraquí. Del lado turco el ejército de este país ha intensificado su reacción contra el Partido Curdo de los Trabajadores (PPK, por su sigla en turco) y ello ha dado lugar a la matanza indiscriminada de civiles. Por el lado iraquí, Saddam Hussein ha ordenado el emplazamiento de misiles tierra-aire en la ciudad de Mosul mientras agrupa tropas frente a los enclaves kurdos, y se denuncian ataques aéreos contra objetivos civiles que ya han desarraigado a más de 40 mil personas. La cercanía del verano hace pensar que este año correrá aún más sangre que en el anterior.
La tragedia de los kurdos consiste en que las fronteras naturales de lo que sería el Kurdistán abarcan territorios de varios países, ninguno de los cuales está dispuesto a permitir su desmembración. Su sueño de una patria propia se ha intensificado a partir de la disolución de la URSS, que dio lugar al nacimiento de varias naciones-estado de estirpe indostánica. Pero no se trata de nada nuevo.
Al final de la Primera Guerra Mundial el nacionalismo kurdo tenía la misma categoría y características de otros súbditos del Imperio Otomano en Asia como los árabes y los armenios. El Tratado de Sevres de 1920, que dispuso entre otras cosas la repartición del Imperio Otomano, debió haberse convertido en la llave para la creación del estado de Kurdistán, que hubiera abarcado parte de las provincias orientales de Turquía y los distritos kurdos del Mosul en Irak. Pero el tiempo pasó sin que se pusiera en efecto y el renacimiento del militarismo turco y la toma del poder por Mustafá Kemal Atatürk acabaron por bloquear la ratificación del instrumento.
Aunque no era aplicable a ellos, el Tratado hizo nacer el nacionalismo de los kurdos en todos los países, incluído Irán, y esa llama no se ha apagado hasta hoy. Desde 1920 comenzó la lucha que estalla y se aplaca en forma cíclica, sobre todo en Turquía, mientras los kurdos del sur resistieron durante años su incorporación a Irak. Entre 1944 y 1945 ese pueblo estuvo más cerca que nunca de tener su patria anhelada cuando la etnia Mukri, asentada en Irán, proclamó con apoyo soviético la efímera "República Kurda de Mahabad".
La segunda mitad del siglo ha visto también correr sangre kurda. Saddam Hussein perpetró en los años 70 una campaña de aniquilamiento en la que cuatro mil aldeas fueron arrasadas, millones de personas fueron desarraigadas de sus hogares y 180 mil resultaron desaparecidas. La población actual del pueblo curdo se calcula en unos 10 millones que viven en Turquía, cuatro millones en Irak e Irán y varios cientos de miles en Armenia y Azerbaiyán.
La situación es ambigua porque la ONU tiene la intención de imponer por la fuerza a Irak el cumplimiento de los acuerdos del cese al fuego, que le obligan a no atacar a los kurdos pero Turquía, miembro de la coalición antiiraquí y de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) está ejerciendo una represión tanto o más sangrienta contra sus propios kurdos. Estados Unidos y Francia quisieron hace dos semanas promover una acción en la ONU para advertir a Hussein contra cualquier acción antikurda, pero se encontraron con que Turquía, que el año pasado prestó sus bases aéreas para montar la protección para ese pueblo, ya no quiere ayudar.
Todo se confabula para que el destino de los kurdos siga siendo trágico. La razón es que ningún país está dispuesto a respaldarles en su aspiración a un estado propio, pues sería un factor de inestabilidad en un sector que ya de por sí es bastante volátil. -