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EL DRAMA NO TERMINA

Los balseros cubanos, convertidos en presos, intentan suicidarse para presionar la visa en Estados Unidos.

13 de marzo de 1995

HA PASADO YA MAS DE UN semestre desde que estalló la crisis migratoria cubano-estadounidense, y todavía siguen sufriendo sus consecuencias las verdaderas víctimas del mismo, es decir, los miles de balseros que intentaron atravesar el mar para cumplir el viejo sueño latinoamericano de salir de la pobreza en Estados Unidos.
El próximo 6 de marzo se cumple el plazo de seis meses por el cual Panamá aceptó recibir hasta 10.000 balseros capturados en aguas internacionales por las lanchas guardacostas de Estados Unidos, y ya comenzó el traslado de los mismos hacia la base estadounidense de Guantánamo, en Cuba. El traslado en sí mismo es un drama personal para los cubanos, pues es la materialización del fracaso definitivo de su aventura. Porque lo cierto es que todos los que se embarcaron en frágiles estructuras lo hicieron en el convencimiento de que tarde o temprano el gobierno de Estados Unidos daría su brazo a torcer y les franquearía la entrada. Al fin y al cabo, pensaban, si durante años el gobierno norteamericano había alentado a los cubanos para que emigraran ilegalmente, no resultaba muy razonable, según la percepción popular, que ahora les negara todo derecho.
Pero la crisis resultó un fiasco tan grande para el gobierno de Bill Clinton, que no tuvo más remedio que negar la visa a la inmensa mayoría de los balseros, lo que llevó a que los cubanos se desesperaran. Desde el 20 de enero, 14 de los 7.400 reclusos en Panamá escaparon, pero lo peor es que se produjo una ola se intentos de suicidio que estuvo a punto de cobrar varias vidas.
Entre los 31 intentos que se produjeron en las últimas semanas en Panamá, sólo unos cuantos tenían la intención verdadera de terminar con su vida. El general James Wilson, comandante del campo de reclusión en Panamá, sostuvo recientemente que la mayoría de los casos están motivados por fines de presión política y no por un desequilibrio mental auténtico. La gran mayoría de los que han intentado quitarse la vida son hombres solteros de entre 16 y 30 años, que no tienen familia en Estados Unidos ni en el campo, y cuyas posibilidades de entrar legalmente a Estados Unidos es prácticamente nula en las actuales circunstancias.
Pero el fenómeno no solo se ha dado en Panamá. En la propia Guantánamo se informó de 39 intentos de suicidio entre los 21.000 reclusos. Y lo peor es que ninguno de ellos ve aún la luz al final del túnel. En los últimos días se ha reportado que varias decenas han resuelto regresar por su cuenta a sus casas en Cuba, pero el mayor riesgo es el campo minado que rodea a la base.
Entre tanto, el traslado de los balseros de Panamá a Guantánamo ha sido tratado por los militares estadounidenses como una verdadera operación militar de alto riesgo, porque los afectados entraron en un agudizado sentimiento de frustración y desesperación. Teniendo en cuenta el maltrato que recibieron durante su estancia, que produjo los motines que se presentaron en diciembre pasado, los estadounidenses dedicaron 5.000 hombres para controlar un personal que se encuentra en una situación realmente difícil. Sobre todo si se tiene en cuenta que todo mayor de edad en Cuba posee algún grado de preparación militar.