EL ESCORPION CERCADO
La legendaria Cosa Nostra se debate en una guerra en dos frentes: una entre mafiosos y la otra entre éstos y las autoridades. la última la va ganando la mafia
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Franco Librizzi y su amigo Gaetano Di Bilio salieron de la prisión de Ucciocardone y se apearon en un antiguo coche jalado por dos magníficos percherones. Aunque la policía los había calificado como dos "influyentes lideres" de la mafia siciliana, el juez no había podido encontrar un sólo testigo que los inculpara a ellos de tráfico de heroína que se sabía practicaban. Ese día, en pleno sol de febrero, a 10 minutos de haber salido de la cárcel, mientras gozaban de nuevo de una tranquila movilidad por las intrincadas calles de Palermo, de en medio de un tumulto de peatones y automóviles aparecieron dos jóvenes que desocuparon sus revólveres 38 largos en los cuerpos de estos dos viajeros. La gente pasó de largo. No era cosa nueva ver a estos dos hombres ensangrentados tirados en la mitad de una calle. De hecho, durante 1982 la mafia había ejecutado a 150 personas en la sola área de Palermo y a 100 más en el resto de la isla. Este fue visto, entonces, como el simple asesinato de dos mafiosos más, que se unían a las 250 víctimas del año anterior. Y la única alternativa de la población era esa: permanecer indiferente. De lo contrario correrían el riesgo de contar con la misma suerte de los dos cadáveres que estaban tirados en la mitad de la calle. Hoy, cinco meses después del asesinato de Librizzi y Di Bilio, Palermo es el escenario de la guerra entre mafiosos más dura y cruel que la misma que protagonizaron sus padres y sus abuelos en las décadas de los treinta y cuarenta, con la diferencia de que antes la mafia siciliana era conocida, además de sus crímenes, por el respeto a algunos valores como el honor, la lealtad y la familia. Actualmente, en cambio, la única característica es la masacre de parientes, amigos y niños que arbitrariamente pueden convertirse en "traidores". En los últimos 10 años la mafia siciliana ha logrado un lugar preponderante en los bajos círculos y no hay duda de que esa isla es el mayor productor de heroína en el mundo y el principal distribuidor a los Estados Unidos. Mientras la Cosa Nostra afirma que Palermo es la capital del dinero, la policía, a su vez, dice que es la capital mundial del crimen organizado. Las dos partes tienen razón. A medida que el dinero en juego se ha incrementado, el número de asesinatos también ha aumentado. Se calcula que en Sicilia cada una de las familias que labora en el tráfico de heroína posee una patrimonio anual de 400 millones de libras esterlinas, sin contar las utilidades que producen haciendas gigantescas en Italia y el Brasil, cadenas de hoteles en Europa, pizzerias en Estados Unidos, particularmente en Nueva Jersey. En Sicilia cobran peajes en carreteras que han pavimentado, impuestos a la electricidad por generadores que han instalado, amen de poseer fábricas de textiles, comercios de flores y comestibles, y sin saber lo que proporciona la alianza de las familias Gambino-Inzerillo-Spatola. Esta asemeja toda una multinacional con amplio volumen de órdenes por telex entre Estados Unidos y Milán y todo un juego de ejecutivos que viajan en Concorde. El sistema financiero de la mafia siciliana es sólido y funcional. Mientras Italia conoce una fuerte recesión económica, en Palermo el auge de la economía es evidente. Contrucción de urbanizaciones y de plantas industriales imperan por todo el territorio siciliano. Los préstamos son conseguidos en los bancos de la mafia. En la población de Trapani, al occidente de Sicilia, los mafiosos han fundado varios bancos que de 1970 a 1980 han incrementado sus ahorros en un 400%. Esta población, con 70.000 habitantes, tiene más bancos que Milán, la ciudad financiera de Italia. Sin embargo, el desempleo en Palermo es del 22% y aquel que no sea amigo de algún mafioso no puede conseguir trabajo. Al mismo tiempo, Palermo registra el más alto índice de asesinatos. Aparte de mafiosos, recientemente han sido ultimados cuatro magistrados de la Corte, cuatro policías, dos periodistas, el presidente de la Asamblea Regional de Sicilia, Pierluigi Matterella, y el diputado del Partido Comunista, Pío La Torre, todos por iniciar investigaciones contra la mafia. Otros tantos mafiosos, que han sido llevados a juicio, suelen aparecer muertos en sus celdas. Varios a los que no se les ha dictado sentencia, terminaron asesinados en banquetes, bombas de gasolina y reuniones, como fue el caso de uno de los jefes de la familia Inzerillo, Totó, que se había dedicado a construir centros asistenciales y educativos para aparentar moralidad. La policía, hasta ahora, no ha podido obtener evidencias sólidas contra la mafia. No tienen pruebas. A pesar de haber registrado los balances y los papeles de 34 compañías, los negocios de 3500 personas en Palermo, y 181 compañías en el resto de Sicilia, los servicios secretos permanecen confundidos y la justicia no ha podido hacer nada especial. Los juicios que se llevan a cabo resultan inconsistentes y los sospechosos sonríen mientras los jueces desesperan. Si un juez descubre algo está en peligro de muerte, como en el caso del general Carlo Alberto Dalla Chiesa, asesinado por la mafia al estilo de las Brigadas Rojas y depositado en el baúl de su Alfa Romeo contra balas. Hoy por hoy, el juez que lleva a cabo el juicio contra algunos de los integrantes de las familias Spatola, Gambino e Inzerillo, vive rodeado de 12 guardaespaldas y cuando se mete a la piscina de su casa, por ejemplo, tiene que hacerlo en compañía de cuatro de ellos. Pero no sólo los jueces tienen guardaespaldas. También los mafiosos que están en juicio, pues el Estado teme que sean asesinados en cualquier momento y se pierda así la posibilidad de encontrar alguna pista verdaderamente sólida contra ellos. Todos aquellos que están en juicio son considerados por la mafia como unos perdedores y por lo tanto, cada vez que se inician las indagatorias se efectúan en un recinto cubierto por vidrios a prueba de balas, desde donde el sospechoso habla a través de un micrófono. Lo cierto es que la guerra entre mafiosos en Sicilia está en todo su apogeo. Entre más muertos, mejor para algunos que en un futuro podrán consolidar el monopolio de la heroína, la droga que más produce dinero por sus costos en el mercado. Entre estos se encuentra la legendaria familia Corleone, hasta ahora indemne ante la justicia. Esta gente, en todo lo alto de Palermo, posee un barrio dentro del cual no hay policías y sólo entran mafiosos. Tras la decadencia de la familia en la época de la posguerra, se supone que es la familia llamada a reconquistar el poder que tuvieron bajo el régimen de Mussolini y la dirección del famoso "padrino" Vito Corleone. De hecho ya tiene de nuevo varios diputados en la Asamblea de Sicilia y asi, obviamente, puede manejar las leyes a su antojo.