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El feliz año nuEvo

Con su contundente victoria, Evo Morales aseguró por ahora su gobernabilidad. Pero sus problemas podrían venir de los movimientos sociales que lo llevaron al oder.

13 de enero de 2006

Asomado a la ventana del edificio de la Asociación de Cocaleros del Chapare, en Cochabamba, Evo Morales daba su parte de victoria: "Los indígenas hemos llegado a presidentes", señalaba este hombre de piel cobriza que a partir del 22 de enero se convertirá en el primer indígena en llegar al poder, desde el mexicano Benito Juárez, en el siglo XIX.

No es gratuito que Morales haya escogido la sede de los cocaleros para lanzar su proclama. A fin de cuentas, ellos lo convirtieron en el líder político que Bolivia eligió para que rija sus destinos.

A esa hora de la noche del domingo de elecciones se vivía una situación delirante: cuatro horas después del cierre de las urnas, la Corte Nacional Electoral no había emitido el primer comunicado oficial, pero los dos principales rivales del cocalero, el ex presidente Jorge Quiroga y el empresario Samuel Doria Medina, habían reconocido su derrota.

En esas circunstancias,'el Evo' -que se describe a sí mismo como un "indio aymara negro, loro, y feo"- lanzaba su primera proclama pública: "Empieza la nueva historia de Bolivia". Sus seguidores deliraban en la Plazuela Germán Busch, mientras centenares de periodistas seguían los gestos de este hombre que con su sola elección ya generaba una revolución, el triunfo de un indígena en un país que los ha discriminado por siglos y que apenas en 1952 les quitó la condición de esclavos que tenían desde 1825.

Alguien trajo una botella de champaña, pero Evo sólo se tomó una choleada -versión boliviana del refajo- con Coca-Cola y cerveza.

El pánico que su solo nombre producía semanas antes de las elecciones se fue amortiguando a medida que moderaba su discurso en la campaña: el candidato Evo de la nacionalización a ultranza de los hidrocarburos y de la oposición frontal a Estados Unidos se convertía en el estadista Evo, crítico pero consciente de que en el manejo del poder no todo es blanco y negro.

Bolivia tiene la segunda reserva de gas de América del Sur (52 trillones de pies cúbicos). Es el proveedor natural de los países del Mercosur, y para ellos -al igual que para España o Francia, con multinacionales en el país- la atención estaba en su discurso sobre el tema. Ya había hablado en su campaña de "nacionalización de recursos", pero después dejaba claro que, a diferencia del también indígena Felipe Quispe, que proponía sacar a las multinacionales a patadas, lo que quiere es que el Estado tenga mayores beneficios en un negocio que en los últimos años favoreció a las compañías extranjeras.

"No habrá expropiaciones", repitió en un mensaje que buscaba tranquilizar, aunque sí dijo que pensaba aplicar una ley aprobada en mayo pasado por el Parlamento que, entre otros puntos, fija 50 por ciento entre impuestos y regalías a las 26 multinacionales que trabajan en Bolivia, muchas de las cuales preparan demandas internacionales, por considerar vulnerados sus derechos.

Estados Unidos, por su parte, se refirió a la elección de Morales por el lado de la coca, y señaló que no estaba dispuesto a permitir un quiebre en su política antidrogas. Los mensajes que Evo envió después fueron a la vez amenazantes y tranquilizadores.

Tranquilizadores en la medida en que dijo que habrá tolerancia cero con el narcotráfico y la cocaína. Pero en cuanto a los cultivadores de coca, recordó que esa es la base que lo llevó al poder.

También fue enfático en que las relaciones entre Washington y La Paz serán otras a partir de ahora. "Que el presidente George Bush respete esta voluntad soberana del pueblo, manifestada tras generaciones de chantajes, condicionamientos y sometimientos financieros, aseguró. Haré respetar la soberanía de Bolivia, para frenar cualquier intromisión, cualquier imposición del gobierno de Estados Unidos". De entrada, Morales cuenta con los apoyos regionales de los gobiernos de izquierda que han ido tomándose América del Sur, desde el Venezuela de Hugo Chávez hasta la Argentina de Néstor Kirchner, pasando por el Brasil de Inacio Lula da Silva. Ellos tres fueron los primeros en llamar para felicitarlo por su victoria.

Paradójicamente, como dijo a SEMANA el analista Roger Cortés, el gran riesgo para Bolivia puede venir de Venezuela, con su proyecto de un gasoducto que lleve ese recurso a sus nuevos socios del Mercosur: "Le quitaría a Bolivia su lugar como abastecedor energético y provocaría un serio daño al país".

Estados Unidos señaló de una manera muy cautelosa que esperaba tener relaciones constructivas con Morales, lo cual completó el mapa de reconocimiento internacional del cocalero.

Pero los problemas para Morales pueden venir de dentro del país y -paradójicamente- de sus bases, más que de la oposición. Con una votación aplastante de 51 por ciento dado por las encuestadoras (a falta de resultados de la Corte), la legitimidad está fuera de cuestión.

Pero, tras años de un discurso esperanzador, las expectativas en torno suyo son enormes. De hecho, 12 horas después de su parte de victoria, Jaime Solares, el presidente de la Central Obrera Boliviana, le planteaba un ultimátum: 180 días para nacionalizar sin indemnización los hidrocarburos. "Que no me vengan a decir que necesitan estar un año, dos años ni siquiera seis meses para abordar el tema", amenazó Solares, que en el pasado participó de las luchas sociales que tumbaron al presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, en octubre de 2003, y precipitaron la renuncia de Carlos Mesa, en junio de este año, ambos en contra de las nacionalizaciones.

A la declaración de Solares siguió la de los maestros, que le dieron hasta marzo para resolver sus problemas de bajos salarios, mientras Quispe, quien luchó hombro a hombro con Morales, pero hoy lo detesta, dijo en una entrevista que "ahora van a ver lo que es el odio de un indio por otro indio".