Home

Mundo

Artículo

LIBIA

El fin de un tirano

Después de imponer el terror en Libia por 42 años, el coronel Muamar Gadafi solo podía tener una muerte despiadada, vengativa y sangrienta. Estas son sus últimas horas.

22 de octubre de 2011

"No disparen, no disparen, qué quieren", exclamó Muamar Gadafi, ensangrentado, acurrucado en una cañería en las afueras de Sirte, su ciudad natal. Un grupo de rebeldes con los dedos sobre el gatillo de sus fusiles AK-47 al fin había dado con el dictador. Derrotado, les entregó su pistola bañada en oro, levantó las manos y se arrastró a su muerte.

Su final, en un desagüe apestoso, no podía ser más simbólico. El coronel Gadafi trató de ser un héroe del mundo árabe, se autoproclamó rey de reyes de África, pero al final no fue mucho más que un asesino patético, el verdugo de su propio pueblo, encerrado en un delirio sanguinario desde que se tomó el poder, en 1969. "Nos llamó ratas, pero miren dónde lo encontramos", le dijo a la agencia Reuters uno de los rebeldes del Consejo Nacional de Transición (CNT), que desde el 17 de febrero lidera la guerra para terminar con el brutal régimen de Gadafi.

Desde la estrepitosa caída de su capital, Trípoli, a finales de agosto, el tirano estaba escondido en Sirte, la ciudad de su tribu, los Gadafa. El CNT sabía que el último capítulo de la guerra iba a ser feroz. Era para ellos "la madre de todas las batallas", una victoria crucial para el futuro de la nueva Libia. Durante dos meses no pasó un solo día sin que los rebeldes lanzaran ofensivas, apoyados por los bombarderos de la Otan.

Las calles de Sirte se volvieron corredores de plomo donde los francotiradores de Gadafi acechaban. Cualquier persona que se aventurara por fuera de su casa podía ser confundida con un enemigo. La situación era desesperante. El hospital fue bombardeado, ya no había luz y la harina se volvió un lujo. En pocas semanas, según la Cruz Roja, más de 20.000 civiles abandonaron Sirte. Muchos de ellos fueron recibidos con recelo, sospechas y maltratos por los rebeldes.

La conquista se hizo palmo a palmo, casa por casa. La ciudad se convirtió en un campo de batalla, con sus inmuebles derrumbados, las fachadas ennegrecidas y las calles inundadas por tuberías perforadas. Los thuwar (combatientes revolucionarios del CNT) tenían en frente a los últimos hombres de Gadafi, acorralados, con el ímpetu que da saber que su único futuro es una tumba.

El jueves pasado, las katibas (brigadas de combatientes del CNT) por fin llegaron al centro de Sirte, cantando "la sangre de los mártires no se derrama en vano". Esa madrugada, Gadafi, rodeado de sus escoltas más leales, rezó por última vez. La ciudad acababa de caer en manos rebeldes y el dictador, arrinconado, desesperado, intentó jugarse su última carta. Con las pocas tropas que le quedaban, casi todos mercenarios de Chad y Níger, organizó un convoy para tratar de romper el cerco que rodeaba el puerto de Sirte.

Pero el impulso les duró poco. Los cielos de Sirte eran vigilados desde hacía semanas por los drones Predator estadounidenses. Era imposible que una caravana de decenas de carros pasara desapercibida. Desde el aire, el Predator y un Mirage-2000 francés de la Otan bombardearon la temerosa expedición. Dos camiones artillados explotaron y la columna se dividió. Una parte del grupo tomó un camino lateral y terminó bajo el fuego de la katiba Tiger de Misrata. Atrapados en la emboscada, Gadafi y sus guardaespaldas abandonaron los vehículos, atravesaron un bosquecito y corrieron a ocultarse en dos tubos de drenaje de aguas negras.

Les estaban siguiendo la pista. Acorralados, atrapados en su propia trampa, uno de los guardias de Gadafi salió del caño y les gritó: "Mi amo está aquí, mi amo está aquí". Según le contó a Reuters el rebelde Salem Bakeer, atraparon a Gadafi, lo cogieron a patadas y puños y se lo llevaron a una camioneta para sacarlo lo más rápido posible de Sirte. Al parecer, el déspota ya estaba herido.

Uno de los rebeldes, en una entrevista con la televisión libia, explicó: "Estábamos encima de las tuberías donde estaba escondido Gadafi. Vimos a varios personas esconderse ahí. Les disparamos y matamos a dos. Se rindieron y nos dijeron que ahí estaba Gadafi. Cuando entramos en el agujero, vi su cabeza peluda y lo capturamos de inmediato. La gente lo rodeó, y le quitamos su pistola y su celular satelital Thuraya".

Lo que pasó después no es claro aún. Según Mahmoud Jibril, primer ministro del CNT, la camioneta en la que iba el coronel quedó atrapada entre dos fuegos y Gadafi murió en el enfrentamiento. "Él estaba vivo y armado cuando lo capturamos. Cuando nos empezamos a mover, fue golpeado por un disparo en el brazo o en la mano. El forense no nos pudo decir si los tiros venían de los revolucionarios o de sus propias tropas", dijo en una rueda de prensa.

Lo raro es que ese mismo informe forense determina que Gadafi murió por un disparo en la sien y otro que le atravesó los intestinos. ¿Bala perdida o tiro de gracia? Médicos occidentales dicen que los impactos de bala en el cráneo apuntan a que Gadafi fue ejecutado. Por ahora, las únicas pistas que hay son videos de mala calidad filmados con teléfonos celulares que le dieron la vuelta al mundo. Pero no se sabe ni dónde ni en qué momento los hicieron.

En el primero, poco después de su captura, está ensangrentado pero aún está vivo y es jalado a la fuerza por decenas de rebeldes excitados que lo amenazan con pistolas y fusiles. En la multitud, alguien grita: "Manténgalo vivo", y pocos segundos después, cuando el dictador ya está fuera del campo de visión, se oyen disparos. Pueden ser sus últimos momentos. Ya en un segundo video aparece Gadafi en el suelo, con los ojos desorbitados, semidesnudo, con varios tiros en el torso. Después hay otros videos y fotos del dictador en Misrata, la ciudad en la que empezó la rebelión, en los que su cuerpo ya está tieso.

La periodista de Radio France International Marine Olivesi, que estuvo ese día en Sirte y después en Misrata, le dijo a SEMANA: "Yo estaba en un hospital militar cerca de Sirte. Ahí llegó una ambulancia que llevaba a Gadafi. Probablemente ya estaba muerto, pues el vehículo siguió derecho. Cuando llegué a Misrata, me llevaron a una villa grande en las afueras de la ciudad. En una sala pequeña, cientos de personas gritaban, celebraban, lloraban de la emoción. En la mitad yacía Gadafi. Todo el mundo trataba de colarse para tomarse una foto con él. Incluso lo acomodaban, para poder salir con él en las fotos. La gente me decía que así, viéndolo, tocándolo, podían probar que efectivamente su verdugo había muerto. Hay que ver para creer".

A las pocas horas también se supo que en Sirte fallecieron Abu Bakr Younis Jabr, el temido jefe del ejército de la dictadura, y Mutasim, uno de los hijos de Gadafi. Las circunstancias de estas muertes son igual de oscuras que las de Gadafi, pues también se han visto videos de Mutasim capturado, fumándose un cigarrillo. El heredero del coronel, su otro hijo, Saif Al Islam, después de evadir los cercos del ejército rebelde, fue capturado en la ciudad de Zliten, al este de Trípoli. El CNT prometió respetarle la vida.

Pues a pesar del alivio que la muerte de Gadafi produce en Libia y parte del mundo, cada vez hay más voces que piden que se esclarezcan las circunstancias de su fin. El diplomático británico y militante pacifista Craig Murray escribió en su página en internet: "Estoy preocupado por el efecto que pueda tener considerar la muerte como un entretenimiento. El asesinato se está volviendo la norma. Parece que nos estamos deshumanizando tanto como en la Antigua Roma". La ONG Amnistía Internacional dijo por su parte que "si asesinaron deliberadamente a Gadafi, es un crimen de guerra. Aunque no sea popular, el CNT tiene que investigar la muerte, pues hay que darles justicia incluso a aquellos que siempre negaron hacerla". La ONU también reclamó una "investigación amplia".

En todo caso, los dilemas morales no impidieron que la euforia se tomara rápidamente todo Libia. En Trípoli, miles de personas invadieron la Plaza de los Mártires, antiguo símbolo del poder omnipotente de Gadafi. Como si Libia se hubiera ganado un mundial de fútbol, la gente se abrazaba, gritaba "Allahu Akbar" ("Dios es grande"), ondeaba la bandera roja, negra y verde de la revolución al ritmo de los pitos de los carros. Muchos recorrían la plaza mostrando las fotos del tirano muerto, como una forma de exorcizar 42 años de dictadura. El entusiasmo también contagió a los manifestantes en Siria y Yemen, donde la gente se tomó las calles cantando que la muerte de Gadafi era una advertencia para sus propios dictadores.

Al cierre de esta edición, no era claro si el coronel había sido ya sepultado. Lo más probable es que, como el cadáver de Sadam Hussein, lo entierren clandestinamente, lejos de todo, en una tumba solitaria y desconocida. Pues a pesar de que Mahmoud Shammam, el portavoz del CNT, insistió en que "nosotros no dimos la orden de matarlo, de verdad queríamos darle un juicio justo. Parece que Dios tenía otros deseos", es claro que, vivo o muerto, Gadafi siempre será un problema para la nueva Libia.
 
La vida de un déspota
 
1942
Nace el 17 de septiembre cerca de Sirte, en una familia beduina.
 
1969
El primero de septiembre, derroca al rey Idris. Impone un régimen socialista, islámico y nacionalista árabe. Les entrega el país a sus familiares.
 
1971
Con su ideología,  panárabe, Gadafi logra que Libia, Egipto y Siria se fusionen. La idea es poco realista y fracasa pronto.
 
1984
Financia y acoge subversivos de todo el mundo, desde Carlos Ilich Ramírez, el Chacal, hasta el IRA o ETA.
 
1986
Atenta en Berlín contra soldados de Estados Unidos .Las bombas en un DC-10 de la UTA y en un Boeing de Pan Am (foto) lo convierten en paria internacional.
 
1998
Se autoproclama rey de reyes de África y apoya a dictadores de Uganda, República Centroafricana, Níger, Sudán, Tanzania, Chad y Zaire.
 
2001
Después del 11 de septiembre, se acerca a Occidente, vuelve a hacer negocios con Europa y hasta se reúne con gobernantes como Nicolas Sarkozy.
 
2011
El 17 de febrero, en Benghazi, reprime manifestaciones que piden libertad. La violencia lleva a su país a la guerra civil y a su muerte.