Home

Mundo

Artículo

Desde 1991 los señores de la guerra han impuesto su ley en Somalia. El gobierno de transición llegó el lunes por primera vez a Mogadiscio ayudado por el Ejército de Etiopia

Somalia

El frente africano

La intervención estadounidense confirma las implicaciones mundiales de la invasión etíope en el 'cuerno de África'

13 de enero de 2007

Por si quedaba alguna duda, las acciones militares de Estados Unidos en el sur de Somalia durante la semana pasada confirmaron que la guerra global contra el terrorismo tiene un nuevo frente que huele, una vez más, a 'choque de civilizaciones' entre Occidente y el mundo islámico. Un avión artillado AC-130 bombardeó la región con el propósito de cazar a tres terroristas de Al Qaeda vinculados a los atentados contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania que dejaron 235 víctimas en 1998. Según Washington, los tres fugitivos estarían entre los combatientes islamistas en fuga tras haber perdido el control del país.

El gobierno somalí de transición, que dijo haber aprobado el hecho, reportó que uno de ellos, Fazul Abdullah Muhammad, habría caído en la operación. Pero Estados Unidos después desmintió que hubiera sido alcanzado por su artillería, que sí acabó con la vida de un número difícilmente comprobable de civiles en la remota región. El ataque es significativo si se considera que Somalia representa un episodio traumático para el Ejército norteamericano, pues la última vez que intervino, en 1993, 18 soldados murieron, algunos arrastrados por las calles de Mogadiscio. El famoso episodio inspiró la película Black Hawk Down (La caída del halcón negro) y desestimuló futuras intervenciones. Cuando Bill Clinton retiró las tropas, en 1994, Osama Bin Laden lo cobró como una victoria.

Somalia es la definición clásica de un 'Estado fallido'. Desde hace 16 años no hay un gobierno central y la violencia de clanes facilitó un caos en el que los señores de la guerra impusieron su ley. El gobierno de transición, reconocido por la comunidad internacional, fue organizado en 2004 en Kenia, pero nunca había llegado a Mogadiscio hasta el lunes pasado, favorecido por la ofensiva lanzada por el vecino gobierno etíope con el apoyo de Estados Unidos.

La invasión etíope, supuestamente solicitada por el gobierno transicional, terminó con una humillante derrota para las milicias de la Unión de Cortes Islámicas (UCI), que controlaban desde junio gran parte del territorio somalí, incluida Mogadiscio. Pero la estabilidad en el llamado 'cuerno de África', una región estratégica rica en petróleo, aún está lejana, pues Etiopía es un enemigo histórico que tiene tensiones fronterizas con Eritrea, que a su vez apoyó a la UCI. Se teme que los combatientes islámicos, derrotados en el enfrentamiento convencional, organicen desde las cenizas una feroz insurgencia, al estilo iraquí, contra el frágil gobierno que preside Abdulahi Yusuf Ahmed.

Y aunque para Washington la UCI no es más que una organización como la de los talibanes, que sirve como caballo de Troya de Al Qaeda en África, en realidad incluye tanto radicales como moderados y gozaba de popularidad por haber traído algo de orden y estabilidad al caos somalí.

Algunos observadores señalan que el gobierno de transición carece de apoyo popular. La presencia de 15.000 soldados etíopes no será tolerada por mucho tiempo, pero si se van muy pronto, el país podría caer de nuevo en manos de los señores de la guerra. La presencia de los tanques de la 'cristiana' Etiopía constituyen la mejor propaganda posible para reclutar yihadistas del mundo entero, y, en ese contexto, el ataque norteamericano podría ser contraproducente.

De ahí la necesidad de un despliegue de fuerzas internacionales de paz que reemplace a los etíopes. Pero para tener alguna oportunidad de estabilizar el país, también se necesita astucia política. "Si el gobierno se mueve rápido para incluir a los líderes clave, incluyendo islamistas moderados, podría conquistar el apoyo que necesita", dijo a SEMANA Michele Gavin, experta en África del Council on Foreign Relations. La presión de Estados Unidos y la Unión Europea para formar un gobierno de unidad nacional podría ser la clave, pero, como demuestran Irak y Afganistán, los antecedentes de Occidente cuando ayuda a reconstruir sociedades musulmanas no invitan al optimismo.