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EL GOLPE DEL HOTEL MANILA

Corazón Aquino está más amenazada por quienes la defienden que por quienes la atacan

11 de agosto de 1986

Fue un golpe de opereta. Desde una suite del Hotel Manila, el más lujoso de la capital filipina, un ex canciller de 75 años acompañado por seis generales y respaldado por unos trescientos cincuenta soldados que montaban guardia en los ascensores y el lobby, espantaban a los turistas de la piscina y el sauna y forcejeaban con los camareros uniformados por sandwiches y refrescos, intentó tomarse el poder en nombre del derrocado presidente Ferdinando Marcos. Este, refugiado en Hawai desde que en febrero pasado la señora Corazón Aquino encabezó gigantescas manifestaciones populares contra el fraude electoral, hizo saber por teléfono, a través de un secretario, que el golpe de su antiguo canciller era una reacción espontánea de las masas contra el nuevo gobierno. Pero los filipinos no le hicieron demasiado caso.
Desde la isla de Mindanao, al sur del archipiélago filipino, la señora Aquino declaró que se trataba solamente de un "truco de propaganda".
Y el martes 8 de julio, a las 48 horas de iniciado el pronunciamiento, los sublevados se entregaron melancólicamente, abandonando el hotel de lujo con los ceniceros llenos, el bar vacio y las alfombras sucias de huellas de barro de botas militares.
El golpe encabezado por Arturo Tolentino, ex canciller de Marcos y candidato con él a la vivepresidencia en las fraudulentas elecciones de febrero, fracasó porque el hombre clave no quiso colaborar. Se trataba del general Juan Ponce Enrile, ministro de Defensa de Corazón Aquino desde febrero, cuando siendo ministro de Defensa de Ferdinando Marcos encabezó la rebelión militar contra él que puso el poder en manos de la actual Presidenta. Ponce Enrile desbarató la sublevación simplemente rechazando el cargo que los sublevados le ofrecían: el de ministro de Defensa del gobierno interino presidido por Tolentino a la espera del regreso de Marcos. "Gracias, pero no estoy buscando puesto", declaró el general.
Y su colega Fidel Ramos, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en el gobierno actual después de haber ocupado el mismo cargo en el gobierno de Marcos, siguió su ejemplo y rechazó también el cargo previsto para él: el de jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas en el gobierno de Tolentino, y quizás también en el de Marcos. El golpe, privado de sus dos figuras fundamentales, se derrumbó. Y los generales, oficiales y soldados participantes en la rebelión, tras entregar las armas, fueron de nuevo recibidos en las filas del Ejército leal a Corazón Aquino con la garantia de que no habría represalías contra ellos.
La presidenta Corazón Aquino sostiene ahora que no piensa pagar los gastos de hotel en que incurrieron los rebeldes en el Hotel Manila, donde al parecer firmaban cuentas de bar y de teléfono a brazo partido. Es lo menos que puede hacer, pero posiblemente es lo único. Porque si algo deja en claro el fallido golpe cómico del Hotel Manila es que Corazón Aquino representa cada día menos el poder político real en Filipinas. A pesar de su prestigio popular, de su carisma de viuda de mártir, de haber llegado a la Presidencia en la ola de una victoria electoral seguida de multitudinarias manifestaciones callejeras, el verdadero hombre fuerte de su gobierno es el general Ponce Enrile. Y el primero que debe haberse dado cuenta es él mismo. --