El "nuevo estilo" que aparentemente se ha impuesto en los círculos de gobierno de la Unión Soviética, desde que el joven Mikhail Sergeievitch Gorbachev, 54 años, ocupara la secretaría general del PCUS, se vio confirmado una vez más durante la visita de éste a la capital de Francia.
En esta ocasión, el despliegue de glamour del dirigente soviético comenzó antes de llegar a París. La entrevista concedida a la prensa francesa en Moscú, la primera que Gorbachev concede a un medio televisivo occidental, sorprendió a todos, pues fue difundida el martes 1 de octubre simultáneamente para las audiencias de los dos países. "No puedo creer lo que oyen mis orejas", escribió el corresponsal de Reuters en Moscú. En ella se vio al Secretario General hablar a los comunicadores desprovisto de notas y abordando temas espinosos -como los derechos humanos en la URSS- sin inmutarse, lo que de inmediato contrastó con las entrevistas con Brezhnev y Chernenko. Excesivamente cautos, cuando no pesados y abstractos.
Poco después vendría la aparición en el aeropuerto de Orly del Mandatario ruso, al lado de su elegante esposa, Raissa Maximovna, "nueva arma secreta del dirigente de la URSS en su política de comunicación", según Le Figaro. Sonriendo siempre, Raissa intercambió ramos de rosas con Danielle Mitterrand, esposa del Presidente francés. Mientras tanto, la delegación soviética, compuesta por 96 personalidades y 30 periodistas, se movía pesadamente a lo largo del pabellón de honor y del impresionante servicio de seguridad instalado para la ocasión.
Gorbachev, quien lucía un vestido oscuro y un semblante bronceado, hizo ver a Mitterrand algo pálido, enfundado como estaba éste en un atuendo azul claro. Ante una amable protesta de los fotógrafos, pues el ángulo de la estrechada de manos de los dirigentes no fue buena, no vacilaron éstos en retornar a un punto para que los reporteros y camarógrafos hicieran su trabajo.
Pero la ruptura con los secos gestos de antaño no sólo ocurrió allí. Con anterioridad, el representante del Kremlin había acogido la idea -también novedosa- de dar una conferencia de prensa en París, conjuntamente con el Mandatario francés, siendo esta la primera vez "que un secretario general del PCUS acepta someterse a ese tipo de ejercicio ", como anotó Le Monde no poco sorprendido. Más tarde, durante su respuesta al discurso de Mitterrand en la cena del martes, Gorbachev citó una frase del popular libro "El principito" de Saint-Exupéry, al recordar lo que él llamó "una verdad simple, pero profunda": que "nosotros somos todos pasajeros de un barco que se llama Tierra". Esa misma pieza oratoria sería culminada con una invocación a Víctor Hugo, cuyo centenario se celebra este año en Francia. Esta vez el dirigente soviético recordó, al invocar el futuro, la "profecía" del poeta según la cual "los mercados abiertos por el comercio y los espíritus abiertos por las ideas prevalecerán como los únicos campos de batalla".
Las cuestiones de fondo de la cumbre en París fueron otra cosa. Como generalmente ocurre en eventos en los que están en juego los intereses estratégicos de las naciones representadas por los mandatarios, las implicaciones políticas no se verán más que en cuestión de meses. Sin embargo, un hecho sobresale luego de los tres primeros días de encuentro. Los dirigentes moscovitas han comprobado en la capital francesa que el nuevo esquema de relaciones exteriores que inaugurara Mikhail Gorbachev al designar un nuevo canciller, para él estar más tiempo dirigiendo el timón de esa cartera, puede dar buenos frutos en países claves de Europa. El nuevo esquema pretende fortalecer y tender nuevos puentes, con países de distinto signo ideológico sin tener como epicentro de ello las relaciones Washington-Moscú, como era el modelo de la era Gromyko. Es decir, buscar nuevos interlocutores en el área mundial, dentro de una visión multipolar, a cambio del bilateralismo USA-URSS de la era Brezhnev. El dirigente soviético aludió justamente a esto en su discurso en el aeropuerto de Orly, al decir que la URSS está dispuesta a efectuar "un desarrollo constructivo de relaciones entre Estados de sistemas sociales diferentes con miras al retorno de la distensión y la prevención de la carrera armamentista en el espacio y su suspensión sobre la Tierra".
Aplicación de esa orientación es precisamente el viaje a París antes de la cumbre con Ronald Reagan de noviembre en Ginebra, lo que le permite a Moscú llegar a la negociación con un as en la manga: Francia, importante puntal de la Comunidad Europea, se opone a la militarización del espacio cósmico y está dispuesta a mantener la independencia frente a las superpotencias que propugnara el general De Gaulle.
El discurso del presidente Mitterrand en el Palacio del Elyseo, en el que se declaró en favor de un equilibrio de fuerzas nucleares y convencionales al más bajo nivel posible, no hizo sino confirmar esto. Por otra parte, la negativa del Mandatario francés a participar en la reunión citada por el Mandatario norteamericano con las potencias industrializadas en vísperas de la cumbre de Ginebra, milita en favor de esta tesis.
"Nosotros nos felicitamos de que la Unión Soviética y Francia se pronuncien en favor de que el espacio sea una arena de cooperación pacífica y no una de confrontación militar", dijo Gorbachev en su discurso del miércoles, para resaltar aún más el hecho de que el Mandatario francés tiene fuertes reservas acerca de la Iniciativa de Defensa Estratégica, o "Guerra de las Galaxias" del presidente Reagan.
Este punto era al fin y al cabo el más importante para el representante del Kremlin. No había acabado de bajar del avión cuando Mikhail Gorbachev, en la ceremonia de Orly, aludió al tema allí mismo. Tres días después era evidente que había marcado un gol en ese campo.
Un comentarista de France-lnter, sacaba la conclusión el jueves de que los dirigentes moscovitas se han convencido en París que Francia está objetivamente más cerca de la Unión Soviética que de los Estados Unidos, en materia de desarme. Ello explica el elogio que hiciera Gorbachev de la iniciativa europea de desarrollo tecnológico autónomo, conocido como "Eureka", y el interés en revelar en detalle al gobierno francés la propuesta de desarme que la semana pasada el canciller Chevardnadze presentó a Reagan. Según aclaró el Secretario General del PCUS, ésta consiste en una reducción de un 50% de los armamentos nucleares, considerando armas nucleares estratégicas a "los aparatos capaces de alcanzar el territorio del otro", es decir, los Pershing-2 norteamericanos, que pueden llegar a la URSS, pero no los SS-20 soviéticos capaces de devastar Europa, pero que no alcanzarían a llegar a Estados Unidos.
La primera entrevista entre Mitterrand y Gorbachev duró dos horas y media. Según un vocero del Elyseo, el encuentro fue "cordial" y estuvo dominado por una "voluntad de comprender mejor al otro, de explicar y de hacerlo con franqueza y sin ambiguedad".
El Presidente francés se refirió a los acuerdos de Helsinki en materia de seguridad en dos ocasiones y agradeció a su invitado haber reconocido "en la Europa de la Comunidad una entidad política".
Otras personalidades que acogieron al número uno soviético fueron el conservador alcalde de París, Jacques Chirac, quien no vaciló en hacer el discurso ácido que lo diferenciaría de Mitterrand. Reprochó a la Unión Soviética no haber cumplido los acuerdos de Helsinki en cuanto a derechos humanos y "haber acumulado un arsenal convencional, químico y nuclear que sobrepasa ampliamente los medios necesarios para su propia seguridad". El Primer Ministro, Laurent Fabius, entregó a Gorbachev una lista de casos particulares "de situaciones relacionadas con la libertad", que le habían pedido entregar.
A pesar de la prohibición de las autoridades parisinas de realizar manifestaciones en la calle contra la visita, un grupo dirigido por el disidente soviético Leonid Pliluch intentó apostarse frente a la embajada soviética, siendo refrenado por la Policía sin mayores tropiezos. No faltaron los activistas del movimiento ultraderechista de Le Pen quienes pegaron sellos con la palabra gulag en las entradas de los metros, mientras que otros decían groserías mirando como la amplia avenida de los Campos Eliseos estaba decorada con la bandera roja de los comunistas rusos, al lado del tricolor francés. "Es un peligro", decía uno de ellos.
"Ese señor Gorbachev en París es un peligro".