Home

Mundo

Artículo

La imagen de tanques recorriendo las calles de Beijing generó pánico en las redes sociales cuando se anunció que simpatizantes de Bo Xilai habían realizado un golpe de Estado. Sin embargo, fue tomada durante la celebración del día nacional en 2009. que iba a ser publicada

CHINA

El misterio de Chongqing

A pocos meses del cambio en la cúpula del gobierno chino, la destitución de Bo Xilai, líder de Chongqing -el centro manufacturero más grande del país-, produjo una tormenta política que a algunos les huele a golpe de Estado.

7 de abril de 2012

Desde que Bo Xilai, carismático líder del Partido Comunista Chino (PCC) en Chongqing, fue despedido a mediados de marzo, se desató la peor crisis política de los últimos años. Su destitución no solo dejó en evidencia la falta de unidad del PCC, que está a menos de un año de entregar el poder a la nueva generación de dirigentes, también sumió al país en un mar de confusión alimentado por internautas que inundaron las redes sociales con rumores que van desde un golpe de Estado hasta un posible vínculo con la muerte de un ciudadano británico. Y mientras el frenesí se apodera de la sociedad china y de los medios internacionales, que diariamente le hacen seguimiento al misterio del Politburó chino, los diarios estatales no musitan palabra al respecto.

Todo empezó cuando Wang Lijun, jefe de Policía de Chongqing y mano derecha de Bo en su campaña anticorrupción, se refugió durante un día en el consulado de Estados Unidos en Chengdú, ciudad de 14 millones de habitantes. El sospechoso accionar de Wang fue un duro golpe para Bo y, aunque éste salió a defender su gestión, el daño ya estaba hecho. El 15 de marzo el secretariado del Partido anunció su destitución. Fue el final abrupto de un político brillante cuyo abierto estilo occidental y aires populistas fueron vistos como una amenaza dentro del Partido. Además, es posible que su cruzada contra la corrupción, alabada por muchos y cuestionada por otros, estuviera tocando intereses demasiado poderosos.

La cosa no hubiera pasado a mayores porque, después de todo, el secretariado es todopoderoso y sus decisiones son incuestionables. Pero tan pronto los ciudadanos empezaron a comentar el suceso en redes sociales, se vino una avalancha de rumores que nadie ha podido contener. La censura, combinada con la falta de información oficial, ha sido la responsable de que cualquier cosa que no tenga una explicación evidente se preste para redactar el guion de la película en la que se convirtió el escenario político chino.

En redes sociales circularon imágenes de tanques que transitaban las calles de Beijing y se hablaba de un golpe de Estado y la toma de la sede del PCC por simpatizantes de Bo. Sin embargo, pronto se desmintieron los rumores, se confirmó que las imágenes eran de desfiles militares de años atrás y que algunas ni siquiera eran en Beijing. Lo del golpe de Estado no trascendió, pero, como el gobierno no ha explicado nada, la teoría conspirativa encontró otro camino.

Dentro de lo poco que se conoce, hay detalles truculentos que no dejan a Bo bien parado. Entre ellos está la relación que sostenía con Neil Heywood, un inglés con negocios en China -y con supuestos vínculos con el Servicio de Inteligencia Secreto del Reino Unido-, y cuyo cuerpo sin vida fue encontrado en un hotel de Chongqing en noviembre pasado. Las propias familias de los involucrados afirman que se conocían. Incluso, se supone que la relación era tan cercana que el inglés fue quien ayudó al hijo de Bo a entrar a Harrow, una prestigiosa institución académica en Inglaterra. Esa relación dio pie para que en redes sociales se especulara sobre la participación de Bo en la muerte de Heywood. Los oficiales reguladores de internet, siempre prestos a remover información que no les conviene, no frenaron ese particular rumor y ahora muchos creen que un altercado comercial entre los dos resultó en el envenenamiento del inglés.
 
La posibilidad de un funcionario de tan alto nivel involucrado en tan bajas andanzas es, por supuesto, impensable y debe ser resuelta de inmediato. Sin embargo, el fallecido fue cremado a petición de su familia cuando estuvieron satisfechos con el veredicto de la Policía y nunca se le realizó una autopsia. Así, ni siquiera la reciente petición de la embajada británica en China para reabrir el caso podrá solucionar el misterio y el nombre de Bo, con o sin razón, ya está manchado.

Para enredar más el asunto, los chinos también rumoran que las sospechas con respecto a la muerte de Heywood eran conocidas por Wang, el exdirector de Policía, que le habría advertido a Bo sobre la investigación que recaería sobre su familia. Agentes de la fuerza pública dicen que Bo reaccionó con indignación y agresividad y degradó al policía a un puesto de menor rango. La inesperada respuesta de Bo habría hecho que Wang, temiendo por su seguridad, buscara asilo en el consulado de Estados Unidos.

El gobierno central, finalmente, removió de la web todo comentario que se relacionara con el británico y bloqueó los resultados en los motores de búsqueda. También multó a los equivalentes chinos de Twitter por no filtrar los contenidos debidamente y arrestó a seis personas por difundir rumores de golpe de Estado. No obstante, no ofreció versión alguna que explique si hay algo de verdad en las asunciones que muchos chinos dieron por reales.

La tormenta no cesa. Nadie sabe qué pasó con Wang Lijun. Tampoco hay claridad en el caso de Neil Heywood. Desde su destitución, no se sabe dónde está Bo Xilai ni qué será de él. En vista de que los 'armonizadores' (eufemismo para 'censores') de internet permitieron que circularan rumores sobre él durante tanto tiempo antes de sacarlo de la web, algunos creen que hay una campaña de desprestigio en su contra. Todos opinan, pero nadie puede asegurar nada. Y como el gobierno chino solo responde a las dudas con censura y cárcel, los rumores seguirán rampantes.