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EL MOTIN DE LOS "MARIELITOS"

2.500 presos cubanos protagonizan la crisis carcelaria más grave de la historia reciente norteamericana.

28 de diciembre de 1987


El Caribe puede tener un encanto muy especial, pero no es cierto que todo el mundo quiera tomarse una temporada allá. Esa, en pocas palabras, es la opinión de unos 2.500 presos cubanos en las cárceles de los Estados Unidos, quienes la semana pasada se amotinaron ante la posibilidad de ser enviados a la isla, como resultado de un convenio firmado por ambos países el 20 de noviembre en Ciudad de Méjico.

En lo que con el correr de los días se estaba convirtiendo en la crisis carcelaria más grave en la historia reciente de los Estados Unidos, dos partidas de presos amotinados habían tomado el control absoluto de dos penitenciarías con sus correspondientes rehenes. La emergencia, que acabó colocando en entredicho el cumplimiento de los acuerdos entre La Habana y Washington, puso sobre el tapete de nuevo el tema del "problema cubano", casi 30 años después del triunfo de la revolución dirigida por Fidel Castro.

En esta oportunidad, los antecedentes se remontan al mes de mayo de 1980, cuando algunos cubanos invadieron los predios de la embajada del Perú en La Habana y pidieron asilo político. Semejante "expresión popular" de descontento con el régimen comunista de la isla fue aprovechada por el entonces presidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter, quien declaró que su país estaba dispuesto a recibir con los brazos abiertos a cualquier cubano que dejara la nación caribeña. A ese ofrecimiento siguió un éxodo de más de 100 mil personas que, embarcadas en su mayoría desde el puerto de Mariel, llegaron a las costas de la Florida en busca del "sueño americano" .

Esa idea se tornó en pesadilla para los funcionarios del servicio de inmigración del país del norte, cuando se descubrió que dentro de la oleada de refugiados, venía también un número considerable de delincuentes comunes y enfermos mentales sacados directamente de las cárceles y los sanatorios cubanos. Las consecuencias empezaron a verse pronto cuando, según las estadísticas, el índice de criminalidad en el área de Miami se disparó en cuestión de meses.

Como consecuencia, y a pesar de la animosidad que se tenía en la Casa Blanca contra el gobierno de La Habana, la embajada norteamericana en Méjico comenzó una serie de contactos informales para ver si Cuba recibía un total de 2.674 "indeseables" que habían entrado con el resto de "marielitos". La culminación de esos esfuerzos se obtuvo a finales de 1984 y casi inmediatamente llegaron a la isla los primeros 201 reclusos que, en su inmensa mayoría, se habrían beneficiado de una amnistía decretada por el gobierno.

El cumplimiento del pacto fue, no obstante, interrumpido por la aparición de Radio Martí, una emisora basada en Miami y financiada por el gobierno norteamericano, la cual transmite constantemente propaganda anticomunista y hace votos por el regreso de una "Cuba libre". En opinión de La Habana, la puesta en marcha de la estación radial era una prueba más de ánimo agresor de la Casa Blanca y, por lo tanto, no se justificaba continuar con esfuerzos de buena voluntad, como el pacto sobre devolución de los indeseables.

Sin embargo, los últimos dos años y el nuevo clima de distensión entre las superpotencias condujeron a que, finalmente, el convenio de 1984 fuera revivido. Según este, los presos que faltaban serían devueltos y adicianalmente unos 20 mil cubanos de la isla podrían recibir anualmente visas de salida y ser recibidos en los Estados Unidos.

El pacto, que en circunstancias normales no habría producido sino unas pocas líneas en los diarios, acabó produciendo sus primeras consecuencias por donde menos se pensaba. El 21 de noviembre, cuando se conoció la noticia, 976 cubanos que estaban recluidos en la penitenciaría de Oakdale, Louisiana, se amotinaron, quemaron las instalaciones, tomaron una treintena de rehenes y exigieron el desmonte del acuerdo. Ese día fue seguido al día siguiente por otros 1.400 reclusos originarios de la isla que, de una manera similar, tomaron el control de la cárcel federal de Atlanta, Georgia, y amenazaron con asesinar a unos 100 rehenes si no se cumplían sus exigencias.

La situación empeoró con el correr de la semana y se encontraba estancada en el momento de escribir esta nota. Aunque algunos rehenes liberados indicaron que habían tenido muy buen trato, unidades de ataque de los cuerpos de seguridad habían sido desplazadas para utilizarlas en caso de una toma a la fuerza. Esa alternativa surgió cuando las negociaciones se detuvieron debido a que los amotinados se dividieron en varias facciones que tenían opiniones encontradas sobre el siguiente paso a dar.

A pesar de las ofertas de amnistías por parte del gobierno cubano y de una promesa de moratoria en el cumplimiento del acuerdo por parte del fiscal general de los Estados Unidos, Edwin Meese, los reclusos no querían rendirse. En medio de la confusión, lo único que era claro era la oposición general de volver a la isla. Tal como dijera uno de ellos que afirmó ser capaz de asesinar a los rehenes: "Primero muerto, que devuelto".-.