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El nuevo compañero

Transcurridos 27 años de la muerte de Salvador Allende Chile tiene de nuevo presidente socialista. Pero el mundo ha cambiado.

21 de febrero de 2000

Yo soy el presidente de todos los chilenos y gobernaré como representante de la Concertación. Hoy el mundo no es el mismo del año 1973. Hoy los escenarios son distintos”. Las palabras del nuevo presidente de Chile, Ricardo Lagos Escobar, iban dirigidas a la izquierda para que no lo confundiera con Salvador Allende y a la derecha para asegurarle la continuidad del modelo económico.

Así fueron interpretadas por los empresarios. Roberto Fantuzzi, uno de sus dirigentes más importantes, dijo a SEMANA: “Quienes le temen a Lagos no conocen la historia. Hoy el mundo y los países están inmersos en una economía global y no hay proyectos de sociedad distintos. Antes el socialismo era estatista, ahora no, vea a Cuba que está privatizando”.

La derecha política también dio recibo de aviso a Ricardo Lagos y le ofreció colaborar con su gobierno bajo la fórmula que se ha llamado “la democracia de los acuerdos”, esto es el compromiso del gobierno a impulsar sólo proyectos previamente convenidos con la oposición en una fórmula suramericana de la ‘cohabitación’ francesa. Alberto Espina, uno de los más importantes dirigentes de la derecha política, dijo a SEMANA: “Nosotros hemos ganado, somos casi el 50 por ciento del país, y estamos dispuestos a apoyar al nuevo presidente, pero estaremos vigilantes para que cumpla lo que ofreció como candidato”.

Con el telón de fondo del recuerdo de una sangrienta dictadura que dejó 3.000 personas desaparecidas, una cantidad de muertos y torturados aún no cuantificada, en la segunda vuelta de sus elecciones los chilenos prefirieron optar por un presidente moderado que les ofrece “crecer con igualdad” y la posibilidad de perfeccionar la democracia en lugar de abrir paso a quienes antes gobernaron con los militares.

El abogado y analista político Sergio Marras dijo a SEMANA sobre los cambios en la política chilena que: “Es tan evidente el cambio del escenario mundial en el que el socialismo chileno se ha insertado que hoy no existe temor porque quien gobierne sea de izquierda o derecha. La prueba es que uno de los primeros mandatarios que envió sus saludos al presidente electo fue Bill Clinton, impensable hace 30 años atrás cuando Nixon sacó del presupuesto un millón de dólares para financiar el derrocamiento de Salvador Allende”.

Lagos y el socialismo chileno son producto de los nuevos tiempos, aceptan sin traumas la globalización de las economías y al mercado como mecanismo regulador de la actividad económica. Muchos de sus más cercanos colaboradores han estudiado en universidades norteamericanas y la apuesta de estos socialistas es humanizar el capitalismo, y en este escenario Lagos dio más seguridad a las inversiones extranjeras.

Para Sergio Marras tampoco la derecha representa un peligro para la estabilidad democrática. “De haber sido elegido Joaquín Lavín tampoco se habría producido un trauma en la sociedad chilena porque, a pesar de que fue un hombre del régimen de Pinochet, la derecha ha aprendido que debe alejarse de la figura que empañó la imagen de Chile por 17 años para poder ganar dinero en una economía globalizada. De hecho, el 48,7 por ciento le dio su apoyo, y entre ellos hay ciudadanos que probablemente repudiaron a los militares, hay ciudadanos que creen en su proyecto y de hecho el programa de Lavín y el de Lagos eran similares, aunque con énfasis en lo social distintos”.

Para el sociólogo Tomás Moulian la continuidad de la Concertación encierra, sin embargo, un peligro que ya comienza a inquietar: “Es bueno que Ricardo Lagos sea el próximo presidente, dijo Moulian a SEMANA, porque es la posibilidad de detener una ‘priización’ (refiriéndose al PRI mexicano) de la política chilena que hoy se cobija en una falta de transparencia, producida por la relación perversa entre la derecha, los militares y la Concertación, que han administrado un sistema que ampara la corrupción”.

Pero Ricardo Lagos para gobernar necesitará inevitablemente mantener el cogobierno con la derecha y los militares a menos que, como dice Marras, la derecha admita reformar la Constitución, acuerdo que no ha existido en 10 años de gobierno de la Concertación.