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El ocaso de la paz

Los procesos de Angola, Camboya y El Salvador son ejemplos que demuestran que la paz muchas veces fracasa por los intereses particulares de los combatientes.

14 de diciembre de 1992

CUANDO DESAPARECIO EL FANTASMA DEL holocausto atómico, que mantuvo al mundo en un equilibrio precario conocido como Guerra Fría, se proclamó el inicio de una nueva era de paz y progreso para todos. Pero si se da un vistazo a vuelo de pájaro por el mapa del planeta, es fácil advertir que virtualmente en todos los rincones prevalecen múltiples conflictos, sobre todo en el interior de los países. Los últimos años han sido testigos de una renovada actividad pacificadora. Pero desde finales de octubre, el estruendoso fracaso de la paz en Angola puso sobre el tapete que muchos de esos procesos atraviesan dificultades que casi nunca tienen que ver con las razones iniciales del conflicto. Algunos ejemplos son los siguientes:
El de Angola representa en sí mismo un caso de estudio. Cuando Portugal se retiró de sus colonias africanas en 1975, el izquierdista Movimiento Popular por la Liberación de Angola (MPLA) tomó el poder antes de que se pudieran realizar elecciones, con el apoyo de la Unión Soviética y Cuba. En su contra se levantó Jonás Savimbi al mando de UNITA (Unión para la Independencia Total de Angola), con el apoyo de Estados Unidos y Sudáfrica.
En mayo de 1991 se firmó un acuerdo de paz en Portugal. El pacto estaba conectado con uno similar en la vecina Namibia, que vinculaba la independencia de esta última de Sudáfrica con el retiro de las tropas cubanas que apoyaban al gobierno de Angola. Pero si en Namibia la paz va bien, en Angola todo parece irse a pique. Las elecciones tuvieron lugar en octubre y el presidente Jose Dos Santos las ganó ampliamente. Savimbi se consideró engañado, sus tropas se declararon en rebelión y estalló una violenta batalla en Luanda, la capital.
¿Cuál puede ser la razón para ese recrudecimiento, si la confrontación de las potencias ya no existe? Sólo ahora adquiere su dimensión el hecho de que la MPLA está compuesta por la etnia Kimbundo, y la UNITA por la Ovinbundo, a las cuales separan diferencias ancestrales, mucho más antiguas que los pretextos coyunturales de las ideologías extranjeras.
En Camboya la guerra civil se inició en 1978 cuando tropas vietnamitas -apoyadas por la URSS- invadieron el país y expulsaron al gobernante Khmer Rojo, un grupo prochino que durante su permanencia en el poder asesinó a un millón de personas. En los años siguientes cuatro grupos diferentes lucharon por expulsar a los vietnamitas, quienes abandonaron el país en 1989 pero dejaron al primer ministro que habían impuesto.
A finales del año pasado las partes firmaron un acuerdo en París para terminar la guerra y organizar la transición hacia la democracia. Pero el Khmer Rojo se ha negado a entregar sus armas y concentrar a sus combatientes. Hoy se teme que no pueda llegarse a las elecciones de abril o mayo del año entrante, y que la guerra adquiera impulso de nuevo. La razón para que el Khmer Rouge se mantenga beligerante es que para él es mejor el control de las minas de piedras preciosas del Este del país y su lucrativo comercio de maderas con los corruptos generales tailandeses, que competir en unas elecciones que seguramente no podrá ganar.
En El Salvador, la guerra civil de más de 10 años llegó a su fin en enero, cuando firmaron la paz el gobierno y el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Pero el acuerdo ha atravesado por toda clase de crisis, la última de las cuales se produjo ante la negativa del ejército de llevar a cabo una "depuración" en sus filas. El descubrimiento de fosas comunes donde reposan los cadáveres de una masacre perpetrada en 1982, no hizo más que agitar el avispero. A estas alturas, a pesar de un acuerdo al respecto, hay muchas dudas sobre la intención de los militares de renunciar a sus privilegios.
En Mozambique la guerra comenzó, como en Angola, en 1975, cuando Portugal se retiró y el gobierno fue asumido por comunistas. En su contra se levantó la Renamo (Resistencia Nacional de Mozambique) organizado por los blancos de Rhodesia (hoy Zimbabwe). El pasado 5 de octubre las partes firmaron en Roma un acuerdo para dar fin a la guerra civil más sangrienta del área. Pero a estas alturas muchos temen por la supervivencia de la paz, ante el reiterado incumplimiento de los acuerdos. La razón en este caso es la naturaleza misma de la Renamo que hace que sus 30.000 soldados sean virtualmente incontrolables, a lo que se agrega que los 100.000 combatientes gubernamentales tampoco son de fiar.
La conclusión parece ser que los acuerdos suelen naufragar en medio de los intereses creados en la dinámica de la violencia, que casi nunca tienen que ver con los objetivos formales de la misma. El tema se repite tanto en Ruanda como en Sudáfrica o en los países donde el diálogo no prospera. Lo único que queda por preguntarse es si algún día el planeta podrá ser testigo de algo parecido a la paz.