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EL OTOÑO DE PRAGA

Nada parece cerrar el camino hacia la democracia pluralista.

1 de enero de 1990

Como si por arte de magia se hubiera acabado la dolorosa y casi eterna lectura de una pagina de la historia que duro más de 21 años, los checoeslovacos se dedicaron la semana pasada a caminar por la calle, escribir en las paredes, pegar carteles y brindar por Alexander Dubcek. En medio de los tragos que, curiosamente, se han convertido en una forma de manifestar el sabor de la libertad, nadie se afeitaba, nadie dormía y no había quien se interesara por arreglar su casa. Todo el mundo deseaba solamente comentar y hablar de lo que estaba pasando.

Durante toda la semana se vivió el resultado de la mas grande jornada de protesta en que se convirtió la huelga general citada para el lunes 27 de noviembre y que terminó por ser una especie de referéndum contundente contra la cupula comunista y por reivindicacion de los descalificados líderes de la "Primavera de Praga" entre quienes se destaca el mismísimo Alexander Dubcek, quien irónicamente ve como los cinco países que se prestaron para aplastar brutalmente su "socialismo con rostro humano" hoy han tenido que abrirle las puertas a las ideas reformistas.

Como en los demás países en donde los efectos de la "perestroika" y el "glasnost" han producido un vuelco hacia la apertura, la velocidad de los cambios envejece rápidamente los titulares de prensa. Mientras el día anterior a la huelga Zdenek Horeni, miembro del buro político, condicionaba el diálogo con la oposicion a que esta aceptara el papel dirigente del PCCH, contemplado en la Constitución, al día siguiente de la jornada de protesta--en la que participaron cerca de 600.000 checos--la cupula dirigente anunciaba el final de la hegemonía del Partido Comunista y la conformación de un nuevo gabinete de coalición para el pasado fin de semana.

En efecto, han cambiado de tal forma las reglas de juego en Checoeslovaquia que los temores de la oposicion y de organismos mundiales, como la Internacional Socialista, en el sentido de que se pudiera repetir la historia de los tanques de 1968, han dado paso a los temores de la dirigencia comunista, que ante la posibilidad de ser arrollada definitivamente por el "Otoño de Praga" se han apresurado a tomar la iniciativa en asuntos como el de la liberación de los presos políticos y la promesa de ceder algunas instalaciones locativas para que la oposición tenga sedes políticas.

Hasta tal punto ha llegado la espuma de los acontecimientos, que cuando el propio primer ministro, el reformista Ladislac Adamec, tomo la palabra ante los millares de huelguistas concertrados en la Plaza de San Wenceslao, recibió una violenta rechifla.
La idea de que se haga justicia con los sucesos de la Primavera de Praga, es una de las principales reivindicaciones tanto del dirigente Alexander Dubcek, como del Foro Cívico, conformado por los partidos agrupados en el nuevo Frente Nacional, en el que además de Carta 77, y otros doce grupos de oposición, se han incorporado toda clase de agrupaciones artísticas, ecologistas y estudiantiles. Estos improvisados "revolucionarios" de nuevo tipo han visto que, una vez prendida la chispa, lo importante es no dejar apagar el fuego y no descansarán hasta que consigan por lo menos dos de sus fundamentales exigencias: elecciones libres y abolición del artículo de la Constitución que le otorga el papel dirigente al PC checo, un paso histórico que finalmente se dió al término de la semana.

Por eso, las pancartas que se exhibían aun después de iniciadas la conversaciones con el gobierno rezaban "No te duermas. Todavía no hemos ganado". Tampoco se sabe quién ha ganado; por ahora se vislumbran como triunfadores absolutos los principales dirigentes de Nuevo Foro, como el escritor Vaclav Havelel dirigente de la Primavera de Praga, Alexander Dubcek; el cardenal primado Frantisek Tomasek y el anciano ex ministro de Relaciones Exteriores en 1968, Jiri Jajek, pero también comienzan a identificarse las contradicciones entre los seguidores de uno y otro. Algunos no olvidan que el padre del "socialismo con rostro humano", después de derrocado, firmó en Moscú un documento en el que aceptaba la ocupación soviética y, posteriormente, durante mucho tiempo permaneció en el mutismo de su encarcelamiento domiciliario, mientras que personas como el escritor Havel escogieron la vía de la palabra, que le costó muchos años de cárcel y de persecución.

Y a pesar de-que es la población checa la que puede con toda justicia reclamar definitivamente el triunfo el futuro de su país no es menos incierto que el de los demás países de la Cortina de Hierro, en donde, precisamente por los años interminables de represión, la democracia es tan joven como los partidos.

Sin embargo, todo parece indicar que la solución para Checoeslovaquia es como la del resto de países "independizados": una formula de transición en la que ni gobiernen los comunistas ni se gobierne sin ellos. Por esta razón, aunque el líder que más carisma tiene en Checoeslovaquia es el escritor Vaclav Havel, el que más parece convenir, inclusive a los intereses del Pacto de Varsovia, es Alexander Dubcek. Un político que renació, como el Ave Fénix, de sus cenizas.-