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Como una estrella de rock, Obama siempre atrae multitudes. Más de 80.000 personas vieron en vivo su discurso en la convención demócrata de Denver en agosto

ESTADOS UNIDOS

El Presidente 44

El triunfo de Barack Obama en las elecciones norteamericanas no estaba en los pronósticos de nadie. Se cumplió el sueño de Martin Luther King.

13 de diciembre de 2008

Ningún país en el mundo les rinde tanto tributo a las estadísticas como Estados Unidos. A todo le sacan un número o una comparación histórica. Desde lo absurdo -por primera vez un hombre de 45 años de camiseta rayada logró comerse 100 hamburguesas- hasta lo profundo -en Irak han muerto 12 veces más iraquíes que estadounidenses-. Pero pocos años como 2008 han sido tan memorables.

Por primera vez una mujer ganó una primaria estatal de un partido (Hillary Clinton en Nueva Hampshire). Por primera vez el partido republicano nominó a una mujer como candidata a la vicepresidencia (Sarah Palin, gobernadora de Alaska). Por primera vez una campaña a la Presidencia de Estados Unidos duró 22 meses. Por primera vez votaron más de 130 millones de estadounidenses en una elección. Por primera vez un hijo de un padre musulmán y extranjero fue elegido Presidente de Estados Unidos. Por primera vez un hombre nacido en Hawaii, el estado más joven de ese país, y de raza negra, despachará desde la Casa Blanca a partir del 20 de enero de 2008.

2008 no sólo fue de primeras veces, sino de aniversarios. Se cumplieron 145 años de la firma de la Proclama de Emancipación por el presidente Abraham Lincoln, donde se liberó a todos los esclavos. Y 45 años después de que Martin Luther King dijera que "sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad", Barack Obama demostró que no era una quimera.

Tal vez por ese significado histórico, la elección presidencial del año que termina no es como ninguna otra. Nadie pensaba que un hombre negro podría ser un día elegido presidente de Estados Unidos. Nadie. Y menos que fuera un hombre llamado Barack Hussein, siete años después del 11 de septiembre, que produjo una fobia a cualquier nombre musulmán en varios sectores del pueblo norteamericano.

Lo increíble es que a principios de enero de 2008 la inmensa mayoría de los analistas pensaba que quien haría historia sería Hillary Clinton, quien encabezaba todas las encuestas. La maquinaria Clinton parecía invencible. Aunque Obama generaba simpatía, muchos expertos norteamericanos lo veían con recelo dada su poca experiencia -apenas tres años en el Senado-. Su precandidatura era vista como una aventura para posicionarse en el futuro -2012 ó 2016- y no como una aspiración seria.

Toda esa percepción cambió una helada noche del 3 de enero en el estado de Iowa. Allí Obama derrotó a Clinton, quien, para el asombro de sus seguidores, quedó de tercera. Y aunque Hillary Clinton luego se recuperó y ganó varias primarias, su descalabro en Iowa fue el principio del fin. Obama le cogió ventaja y la gran prensa que había apoyado a Clinton porque pensaba que ella iba a ser la presidenta, empezó a sacarles los trapos sucios a ella y su esposo. En otras palabras, se acabó el miedo a criticarla de frente. Quizás el día más doloroso para los Clinton fue el domingo 27 de enero, cuando Caroline Kennedy, la hija de John F. Kennedy, escribió en el New York Times que Obama representaba el legado de su papá. Los Clinton siempre se habían vendido como los nuevos Kennedy.

A pesar de que en marzo ya era matemáticamente imposible que Hillary Clinton ganara la nominación de su partido, no se retiró de la contienda sino en junio. Y se demoró varios días para apoyar públicamente a Obama. No le perdonaba al senador por Illinois haberse saltado la fila india. Ni hablar de su esposo, que hasta pocas semanas antes de las elecciones generales del 4 de noviembre dudaba que Obama pudiera vencer a John McCain, el candidato republicano.

McCain también había sorprendido en las primarias de su partido al derrotar con facilidad a los otros dos favoritos: Rudy Giuliani y Mitt Romney. McCain, un ex prisionero de guerra de Vietnam y altamente respetado senador, parecía un fuerte rival para Obama. Pero tres golpes en septiembre lo dejaron fuera de combate. El primero fue autoinfligido. Nombró candidata a vicepresidenta a Sarah Palin, una atractiva y conservadora gobernadora de Alaska que entusiasmó a la base republicana, pero aterró a la mayoría de los norteamericanos al darse cuenta de la falta de preparación de ella para ser presidenta.

A mediados de ese mes de septiembre, explotó la crisis financiera y de inmediato los estadounidenses culparon al presidente George Bush. Al ser del mismo partido, McCain pagó los platos rotos. Pero él mismo terminó sepultando su opción cuando suspendió su campaña dizque para resolver la crisis. No hizo nada y dejó la sensación de ser errático, que contrastó con la calma que Obama mostró por esos días.

Normalmente, los dos meses que separan la elección presidencial y la posesión del nuevo mandatario son utilizados para facilitar la transición de poder. Son momentos de tranquilidad. Sin embargo, en esta ocasión, dadas la crisis económica y la alta impopularidad de Bush, Obama ha tenido que cogobernar.

Hasta ahora, en la opinión de los expertos, lo está haciendo muy bien. Ya nombró más de la mitad de su gabinete y en un gesto que sólo se ha visto en tres otras ocasiones, el candidato ganador de la Presidencia le ofreció a su encarnizada rival el puesto de más prestigio y poder: la Secretaría de Estado. De ser aprobado su nombramiento por el Senado, Hillary Clinton sería apenas la tercera mujer en ejercer ese cargo.

El reto de Obama es inmenso: el mundo entero aplaudió su triunfo, y las expectativas de un cambio en Estados Unidos están en la estratosfera. Como de las que habló Martin Luther King la noche antes que lo asesinaran: "Él (Dios) me ha permitido subir a la montaña. Y  observé, y he visto la tierra prometida. Puede que no llegue a ella con ustedes. Pero quiero que sepan esta noche, que nosotros, como personas, llegaremos a la tierra prometida". Para muchos afroamericanos, ese día llegó el 4 de noviembre con la elección de Barack Obama como el presidente número 44 de Estados Unidos de América.