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EL PROYECTO DEL SIGLO

Después de casi 100 años renace, para unir al mundo continental, la idea de construir un túnel bajo el estrecho de Bering

7 de noviembre de 1994

SI TODO SALE COMO LO PREvén algunos visionarios, en la primera década del siglo XXI, el viejo y el nuevo mundo estarán conectados por tierra, con lo cual la quimera de recorrer el mundo "a pie enjuto", como hubiera dicho la Biblia, será físicamente posible.

Se trata de conectar el extremo oriental de Siberia con el occidental de Alaska por medio de un túnel ferroviario bajo el estrecho de Bering.

Esta vez, al contrario de lo que ocurrió cuando se planteó inicialmente en 1905, la iniciativa parte principalmente de un consorcio de empresas estadounidenses, que hicieron renacer la idea. Cobijados bajo el nombre Transcontinental y bajo la dirección de George Cowmal, famoso experto en túneles y empresario de alto vuelo, varios científicos trabajan en el diseño preliminar de lo que sería la obra del siglo XXI. Por el lado ruso, los asociados al proyecto son el Instituto de Construcciones Subterráneas, el Guiproproekt, el Instituto de Estudios del Permafrost y la Universidad de Moscú.

En los dos años siguientes a la constitución del consorcio, los proyectistas rusos y estadounidenses han estado en la tarea de determinar la ruta más factible, pero ya hay una cosa clara: se tratará de dos túneles, de nueve metros de diámetro el principal, y de seis el auxiliar o de servicio, en una fórmula similar a la empleada para la construcción del túnel de La Mancha, que ya está en servicio y que une a Gran Bretaña con Europa continental. El túnel tendrá una longitud submarina de 90 kilómetros, a una profundidad máxima de 55 metros, y requerirá la construcción, en ambos lados, de 35 kilómetros de túneles en las rutas convergentes hacia el cruce.

La mayor ventaja del proyecto es la experiencia que se tiene a partir de la exitosa construcción del túnel de La Mancha, pues como dice Cowmal, "los trabajos no presentan dificultades técnicas insalvables". Pero algunos señalan varios inconvenientes que podrían poner en peligro la realización de semejante obra. El primero es que los trabajos serán efectuados en una de las zonas más frías del mundo, en zona de taiga, o permafrost, es decir, donde el suelo se mantiene eternamente congelado, y la temperatura en invierno desciende a 60 grados bajo cero.

Por otra parte, las obras representan un peligro para la vida de los pobladores locales, que pertenecen a las etnias inuit, chuc-chuc, evenks, koriaks y otras. Se trata de pueblos aborígenes muy antiguos, cuya cultura podría desaparecer muy pronto ante el embate de la sociedad moderna.

El otro problema estaría en la eventual oposición de las autoridades siberianas, que en 1906, cuando se propuso por primera vez la obra, se proaunciaron en contra, atemorizados por el posible interés territorial de Estados Unidos en la zona.

Esta vez quizás ese no sería un obstáculo insalvable, dadas las actuales circunstancias políticas. Luego de terminados los trabajos preliminares de elaboración de un proyecto más definitivo, el paso siguiente sería la constitución de un convenio tripartita entre Rusia, Canadá y Estados Unidos y, por último, la financiación de los costos, que podrían estar en el orden de los 35.000 y 50.000 millones de dólares.

La preparación del proyecto tomará hasta el comienzo del siglo XXI, y luego la obra podría tardar unos 10 años en completarse. Si ello se logra, se trataría de la empresa emblemática del inicio del nuevo milenio, que no sólo tendría influencia sobre el movimiento de pasajeros y mercancías en el mundo, sino sobre la marcha general del desarrollo de la civilización. Será entonces cuando la Pangea, el continente único que existió hace 200 millones de años, volverá a ser una realidad práctica para los pobladores de la Tierra.