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El presidente ruso, Vladimir Putin, suele refrescar su entrenamiento como judoka, que forma parte de sus habilidades como ex agente de la KGB. A la derecha, los moscovitas derribaron la estatua del fundador de la KGB en 1991, cuando soplaban vientos de democracia. Hoy el hombre está plenamente rehabilitado.

Rusia

El regreso de la KGB

Los antiguos agentes del servicio secreto soviético mandan hoy en Rusia. Por eso hay preocupación en la Unión Europea.

2 de febrero de 2006

La KGB ha vuelto al poder en Rusia y tiene ánimos de revancha, según denuncian las organizaciones de defensa de los derechos humanos que culpan al presidente Vladimir Putin, antiguo agente secreto, y al actual Servicio Federal de Seguridad (FSB) de perseguir a los opositores y críticos del régimen.

Los servicios secretos rusos perdieron poder en el gobierno de Boris Yeltsin, pero ahora con Putin los más altos cargos están ocupados por funcionarios que provienen del espionaje estatal. Para el historiador Boris Belenkin, portavoz de Memorial (ONG fundada por el nobel de la Paz Andrei Sajarov), la mayor evidencia del regreso de la KGB es que en el Ministerio del Interior en Moscú se acaba de erigir un busto de su fundador, Félix Dzerzhinski (1877-1966), creador de los gulags (campos de concentración rusos) y responsable de al menos medio millón de muertes. En 1991 el pueblo arrancó la estatua de Dzerzhinski de la sede de la KGB, y a mediados de 2000, poco después de que Putin ascendiera, el Parlamento rechazó reponer la efigie. Según Belenkin, "la reivindicación del fundador del KGB es un reflejo del régimen. Esperaron a que muriera Alexander Yakovlev, ideólogo de la Perestroika y presidente de la comisión para la rehabilitación de las víctimas de la represión soviética, para sacar la estatua de Dzerzhinski del almacén".

Los analistas europeos consideran que el Servicio Federal de Seguridad ha desempeñado un papel clave en perseguir a los "nuevos ricos" o "nueva oligarquía" compuesta por empresarios que amasaron fortunas con el petróleo y el gas y que han mostrado ambiciones políticas, como Mijail Jodorkovsky, ex presidente de Yukos, condenado a ocho años de prisión en Siberia. "Putin no quiere competidores en su misión de reconstruir el imperio soviético basado en la fortaleza de un Estado controlado por él", dijo a SEMANA el politólogo alemán Andreas Gottwald, de la Universidad de Regensburg.

De hecho, el millonario ruso que mejores relaciones tiene con Moscú es Roman Abrámovich, considerado un oligarca 'ideal', porque no cuestiona al gobierno y pactó con él la venta de sus activos a la estatal Gazprom, la mayor productora de gas del mundo. La reciente disputa sobre el suministro de gas a Ucrania muestra hasta qué punto Putin está utilizando Gazprom para definir sus relaciones internacionales especialmente con los países del antiguo entorno soviético, la Unión Europea y Estados Unidos.

El poder de los servicios secretos en Moscú también apareció con la renuncia, a finales de 2005, del asesor económico de Putin, Andrei Ilarionov, quien había denunciado que en Rusia ha desaparecido la libertad y que las empresas del Estado han exterminado la competencia y no actúan por el interés de los ciudadanos. Ilarionov, economista defensor del libre mercado, venía siendo un duro opositor contra el retorno al control estatal de la economía, cuyo principal ejemplo es Gazprom, y aseguró que dimitía porque ya no se le permitía hacer críticas al manejo del gobierno.

El panorama se completa con la persecución de varios científicos acusados por el Servicio Federal de Seguridad de entregar secretos a otros países. Las organizaciones defensoras han abogado por estos científicos y en casi todos los casos el FSB ha cambiado a última hora los cargos, tras ser demostrada la inocencia de los acusados.

El premio nobel de Física Vitali Ginzburg, ha respaldado la inocencia de Danilov y asegura que en este caso existe un "indignante abuso de poder" de los servicios secretos rusos. Danilov fue absuelto por un jurado en 2003, pero el FSB le abrió un nuevo juicio por "traición" y le fue impuesta una condena de 13 años de prisión.

La preocupación de la Unión Europea no se centra sólo en la restricción de las libertades con el retorno de la KGB, sino en los peligros que entraña la estrategia de usar los recursos energéticos como arma de política exterior. Europa consume más energía de la que produce y una dependencia de Rusia, gobernada por Putin y el FSB, podría resultarle desastrosa en todos los ámbitos.

Por eso han crecido los llamados en la Unión Europea por desarrollar otro tipo de energías con el fin de disminuir esta vulnerabilidad respecto a Rusia y a otros países que no son socios de la Unión. Michael Glos, el ministro alemán de Economía, ha propuesto incluso que su país revoque su plan de abandono total de la energía nuclear, ante los problemas de futuro que se ven venir en Europa. El FSB ya tiene todo el poder político en Rusia con Putin, y con poder económico es más peligroso que la antigua y temible KGB. n