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"EL SEÑOR REAGAN TIENE LA RAZON"

YVES MONTAND "SE CONFIESA" CON SEMANA

Montand es conocido mundialmente por películas como "Z" y "La confesión", en las que desempeñó los papeles protagónicos. Sin embargo, hace unas semanas, declaraciones políticas suyas en las que formuló violentas críticas al Partido Comunista Francés --del cual fue simpatizante durante muchos años--llamaron la atención de muchos. Para indagar sobre el fondo de ese comportamiento, José Fernández, corresponsal de SEMANA en Francia, logró entrevistar a Montand, quien lo recibió en su residencia parisina de la "Plaza Dauphine". Estos son los resultados de esta charla exclusiva: SEMANA.: ¿Cuál es el estado de sus relaciones con el gobierno francés?
YVES MONTAND.: Creo tener buenas relaciones. Desde 1981, he apoyado a Fransois Mitterrand sobre algunos puntos precisos de su política exterior: su discurso ante el parlamento alemán o su conducta en Medio Oriente, por ejemplo. Hay, sin embargo, algunas contradicciones. Si el Presidente condena la política de Andropov, no veo por que no es firme con Cuba. Para mi no hay diferencia. Muchos amigos franceses, sentimentalmente de izquierda, que han ido a Cuba me dicen: Montand, en la isla no todo es perfecto, pero fíjate que se han hecho cosas enormes, se ha erradicado el analfabetismo, los niños beben leche...
S.: ¿Qué responde usted?
Y.M.: Que si se utilizan argumentos de ese tipo, bastaría señalar que la burguesía europea resolvió esos problemas hace ya casi un siglo gracias naturalmente, a que los pueblos lucharon por ello. Pero seria una respuesta fácil. El caso cubano suscita otro interrogante: ¿de qué me sirve poder comer y saber leer si no puedo ser libre, si no puedo pertenecer a ningún sindicato independiente, si corro el riesgo de ir a la cárcel o de ser torturado por mis opiniones y, en fin, si no puedo votar?
Estoy dispuesto a comprender que, por múltiples razones, esos paises conozcan serias dificultades. Pero no admito que no haya libertades. Los pueblos son capaces de aceptar cantidad de cosas pero no toleran la mentira. Menos aún cuando ésta se dice de izquierda.
S.: Usted ha impugnado, en varias oportunidades, la política económica del gobierno. ¿Cuáles son sus desacuerdos?
Y.M.: No creo que se pueda hablar de desacuerdo. Pienso que la mayoría de franceses (descarto a los que nunca están contentos) tenemos la impresión de estar gobernados por gentes honestas. Más aún, estamos dispuestos a dar nuestra plata (yo doy mucho y encuentro eso absolutamente normal) pero no vemos cuáles son las perspectivas. Existe el sentimiento de que esa plata se está escurriendo como sucede con el agua en una tina desfondada. Compréndeme: No te digo que eso sea verdad. Afirmo que hay una impresión en ese sentido.
En vez de repetir que las cosas van mal por culpa del dólar, el gobierno debería explicar su política y fijar objetivos calculando, precisamente en función del dólar y del petróleo que pueden aumentar. Si el gobierno dijera "durante dos años no podremos efectuar ninguna reforma pero al cabo de ese período--y a pesar de la crisis-obtendremos los siguientes resultados", pienso que la gente aceptaría los actuales esfuerzos, pues, en realidad, nadie espera milagros. Pero el gobierno no lo ha hecho. Y la inseguridad que se esta creando está favoreciendo a los que se oponen a cualquier cambio.
S.: En suma, usted afirma que no hay diálogo.
Y.M.: Exactamente, cuando expreso mis opiniones, el gobierno, en vez de hablar, me ataca. No digo que yo tenga razón, digo que tengo derecho, como los demás franceses, a saber hacia dónde vamos y que no deseo ser tratado como un imbécil. Estoy dispuesto inclusive a aceptar que me equivoco pero quiero que me lo prueben, estoy convencido de que si el gobierno explicara sus objetivos los franceses comprenderían muchas cosas pues sus dificultades no pueden ser comparadas a las que viven, por ejemplo, los pueblos de América Latina.
S.: ¿Todas esas divergencias no están condicionadas por su oposición violenta a la alianza de los socialistas con el Partido Comunista?
Y.M.: Encuentro inadmisible esa alianza con los responsables stalinianos. Se trata de un matrimonio contra-natura. Yo fui "compañero de ruta" durante algunos años. Milité, hice películas, canté. Y sobre las cosas esenciales no he cambiado: sigo estando contra la intolerancia, contra la injusticia y contra la humillación. Por esto, no puedes pedirme una alianza con los responsables stalinianos cuando esos personajes te dicen que la invasión de Afganistán, los campos de concentración de Siberia, el golpe de Jaruzelski en Polonia o lo sucedido al avión surcoreano, son hechos "globalmente positivos". Es inadmisible.
Yo le pregunto al jefe del gobierno señor Mauroy: si usted está contra Pinochet (lo que yo apruebo) usted no aceptaría cuatro ministros en su gobierno que dirían: la muerte de Allende, los asesinatos, las torturas y La represión en Chile son hechos "globalmente positivos". ¿Por qué acepta cuatro responsables stalinianos que defienden los campos de concentración y los hospitales psiquiátricos de Andropov, así como la invasión a Afganistán y la represión en Polonia?
S.: ¿Usted exige la salida del gobierno de los ministros comunistas?
Y.M.: Sí. Los responsables stalinianos deben salir porque son lo aliados incondicionales del señor Andropov. Y el señor Andropov fué durante quince años, el dirigente de la KGB, es decir, de la Gestapo soviética. Por esto te digo que: como demócrata y hombre de izquierda, no tengo ganas de oir a los responsables de la izquierda francesa. Prefiero escuchar a Soljenitsin, Zinquiev, Kundera y Pliluch. Ellos saben de qué hablan porque estuvieron en los campos de concentración y en los hospitales siquiátricos. Nosotros no lo sabemos
Los socialistas saben que están asociados con gentes que defienden los campos de concentración de muerte y se han acostumbrado. Lo saben pero "no lo saben". No quieren verlo, y cuando uno se los recuerda lo acusan de haberse dejado embaucar por la propaganda. Tu podrías decirme: entonces Montand, en América Latina, ¿permanecemos como estamos? No.
Es necesario luchar pero quizá sea más adecuado utilizar la cabeza que las armas. En esto, como es natural, quiero ser muy prudente porque vivo en Francia y no conozco todas las características de tu continente. Pero pienso que enviar jóvenes a la muerte no es una solución.
Iré más lejos: creo que por esa vía es imposible ganar, porque aunque se llegue al poder esos paises tienen necesidad de la tecnología y de los capitales americanos, franceses, japoneses o alemanes. Y, en esa meúida, esos paises no son enteramente independientes. Es inmoral, repito pero es una realidad.
Pienso que hay otras vías. La de Walesa, por ejemplo. Walesa parece, por ahora, haber perdido. Pero si hubiera otros Walesa en América Latina pienso que tendrían esperanzas de salir a flote. El capitalismo liberal lo permite, el stalinismo no. En Chile, por ejemplo, hay posibilidades de derrocar al señor Pinochet, tal vez sea difícil y hasta podría ser sangriento pero el señor Pinochet caerá como cayeron los coroneles griegos y la dictadura en Portugal. Nosotros no hemos visto desaparecer, en cambio, ninguna dictadura-en los países del Este.
Esa diferencia es, para mí, esencial.
S.: Jorge Semprún dice en un libro que: para usted "los problemas de una estrategia de resistencia democrática al expansionismo soviético" son capitales en este momento. ¿En que medida, sus preocupaciones coinciden con la política del Presidente Reagan?
Y.M. Estoy de acuerdo con el Presidente Reagan cuando afirma, por ejemplo, que los Estados Unidos deben ser fuertes. Yo considero, en efecto, que ese país es la última muralla de la democracia en el mundo.
S.: Los Estados Unidos han dado, sin embargo, amplias pruebas de entender y practicar la democracia de manera selectiva.
Y.M.: Entiendeme bien. Cuando el señor Reagan afirma que no quiere bases ruso-cubano-nicaraguenses digo que tiene razón, pues, una vez que esos poderes se establecen no se vuelve a practicar la democracia. Pero, al mismo tiempo, digo al señor Reagan: "Cuidado. Si usted no guiere bases de ese tipo, deje a los pueblos de America Latina tener sus propias democracias, comprendo que ustedes inviertan capitales y hagan beneficios. Los latinoamericanos también lo entienden. Pero no los estrangule.
Los Estados Unidos crean situaciones dramáticas y cuando esos pueblos gritan socorro, ustedes imponen regímenes fascistas. Eso es inaceptable, señor Reagan".
A pesar de todo, yo no establezco ningún paralelo entre la URSS y Estados Unidos. Por razones evidentes.
En Estados Unidos se puede cambiar al señor Reagan como se cambió a Nixon. Los norteamericanos eligen, los soviéticos no. En Estados Unidos hubo manifestaciones en favor de Vietnam y se pudo ver "Missing". ¿Los soviéticos pueden manifestar contra lo que ocurre en Polonia o contra la invasión de Afganistan? Con esto no quiero decir que los Estados Unidos son un modelo. Yo sé que también existe la corrupción, el problema de los negros y de los puertorriquenos y otra serie de injusticias. Pero se puede ir, filmar, fotografiar, informar, se puede hablar, y viajar. No es perfecto, pero debemos defender esas libertades. Es todo lo que nos queda. Debemos salvaguardar la posibilidad de la democracia.

S.: ¿Qué responde usted a la izquierda oficial que lo acusa de "hacer el juego de la derecha"?
Y.M.: Que no soy de izquierda si para ser de izquierda hay que vivir en la mentira y aceptar el Gulag.
S.: Usted saludó lo que la derecha hizo en Francia. ¿Por qué?
Y.M.: ¿Has examinado lo que la derecha hizo desde De Gaulle? Tu sabes lo que De Gaulle representaba en el Tercer Mundo. Y De Gaulle era la derecha. La derecha francesa es la más democrática que haya habido en el mundo. Durante sus gobiernos no hubo, que yo sepa, ni torturas ni campos de deportación. El país conoció, por otro lado, un boom económico gigantesco entre 1958 y 1973. El mismo Pierre Mendes-France lo reconoció. ¿Los beneficios fueron equitativamente distribuidos? No. Es evidente. Pero todo el mundo se benefició.
Esto históricamente es verídico. Pero cuando lo afirmo, la izquierda oficial me enjuicia como traidor.
S.: ¿También lo enjuiciaron por haber reprochado al gobierno practicar, en Chad, la política del cangrejo.
¿Qué motivó su llamamiento en favor de una intervención francesa en ese país?
Y.M.: Cuando se supo que el señor Khadafi se disponía a invadir a Chad, pensé, con el filósofo Gluksmann y otros intelectuales, que era necesario ir inmediatamente a su frontera. ¿Para declararle la guerra? No. Para impedir cruzar las fronteras de un país independiente que Francia se comprometió a defender desde hace más de treinta años; para mostrar a los demás paises africanos que Francia no elude sus responsabilidades y significar al señor Khadafi que no se puede agredir a otro país impunemente. ¿Procediendo de esa manera, Francia habría provocado una guerra? No, como no la hubo cuando el Presidente Kennedy pidió, a los soviéticos, retirar sus misiles de Cuba.
Los soviéticos sabían que habían cometido un error a los ojos de la opinión pública internacional. En Chad, el señor Khadafi se encontraba en las mismas circunstancias. Por esto, nosotros declaramos que era necesario intervenir antes de que se iniciara la ocupacion, nosotros no pedimos inmiscuirnos en la política interior chadiana sino salvaguardar, como lo estipulan los acuerdos entre los dos paises, su independencia nacional.
El gobierno prefirió esperar y ahora Chad se encuentra dividido y los libios--que ocupan el norte--pueden obligar a las tropas francesas a permanecer en ese pais el tiempo que ellos deseen. Por haber intervenido tarde Francia se encuentra asi frente a una operación que le cuesta cara y cuyos resultados son insignificantes.
S.: Usted apoya, sin embargo, la posición del Presidente Mftterrand frente al pacifismo.
Y.M.: Si, la frase del presidente "Los misiles se encuentran en el Este y los pacifistas en el Oeste" resume perfectamente la situación actual.
Cuando los misiles norteamericanos estén instalados en Europa-podremos pensar en una negociación. Por ahora existe un desequilibrio importante en favor de la Unión Soviética. Desde hace seis años, los misiles soviéticos SS-20 apuntan sobre Europa. Desde hace seis años, nuestros paises pueden ser destruidos en cualquier momento.
¿Por qué los intelectuales y los pacifistas no se opusieron al despliegue de esos misiles? Por eso yo afirmo: "Ni rojos, ni muertos: libres. "
S.: ¿Se puede afirmar, señor Montand, que su empeno en favor de una izquierda democrática se basa hoy en un anticomunismo militante?
Y.M.: Creo que soy más antistaliniano. Seria anticomunista si me ciñera a la frase de Nietzsche: "Toda convicción es una cárcel". Precisamente porque nosotros --antiguos "compañeros de ruta"-fuimos monstruosamente traicionados, no quiero volver a meterme en una cárcel. Hoy no acepto los dogmas ni la intolerancia, venga de donde vengan.
Por desgracia, el comunismo que se ha dado en los paises del Este--y no puede darse de otra manera--es un enemigo que hay que combatir como combatimos a los nazis.
Yo sé que diciendo esto voy a causarle mucha pena a los lectores de SEMANA, pienso que muchos me insultarán. Otros se preguntarán por qué he cambiado. Tal vez comprenderán que mis opiniones son el resultado de un largo y honesto proceso de reflexión. Algunos pensarán que soy un agente de la CIA; hablarán de la plata que tengo o dirán, simplemente que me he vuelto un viejo imbécil.
Los lectores deben saber que afirmando mis opiniones no tengo nada que ganar, por el contrario se que me expongo a perder parte de la popularidad quien había adquirido con peliculas formidables como "Z". ¿Crees tú que esa perspectiva me place? Sé que perdí parte de esa popularidad cuando salió la película "La confesión". Yo sabía que seria trágico en algunos paises y, en particular, en América Latina y en el Tercer Mundo. Mostrar esa verdad no era fácil ante pueblos que, a pesar de trabajar doce horas por día, viven en la miseria y, a veces bajo crueles dictaduras.
Pero tenía que hacerlo, tenia que decir a esos pueblos que es necesario luchar para comer y vivir en democracia pero que deben permanecer vigilantes, pues, a pesar de sus ideales de libertad, pueden contribuir a llevar al poder dictaduras peores que las que ellos combaten.
S.: ¿Cómo vive el hecho de que buena parte de la sociedad francesa ve en usted una especie de punto de mira?
Y.M.: No hice nada para crear esa situación. Yo tengo una posición dentro de la sociedad francesa que me permite acceder a la radio y a la televisión. Pero en mis intervenciones no he dicho cosas extraordinarias. Ahora me dicen que la gente se ha reagrupado en torno de esas opiniones y algunos quieren inclusive que me presente a las elecciones. Yo digo a los franceses, y no sólo a ellos: no crean en salvadores o guías supremos.
Crean en ustedes mismos. No admitan que nadie los ponga bajo su protección. No deleguen sus derechos, pues, es un hecho sumamente peligroso. No puedo renunciar, a pesar de esos sondeos, a cumplir con la tarea de todo demócrata u hombre de izquierda: decir la verdad cualesquiera que sean las consecuencias. Agrego que yo siempre dejo una puerta abierta para debatir. Cosa que no hacen los stalinianos.