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EL SIETE VIDAS

En medio de rumores sobre su caída, Gorbachov parece afianzarse en el poder de la URRS.

23 de octubre de 1989

Están cortadas las comunicaciones con la Unión Soviética. Al parecer, se ha producido un golpe de Estado contra el gobierno de Mijail Gorbachov".
Palabras más, palabras menos, de esa forma una cadena radial colombiana anunciaba el viernes 15 la caída del gobierno de Moscú y el restablecimiento de un régimen comunista ortodoxo, que regresaría al país a la economía centralizada, a la mano dura y a la guerra fría. Aunque la versión sólo tardó unas horas en ser desmentida, lo cierto es que resultó el reflejo fiel de la sensación creciente en Occidente de que el líder del glasnost y la perestroika tiene los días contados en el poder.

Sin embargo, la semana pasada Gorbachov demostró que, en política, tiene las siete vidas del gato. En una crucial reunión del Comité. Central del Partido Comunista, convocada con el fin principal de examinar el problema de las nacionalidades, el presidente soviético no sólo consiguió que el órgano adoptara una declaración sobre el tema, diseñada de acuerdo con su visión del problema, sino que logró enviar a la "jubilación" a algunos miembros del Comité. Dos de ellos cayeron por su manifiesta inclinación contra las reformas y el tercero por su aparente incapacidad en el manejo de los asuntos a su cargo.

Los dos primeros son, por un lado Vladimir Schervitsky el último de los miembros "dinosaurios" nombrados por el antiguo secretario general Leonid Brezhnev y una de las cabezas visibles de la oposición a Gorbachov.
El otro purgado de esa línea fue el antiguo director de la KGB, Víktor Chebrikov, a quien muchos observadores identifican con las épocas de la policía secreta que Gorbachov quiere sepultar en el pasado. El tercer destituido resultó una sorpresa. Se trata de Víktor Nikonov, quien había sido nombrado tres años atrás por el propio Gorbachov como secretario de Agricultura. Según los observadores la caída de Nikonov, a diferencia de los otros purgados, no se debió a su falta de compromiso con el programa de reformas, sino a su incapacidad para poner en marcha el abastecimiento de productos básicos que tiene al consumidor soviético al borde del colapso.

La purga no sólo abarcó la cuarta parte de los miembros con derecho a voto; Gorbachov sacudió también en igual proporción el cuerpo de consejeros sin derecho a voto y la Secretaría del Politburó, en donde hizo cuatro relevos claves. Dentro de los nuevos nombres, los analistas subrayaron el de Vladimir Kryuchkov, actual director de la KGB y responsable de la nueva imagen de policía contra el crimen y la corrupción, que quiere asumir el antiguo órgano central de inteligencia del Estado soviético.

Aunque los problemas del proyecto de Gorbachov están lejos de ser superados, lo cierto es que tras la reunión, la percepción de los observadores occidentales fue la de que su gobierno había salido fuertemente consolidado en las palancas del poder. La declaración sobre las nacionalidades, según la cual la federación soviética se debe basar en el concepto de que "sin una unión fuerte no hay repúblicas fuertes, y sin repúblicas fuertes no hay unión fuerte", no fue sino el abrebocas para una reestructuración a fondo de la confederación soviética. Muchos analistas consideraron que, además, el objetivo de fondo de Gorbachov era recuperar para el Partido Comunista la iniciativa en el manejo de los múltiples problemas que afectan al país. Para esos analistas, la purga se veía venir desde que Gorbachov se pregunto, hace dos meses en un discurso televisado: "¿ Cómo es posible que una organización partidista, que abarca muchos miles de miembros y tiene sus propios periódicos, sus cuadros profesionales y todo lo que necesita, haya comenzado de improviso a perder la iniciativa?".

Esa "pérdida de iniciativa" parece evidente en todos los aspectos de la crisis soviética, desde el espinoso asunto de las nacionalidades, hasta las dificultades económicas que sufre el país, pasando por la propia incertidumbre de los comunistas sobre el futuro de su colectividad. Pero en muchos casos no se trata sólo de un problema de falta de voluntad, sino de abierta oposición y hasta sabotaje a los designios del Kremlin. Hay ejemplos patéticos de la difícil situación de los comunistas a nivel local, como el de la República de Lituania, donde el líder local del partido se vio en la difícil dualidad de apoyar las aspiraciones nacionalistas de sus conciudadanos, pero sólo hasta el punto en que chocaran con la soberanía de la URSS.

Para algunos analistas la fuente de todos los problemas parece ser lo que han llamado el "radicalismo político" de Gorbachov, según el cual el líder soviético siempre ha considerado que cierto grado de desorden es el precio inevitable del cambio. Según esa tesis, Gorbachov no ha vacilado en permitir la expresión del descontento, por ejemplo, de las nacionalidades y las etnias y hasta los clamores por la sucesión, pues ha entendido que, a largo plazo, las mayores libertades darán paso a una mayor responsabilidad de cada región por sus propios destinos y por el status de su vinculación con la confederación soviética. En materia económica, tampoco ha tratado de presentar resultados inmediatos, como cualquier político occidental en su lugar hubiera hecho. En vez de permitirse la importación de bienes de consumo, Gorbachov afirma que lo que se necesita es producirlos, y sume al país en una seria crisis de abastecimiento. Como si lo anterior fuera poco, en materia internacional apoyó hace algunos días la posición de Hungría frente a su otro aliado fundamental, Alemania Democrática, en el delicado tema del éxodo de sus ciudadanos hacia occidente. Con esa estrategia, Gorbachov ha puesto al mundo entero a repensar todo el balance de poder europeo y a los demás países de su órbita a soñar con mejores vínculos con occidente.

Lo que todo ello parece demostrar es que Gorbachov tiene una fe infinita en su capacidad de supervivencia en medio del caos. Pero esa incertidumbre no parece ser del gusto de nadie. Al gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, lo tiene en ascuas pensando si los acuerdos celebrados con él podrán sobrevivirle en caso de su caída, o serán flor de un día. Tantas son las dudas en Washington, que ya han surgido críticas de la oposición que acusan al gobierno de Bush de tener nostalgia de la guerra fría, cuando todo era predecible en las relaciones de las dos superpotencias. Entre tanto, en medio de las dudas hay quienes han traído a cuento la frase bíblica: "Después de la tempestad, viene la calma".--