EL SILENCIO DE LOS SEPULCROS
El misterio que rodea el asesinato de Popieluszko hace remecer los estamentos polacos.
Encuentra aquí lo último en Semana
El 19 de octubre el reverendo Jerzy Popieluszko, activo simpatizante de "Solidaridad", era secuestrado mientras transitaba por una carretera al norte de Polonia. Once días más tarde el ministro del Interior, Czeslaw Kiszczak, anunciaba por televisión el arrestro de tres miembros del Ministerio implicados en el caso. Uno de ellos, el capitán Piatrawski, habría confesado el asesinato del padre. Aunque el cuerpo del reverendo no ha sido hallado todavía, su muerte es el hecho más probable. La noticia fue recibida como una bofetada que sacudió hasta el último de los polacos.
Encabezando la lista está obviamente el Primer Ministro Jaruzelski, quien tiene ahora un bonito problema entre manos: probar, a toda costa, la inocencia del gobierno. Un gobierno que además ha sido puesto en duda por amplios sectores del pueblo polaco durante los últimos años. La tarea parecería casi imposible, y los primeros intentos bien poco afortunados.
Para empezar, el reverendo era ya reconocido como un fuerte dolor de cabeza del régimen. "Asentado" en la iglesia de San Estanislao en Varsovia, el clérigo atacaba duramente el Estado comunista y había sido acusado en alguna ocasión de posesión de armas y literatura subersiva. Amonestado varias veces en el pasado, Popieluszco desaparece finalmente, secuestrado por tres viejos miembros del ministerio del Interior, hombres "de toda confianza" con no menos de siete años de servicio. Ensayar a "soltar el bulto" acusando a "tres policías desobedientes" no tenía ni pies ni cabeza. Y Jaruselski no tiene tiempo para perder en historias triviales. El general decide "agarrar el toro por los cuernos", y es así como es el mismo ministro del Interior quien aparece en televisión dando nombres, acusando a sus propios subordinados. No se delegan culpas. Se anuncia una gran investigación y el comité central llama a un "refuerzo del control del partido sobre los organismos de seguridad". ¿Palabras vacías, o el anuncio de una gran purga? Además Kiszczak habla de "provocación". Según el Ministro, el secuestro del padre habría sido cuidadosamente planeado y llevado a cabo "de manera calculada para dar la impresión de que el ministro del Interior era responsable".
En cuanto al primer punto, los observadores se muestran reservados. Una purga, por importante que ésta sea, podría no bastar para "hacer justicia" a los ojos de los indignados polacos. Además, hay quienes dudan de la viabilidad de un tal proyecto en la Polonia actual. La pregunta sería: ¿cuál es la libertad real de acción del general Jeruzelski? Analistas sostienen que la Unión Soviética impediría la ejecución de una medida semejante.
Por el contrario, y por sorprendente que pueda parecer, el alegato de "provocación" habría tenido una mejor acogida. En efecto, cuando el mayor problema del Primer Ministro tendría que haber sido la reacción de "Solidaridad", el 29 de octubre, un día después de la alocución de Kiszczak, Lech Walesa, máxima figura del movimiento, sorprendía a todos con las siguientes palabras: "alguien nos ha hecho a todos, del general Jaruzelski al hombre de la calle, una sucia jugada. Nosotros no nos dejaremos manipular. No participaremos de las luchas por el poder, porque no lo queremos tomar". Según Walesa, el secuestro habría sido diseñado para "provocar a anteriores miembros de 'Solidaridad' a la revuelta" y causar serios problemas tanto a ellos como al Primer Ministro. Una lucha interna por el poder se estaría tejiendo al interior del gobierno, entre Jaruzelski y los defensores de una "línea dura" opuestos a él. "Los miembros de Solaridad deben permanecer al margen de esta crisis... Si alguien ha asumido que va a haber revolución, yo no le daré una revolución sangrienta", dijo el Premio Nóbel de la Paz, y agregó "yo estoy por una revolución pacífica".
Esta actitud de Walesa ha desencadenado una serie de opiniones diversas en el mundo occidental. Para algunos el líder de "Solidaridad" estaría "intoxicado de Nóbel" y su reacción respondería a un deseo de "brillo personal" ajeno a los intereses del pueblo polaco. Para otros, sin embargo, el "instuitivo líder" habría dado una vez más en el clavo haciendo justamente lo que hace ahora: nada, llamar a la calma, replegarse. Walesa, y los demás líderes de oposición que lo apoyan, habrían tomado una decisión realista al no comprometer a un movimiento debilitado y que, en las circunstancias actuales, no podría aspirar más que a "victorias inútiles".
Así, el caso del Reverendo Popieluszko podría terminar por remecer los estamentos polacos de manera bien paradójica: de un lado Jaruzelski se encontraría en posición de ofrecer concesiones, de forma más o menos abierta, y apaciguar el clima político del país. De otro, la combativa "Solidaridad" se vería abocada a apoyar tácitamente al gobierno, replegada sobre una "calma" obligatoria. --
María Clara Rueda, corresponsal de SEMANA en París