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EL TABACCO-GATE

Ya no hay luna de miel para Tony Blair. La acabaron los carros Formula 1, los cigarrillos y un millon de libras esterlinas de donacion.

22 de diciembre de 1997


LA INMACULADA BANDEra de la moralidad politica con la que Tony Blair se convirtió en primer ministro de Gran Bretaha hoy tiene una amarillenta mancha de tabaco. Esa es la conclusión a la que llegaron muchos de sus conciudadanos. a quienes el tobacco-gate de Blair les demostró que el líder laborista no esta exento de las suspicacias cuando de grandes donaciones se trata, sobre todo cuando esas gruesas sumas de dinero parecen influir la toma de decisiones en favor de los donantes. Porque, como esta demostrado hasta la saciedad, en politica no basta ser honesto, sino parecerlo.
El ocupante del numero 10 de Downing Street niega haber cometido alguna incorrección pero los hechos se confabulan en su contra. Blair sostuvo como uno de sus caballitos electorales de batalla una guerra frontal contra el consumo de cigarrillos, inclusive entre las nuevas generaciones, y eso implicaba la prohibición de hacerles publicidad en los eventos deportivos.
Pero sorpresivamente hace dos semanas el gobierno dio un timonazo que hubiera dejado sin aliento a Jacques Villeneuve. La ministra de Salud, Tessa Jowell, anunció que Londres propondria a la Unión Europea eximir de esa prohibición a las carreras de Fórmula 1 por un perfodo de 10 años, plazo en el cual el 'circo' deberia buscar nuevas fuentes de apoyo económico.
El planteamiento gubernamental no sonaba nada mal: si se efectuaba la prohibición la industria de la Fórmula 1 emigraria a otros lugares mas permisivos, como el sureste de Asia o Europa Oriental, y de todas formas su mensaje publicitario llegaria por televisión. Entre tanto la gran afectada seria la industria britanica relacionada con esas competencias, pues los carros son diseñados y construidos en su mayoria en ese país y en general ocupa a mas de 8.000 personas y significa ingresos por mas de 100 millones de libras esterlinas al año.
Pero ya estaban andgndo las denuncias sobre la donación de un millón de libras esterlinas hecha en enero a la campaña de Blair por el magnate de la Fórmula 1, Bernard Ecclestone, a lo que se sumó una reunión entre este y Blair el 16 de octubre, en la cual, supuestamente, el ultimo decidió eximir a las carreras de la prohibición publicitaria.
Voceros del gobierno primero negaron vehementemente que hubiera donación alguna de Ecclestone, tradicional apoyo de los conservadores, y luego aceptaron que podia haber una suma superior al limite declarable de 5.000 libras, pero en todo caso negaron que hubiera relación alguna entre el dinero y la decisión gubernamental. Pero el furor que se desató convenció a Blair de que lo mejor que podia hacer era poner la donación de Ecclestone en conocimiento de sir Patrick Neill, custodio de la etica parlamentaria. El objetivo habria sido el de echar tierra sobre el tema del trafico de influencias y situarlo en el campo mas general de la financiación de las campañas. Eso no convenció a los criticos del gobierno, para quienes es claro que Blair debió haber puesto sobre la mesa el tema de la donación antes y no despues de iniciado el escandalo.
Semejante colección de verdades a medias y mentiras completas, sin embargo, podria tener un efecto demoledor para el futuro de un. gobierno que llegó al poder sobre la base de las denuncias contra las pequeñas deshonestidades de su antecesor. Los mas furiosos son los lideres sindicales, quienes señalan que el millón de Ecclestone le ganó el acceso al 10 de Downing Street que ellos, que forman la columna vertebral del partido laborista, no han logrado hasta ahora.