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Uzbekistán

El tirano aceptable

Aunque Islam Karimov tiene las manos manchadas de sangre, pocos creen que el dictador de Uzbekistán caiga. Es demasiado importante para Estados Unidos y Rusia.

22 de mayo de 2005

Expectantes e indignados los pobladores de Andiján, en el valle Ferganá cerca de Kirguistán, se reunieron el 13 de mayo para protestar contra la pobreza y la falta de oportunidades en Uzbekistán. Ese día Islam Karimov, el presidente, se encontraba en la ciudad. Los manifestantes pidieron hablar con él y expresarle su descontento. Mientras esperaban en la plaza al mandatario, llegaron las tropas y abrieron fuego.

Organizaciones humanitarias y habitantes coincidieron en que murieron más de 500 personas. El gobierno asegura que los soldados dispararon sólo contra extremistas islámicos armados, que los muertos son 167 y que 32 soldados perdieron la vida en la revuelta. Al día siguiente en Pakhtabad, a unos 30 kilómetros de Andiján, más de 200 personas fueron tiroteadas, en su mayoría mujeres y niños que trataban de huir a la frontera. En total se cree que los muertos en Uzbekistán serían al menos 745.

Karimov había llegado a Andiján el mismo viernes para dirigir la persecución de 2.000 prisioneros políticos sacados de la cárcel el jueves por 30 hombres armados. Entre aquellos estaban 23 empresarios musulmanes pertenecientes a Akramiya, una organización social islámica. El presidente los acusa de ser fundamentalistas y muy peligrosos. El otro grupo en la mira del gobierno es Hizb ut Tahrir (Grupo de la Liberación), que existe en toda Asia Central y busca establecer el Califato o gobierno islámico en la región. Sus miembros aseguran ser pacíficos pero Estados Unidos los declaró terroristas. Ambas organizaciones han sido sindicadas de tener vínculos con el Talibán y con Al Qaeda.

En medio de la confusión huyeron a Kirguistán unos 500 refugiados que están acomodados en carpas mientras 6.000 más esperan en la frontera. Los que lograron huir dicen que fueron atacados de nuevo por el ejército, muchos perdieron a sus familiares y otros dejaron a sus hijos en el camino.

El valle de Ferganá fue cerrado por el ejército y los habitantes de pueblos vecinos dicen haber escuchado disparos durante toda la semana. Los periodistas internacionales fueron forzados a salir de la zona. Los servicios telefónicos, de celulares y las redes de Internet están caídas y el país sólo tiene acceso a la televisión local. "No podíamos permitir algo así, si no tendríamos mañana decenas de conflictos", declaró Karimov para justificar la represión. Dijo que Uzbekistán nunca atacaría a mujeres y niños. Acusó a los fundamentalistas de enfrentar a los soldados y matar a los civiles.

La historia de este país se ha escrito con sangre. A comienzos del siglo XV Tamerlán, el gran conquistador uzbeco, al invadir Bagdad ordenó a sus soldados traer al menos dos cabezas humanas para demostrar su lealtad. El resultado fue una masacre de 20.000 personas. Islam Karimov es un seguidor fiel de esta tradición histórica. Ha sido acusado por Human Rights Watch de cocinar en un caldero a dos prisioneros en 2002 a manera de castigo ejemplar. La tortura es común en el país y muchos habitantes tienen algún familiar que ha sido arrestado o desaparecido.

Uzbekistán es un Estado que no ha abandonado del todo la era soviética y que aún vive en el feudalismo. La población, en su mayoría campesina, tiene la obligación de comprar sus insumos y vender sus productos al Estado, por lo cual van acumulando deudas y eventualmente son desplazados de sus tierras. La pobreza es enorme y la estabilidad económica de los habitantes es incierta.

Karimov fue criado en un orfanato en Samarcanda y ha ostentado el poder desde 1990 cuando fue nombrado presidente de la República Socialista Soviética de Uzbekistán. En 1991 declaró la independencia y ganó las elecciones presidenciales con 86 por ciento de votos. Desde ese entonces ha sido reelegido por medio de referendos y comicios declarados por la comunidad internacional como fraudulentos. Acabó con la oposición desde su primer año de régimen, prohibió todos los partidos con ideologías diferentes a la suya y persiguió a todos los opositores.

Curiosamente y a pesar de su nombre de pila, el presidente Karimov lucha intensamente contra el islamismo. Aunque lo tolera y el 88 por ciento de la población del país sigue las enseñanzas del Corán, la religión está fuertemente controlada por el Estado. Tanto es así que los rezos de los viernes son escritos por el caudillo y repartidos a las mezquitas de todo el país. El ex líder del partido comunista en su país se proclama musulmán, pero dice que es una creencia muy peligrosa si las enseñanzas del Corán son tomadas a la ligera. Todo el que practique el islamismo de manera diferente a la oficial corre el riesgo de ser encarcelado. Se dice que en los 15 años de su régimen más de 7.000 personas han terminado en la cárcel por razones religiosas y políticas.

Pero ese gobierno claramente tiránico está muy bien sustentado. La razón es que cuenta con el apoyo de Estados Unidos y de Rusia, tanto por sus recursos energéticos como por su posición estratégica. Cuando las tropas norteamericanas atacaron a los Talibán en Afganistán, Karimov las apoyó al permitir la construcción de una gran base aérea en su territorio. Ello, y su afán por contener al fundamentalismo le han convertido en un importantísimo aliado en la 'Guerra contra el terrorismo'. Para sus aliados de Washington Karimov es un musulmán "moderado" y no es un tirano, sino un "autócrata".

Por eso el gobierno de George W. Bush no ha reaccionado con fuerza frente a la masacre en Andiján, y se limitó a pedir mesura y que Karimov permitiera mayor libertad. En cambio se mostró preocupado ante la posibilidad que extremistas hubiesen huido de la cárcel. "Lo castigarán en privado pero no harán criticas fuertes en público. Karimov es un aliado importante", dijo a SEMANA Mikhail Molchanov, politólogo de St. Thomas University de Canadá. El presidente ruso Vladimir Putin no condenó las muertes, pero sí alertó sobre los riesgos de una desestabilización en Asia Central. Especialmente después de las revoluciones 'de terciopelo' en Georgia, Ukrania y Kirguistán.

El mayor crítico de Karimov es el ex embajador británico Craig Murray, quien lo califica de sanguinario. Ha declarado que Estados Unidos le da 10 millones de dólares al año al ejército uzbeko. Además, Murray se atrevió a acusar al gobierno de Bush de utilizar ese país para el procedimiento conocido como rendition, por el cual Estados Unidos entrega sospechosos de terrorismo a países en los que la tortura es habitual, para que hagan el trabajo sucio por ellos.

"A menos que la revuelta se esparza a otras ciudades, él continuará en el poder", dijo a SEMANA el doctor Mehrdad Haghayeghi, profesor de ciencia política de la Universidad de Missouri. A pesar de que los pobladores de la ciudad fronteriza de Korasuv expulsaron el 14 de mayo a los representantes del gobierno, tan solo cuatro días más tarde el ejército retomó ese territorio. En Uzbekistán no existe un líder de oposición que tome la bandera para tumbar el régimen de Karimov. A pesar de que la Otan y la ONU han pedido investigaciones serias e independientes, su importancia estratégica seguramente evitará una intervención internacional en su contra. Islam Karimov continuará en el poder, sin que importe mucho cuántos conciudadanos mate en las calles, porque sus aliados prefieren en ese lugar del mundo a un 'autócrata' que a un líder popular, y peor aún, que a un gobierno islámico.