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El accidente quedó registrado en un impresionante video. La responsabilidad del maquinista, que parece absoluta, añade un factor de preocupación para miles de usuarios diarios del AVE. | Foto: AFP

ESPAÑA

El tren fatal de España

Las consecuencias del accidente en Galicia incluyen el futuro del negocio ferroviario, del turismo y de la política, y se suman al pesimismo actual.

27 de julio de 2013

E l jueves 25 de julio era un día muy especial para España. Se celebraba en su fecha tradicional la fiesta del santo patrón de la península, el apóstol Santiago, y  el gobierno de Mariano Rajoy esperaba con ilusión el anuncio de que el desempleo cercano a los 6 millones de personas cayó en el último mes en 225.200.

En una fracción de segundo, a las 9 y 41 minutos de la noche del miércoles, las dos fiestas se aguaron. En ese momento se salió de sus rieles un tren de alta velocidad cerca de Santiago de Compostela, la capital del santo, para convertirse, como lo definió una testigo “en un torpedo”. Uno de los vagones saltó la barrera de insonoridad, mientras otros se incendiaron o quedaron aprisionados entre sí. 

Lo que en un principio pareció un accidente muy grave se elevó a la categoría de catástrofe cuando en medio de las sombras de la noche y a medida que los voluntarios, primero, y los equipos de rescate, después, buscaban entre los hierros retorcidos, dieron con un saldo terrible: 78 muertos (entre ellos dos colombianas, Sara Camila Vélez y Ana María Ángel) y no menos de 150 heridos (de los cuales cuatro también son colombianos), 36 de ellos en estado crítico. 

Los tres días de duelo (y siete en Galicia, donde está Santiago de Compostela, que canceló las fiestas) pusieron el crespón negro en el seno de una sociedad consternada e incrédula. Para los españoles, el tren es uno de los elementos más preciados de su cotidianidad, ligado  a una relativa puntualidad y sobre todo a la seguridad. Y no solo eso, para buscar un accidente similar hay que remontarse a 1972. Además, España es líder en Europa en este tipo de trenes y segunda en el mundo, detrás de China, por encima de Japón y Francia. 

Más allá, los interrogantes que surgen están por encima del esclarecimiento del hecho. Los españoles se preguntan si los, en promedio, 100.000 pasajeros diarios que se suben a 300 trenes que cada 24 horas llegan a 80 ciudades y municipios ponen sus vidas menos en los terrenos de la tecnología y más en los de un maquinista irresponsable. 

Los trenes tienen dos sistemas de seguridad. Uno es el Ertms, que controla automáticamente la velocidad. El otro es el Asfa, que avisa pero no actúa sino al llegar a 200 kilómetros por hora. El problema que sale ahora a la luz es que hay 13.000 kilómetros de la red que se rigen por Asfa.
 
El tren Alvia (esa es su referencia) transitaba por una zona Asfa y por eso todo estaba a cargo de Francisco José Garzón Amo, el maquinista, quien sobrevivió y deberá explicar por qué iba a 190 kilómetros por hora en una zona restringida a 80. Garzón Amo, de 52 años, es señalado de haber puesto hace unos meses en su cuenta de Facebook: “No puedo correr más, si no me multan”, al lado de un velocímetro que marcaba 200 en la aguja. 

Lo segundo es si el efecto del accidente va a afectar la confianza en un transporte que ya estaba tocado por la crisis. Los trenes de alta velocidad tienen enormes ventajas sobre los aviones (sus estaciones están en el centro de las ciudades, no obligan al chequeo de equipajes y pasajeros y son limpios y cómodos), pero el valor de sus tiquetes se volvió caro para una población sin poder adquisitivo.

En los últimos meses, la empresa Renfe se acogió a la fórmula de las tarifas según el mercado, como las de los aviones, y la gente parecía volver a montar en ellos. Se presume que lo seguirá haciendo, pero para sectores como el turístico ya hay una estrella negra.

Ahora bien, de confirmarse la responsabilidad del maquinista, surge un nuevo cuestionamiento y es la fragilidad del sistema, obligado a mejorar los controles, a la vez que no tardarán en surgir exigencias de revisar todas las líneas de alta velocidad. Así mismo, países como Arabia Saudita o Turquía, entre otros, que compraron el modelo de los trenes españoles AVE serán más exigentes y podrían cambiar.

Las consecuencias no escaparán al ámbito político. El presidente Rajoy debe comparecer el jueves ante el Congreso  sobre las acusaciones de corrupción al interior de su partido. ¿Hasta qué punto puede afectar el debate el estado anímico de la nación? 

En cambio, no hay dudas sobre la valentía y la solidaridad de centenares de personas anónimas que ayudaron a salvar vidas sacando a los heridos de los coches que ardían o estaban volcados, sin otras herramientas que sus manos. Y en los hospitales hubo que cerrar las puertas ante la masiva donación de sangre. Eso, para un país que parece estar viviendo las plagas bíblicas, traspasa la mera noticia trágica y sirve de aliciente en medio de otro golpe, uno más de estos malos tiempos.