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Obama escogió la Universidad de El Cairo para dar el discurso al mundo musulmán que había prometido desde su posesión

ESTADOS UNIDOS

El valor de las palabras

El esperado discurso de Barack Obama al mundo musulmán no anunció medidas concretas, pero exhibió un profundo cambio de tono.

6 de junio de 2009

Digan lo que digan, el discurso que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, pronunció el jueves en la Universidad de El Cairo pasará a la historia. La última vez que George W. Bush viajó a Irak, le lanzaron un zapato a la cabeza; esta vez en Egipto a Obama le gritaban "I love you". El actual mandatario anunció en la capital egipcia el respeto que siente hoy día la Casa Blanca por el Islam y sus fieles. Un cambio de tono tan profundo es fruto de una mente razonable. Sirve, pero no basta. Para que las cosas cambien, el Presidente norteamericano tendrá que tomar decisiones. Y eso cuesta.

Ante 3.000 personas, Obama dejó claro el propósito de su visita. "He venido en busca de un nuevo comienzo entre Estados Unidos y los musulmanes alrededor del mundo. Un comienzo basado en el interés y el respeto mutuos. América y el Islam comparten valores de justicia y progreso, tolerancia y dignidad para todos los seres humanos", dijo al principio del discurso de 55 minutos transmitido en directo a todos los países donde predomina la fe de Mahoma. El Presidente, que saludó con un "salaam aleykum" (que en árabe significa "la paz esté con vosotros"), mencionó los aportes gigantescos del Islam a la historia de la civilización, citó frases del "sagrado Corán" y no usó jamás la palabra "terrorismo", sino que se refirió a los "extremistas".

La parte más controvertida fue la relacionada con el conflicto árabe-israelí. Obama subrayó que los nexos de Estados Unidos con Israel son "irrompibles", pero afirmó que "la situación de los palestinos es intolerable" y sufren humillaciones a diario a causa de "la ocupación". Se declaró a favor de que "Palestina" (otra palabra novedosa en un presidente gringo) se convierta en un Estado. Dijo que Washington no le "volverá la espalda a esa aspiración". Y advirtió que rechaza la legitimidad de que Israel siga construyendo asentamientos. Por si fuera poco, entre los israelíes causó extrañeza que el líder norteamericano hubiera visitado Oriente Próximo sin hacer una escala en Tel Aviv. El Presidente también advirtió que quiere repatriar los ejércitos que luchan en Irak y Afganistán; que rechaza el programa nuclear de Irán y Corea del Norte, y que es partidario de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres.

No había terminado Obama su discurso cuando le llovieron críticas. Desde el Irán de los ayatolas, el máximo líder, Alí Jamenei, aseguró que su país quiere usar la energía nuclear para fines pacíficos y manifestó que los musulmanes odian a Estados Unidos con toda el alma. Y en casa, el ex precandidato republicano Mitt Romney dijo en la conservadora cadena Fox que Obama, al reconocer en Arabia Saudí y Egipto los errores norteamericanos del pasado, hizo "el 'tour' de las disculpas". Su entrevistador, Sean Hannity, añadió: "Si en la Segunda Guerra Mundial las tropas aliadas hubieran pedido perdón por todo, no habrían llegado a ninguna parte".

Sin duda, el reproche más grave que se le puede hacer al discurso Obama es que no expuso medidas concretas. Es verdad. Pero los discursos que han hecho cambiar a las relaciones internacionales de la Casa Blanca nunca han entrado en detalles. Hace exactamente 62 años, cuando el 5 de junio el secretario de Estado, George Marshall, anunció en la Universidad de Harvard el plan que lleva su nombre, por el cual los gringos financiaron la reconstrucción de Europa tras la guerra, no dio una sola cifra ni divulgó una medida determinada. Y sin embargo, ahí están en pie ciudades como París, Roma y Berlín, y ahí están Francia, Italia y Alemania entre las potencias económicas de Occidente. Lo que hizo Barack Obama el jueves en El Cairo es parecido: enunciar trazos generales de una nueva línea de acción, en este caso frente al Islam y Oriente Medio. Falta ver si la convierte en realidad. Si no lo consigue, pasará a la historia como un elocuente ineficaz. Si lo logra, dejará la Casa Blanca como uno de los mejores presidentes de Estados Unidos.