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Michael Bloomberg se dio plazo hasta principios de marzo como fecha límite para entrar en la carrera. El magnate ve una apertura para su candidatura si Donald Trump y Bernie Sanders son elegidos en las primarias republicanas y demócratas.

ESTADOS UNIDOS

¿Michael Bloomberg presidente?

La intención de Michael Bloomberg de buscar la Presidencia de Estados Unidos produjo un remezón en la campaña. Con una fortuna seis veces superior a la de Donald Trump, él podría decidir quién mandará en la Casa Blanca desde enero de 2017.

30 de enero de 2016

Ni el más exagerado de los guionistas de Hollywood habría imaginado que dos extremistas como Donald Trump y Bernie Sanders tendrían la menor posibilidad de ser los candidatos a la Presidencia de los partidos tradicionales. Sin embargo, con el paso de los meses hoy esa posibilidad se ha vuelto real, sobre todo en el caso de Trump. Semejante escenario tiene cavilando a Michael Bloomberg, el exalcalde de Nueva York, que el sábado filtró a The New York Times que estaba considerando seriamente la idea de lanzarse en calidad de independiente.

Y aunque, según el diario, Bloomberg solo se decidiría a comienzos de marzo –es decir, una vez la mayoría de los estados haya votado en las primarias que comienzan el lunes– su anuncio ya afecta el desarrollo de la contienda. Como dijo a SEMANA John Jackson, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del Sur de Illinois, “Bloomberg está usando su influencia entre los demócratas para llevar a Hillary Clinton hacia el centro y así funcionar como un contrapeso a la influencia de Sanders, que con su exitosa campaña ha inclinado a esa agrupación hacia la izquierda”.

En efecto,  Sanders –un senador de 74 años que se describe como “socialista” e invita a la “revolución”– tiene a la defensiva a la favorita del
establishment demócrata. Las encuestas lo muestran como vencedor en Iowa y New Hampshire que,  por ser los primeros estados que votan, acaparan la atención de los medios y suelen marcar la tendencia en el resto de las primarias. Aunque a nivel nacional las encuestas favorecen a la exsecretaria de Estado, la amenaza del viejo senador ha desatado el olfato político de Bloomberg. Como escribió en su columna semanal Jason L. Riley, uno de los miembros  del consejo editorial de The Wall Street Journal, el mensaje del exalcalde para la ex primera dama es explícito: “Deshazte de una vez por todas de Sanders desde el inicio de las primarias, o me meto en la carrera”.

Sin embargo, la candidatura de Bloomberg ha producido cierto escepticismo. Comenzando porque ya en las elecciones de 2008 y de 2012 él mismo había evocado esa posibilidad, sin llegar a concretarla. En 2013 dijo incluso al New York Magazine que le era “sencillamente imposible” llegar a la Presidencia, porque en Estados Unidos nadie puede hacerlo sin la nominación republicana o demócrata.

“Las reglas del colegio electoral estadounidense hacen que sea absurdo votar por un candidato que no pertenezca a los grandes partidos. De hecho, si uno vota por un candidato independiente, está ayudando al candidato que menos le gusta”, dijo en conversación con esta revista Bill Schneider, profesor de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad George Mason. “La única ocasión en la que tiene sentido votar por un independiente es cuando las encuestas muestran que tiene buenas posibilidades de ganar, lo que nunca ha sucedido”, agregó.

Sin embargo,  un sondeo publicado el año pasado por Gallup mostró el desencanto de los estadounidenses con los partidos tradicionales al revelar que el 41 por ciento del electorado se declara independiente. Esa tendencia se registra desde 2009 y no ha parado de crecer. De hecho, los independientes son hoy de lejos el grupo más numeroso en la política norteamericana.

A ese dato se suman los resultados de una encuesta de Morning Consult publicada el domingo, que muestra cómo se comportaría Bloomberg en las elecciones ante diferentes combinaciones de candidatos republicanos y demócratas. Y aunque en todos los casos quedaría de último, el sondeo arroja dos datos relevantes.

Primero, que sin haberse lanzado ni haber hecho campaña Bloomberg ya lograría más del 10 por ciento de los votos. Y segundo, que cerca de un tercio del electorado tiene de él una opinión favorable y que casi la mitad no lo conoce, lo que significa que tiene un gran margen para crecer. Por el contrario, más de la mitad de los votantes tiene una opinión negativa de sus eventuales rivales, a lo cual se agrega que a estas alturas prácticamente todo el mundo los conoce, por lo que son muy bajas sus posibilidades de conquistar nuevos seguidores.

A eso se agrega la fortuna personal de Bloomberg, clave en una elección como la norteamericana. Según la revista Forbes, tiene la octava fortuna del mundo, con más de 38.000 millones de dólares (unas seis veces la de Trump), de los cuales pensaría destinar 1.000 millones a su eventual campaña presidencial. Y como le comentó a SEMANA Michael Hannahan, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Massachusetts, “sería un error no tomar muy en serio la candidatura de alguien con una billetera como la suya”.

A pesar de todo, sus antecedentes políticos juegan en su contra, pues durante su carrera ha sostenido posiciones que lo alejan de las grandes corrientes políticas. Para Schneider, “ideológicamente, Bloomberg está más cerca de la izquierda, sobre todo en los temas sociales y en el control de armas, lo que lo aleja de los electores de derecha. Y, viceversa, su cercanía con Wall Street, su estilo elitista y su negativa a gravar las grandes fortunas lo convierten en una figura poco atractiva para la izquierda”.

Nada de eso quiere decir que el magnate no pueda jugar un papel protagónico en las elecciones del 8 de noviembre, como demuestra la historia reciente de las candidaturas independientes en Estados Unidos. En particular, la de Ross Perot y la de Ralph
Nader, que contribuyeron a las derrotas de George H. W. Bush en 1992 y de Al Gore en 2000. Y aunque a estas alturas es difícil saber cuál partido saldrá más perjudicado con la eventual candidatura de Bloomberg, esta ha confirmado una realidad de la política norteamericana. En la democracia de ese país, el dinero sigue siendo la ley.