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Los brasileños no han dejado de protestar por la corrupción y por la violencia que tiene el país en crisis. | Foto: AFP

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Elecciones en Brasil: la democracia en cuidados intensivos

Con Lula en la cárcel y Jair Bolsonaro en el hospital, Brasil está inmerso en un ambiente político polarizado. A una semana de las elecciones presidenciales, la confusión reina entre una población hastiada por la corrupción y la desigualdad social.

29 de septiembre de 2018

Muchos la califican como la elección presidencial más incierta desde el regreso de la democracia a Brasil en los años ochenta. El hecho de que un racista nostálgico de la dictadura lidere las encuestas tiene con los pelos de punta a más de uno, pero preocupa más que el discurso populista de Jair Bolsonaro gane adeptos conforme se acerca la primera vuelta del 7 de octubre.

Hace unas semanas, Bolsonaro no pasaba del 15 por ciento en la intención de voto; la mayoría (cerca del 40 por ciento) estaba con un Lula da Silva, que desde la cárcel movilizaba a todos los que añoraban su regreso. Con el popular dirigente fuera de la carrera por la presidencia, el panorama tuvo un cambio dramático. La más reciente medición indica que Bolsonaro, excapitán del Ejército, lidera con 27 por ciento la intención de voto, mientras que Fernando Haddad, candidato del Partido de los Trabajadores (PT), solo alcanza el 21 por ciento. Más atrás están Ciro Gomes (12), Geraldo Alckmin (8) y Marina Silva (6).

Fernando Haddad pasó de ser la fórmula vicepresidencial de Lula a comandar la candidatura del PT. Todo indica que en una eventual segunda vuelta, el 28 de octubre, los brasileños lo preferirían por encima de Bolsonaro.

Todos ellos, a excepción de Bolsonaro, se vieron las caras el miércoles en uno de los últimos debates antes de las elecciones. Los candidatos minoritarios pusieron en evidencia la polarización electoral y dirigieron sus ataques contra Haddad y el candidato ausente. Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), aún se recupera en el Hospital Albert Einstein de São Paulo de la puñalada que recibió en el abdomen durante un acto de campaña.

Los candidatos pusieron la mira en Haddad y lo atacaron a él y a su partido. “En este momento, el PT representa una cosa muy grave porque se transformó en una estructura de poder que acabó por crear a Bolsonaro, esa aberración”, dijo Ciro Gomes, tercero en las encuestas. La frase tuvo especial repercusión porque en Brasil muchos creen que más allá del atentado, Bolsonaro supo capitalizar el descontento generalizado de la sociedad brasileña frente a la corrupción, la mayoría asociada al PT y a Lula.

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Los brasileños además viven con hastío por cuenta de una clase política corrupta y con fenómenos en crecimiento como la violencia y el desempleo, que en julio alcanzó el 12,3 por ciento. Tener tan cerca esos problemas terminó por nutrir el discurso antiestablecimiento de Bolsonaro, quien promete mano dura contra los principales partidos políticos del país y líderes tradicionales asociados a la corrupción, lo cual explica parte del impulso que llevó al ultraderechista a la vanguardia de la carrera presidencial.

Bolsonaro veía desde el hospital cómo el resto de partidos de centroizquierda se sacaban los ‘trapitos al sol’ durante el debate. De hecho, uno de los momentos de mayor tensión tuvo como protagonista a la ecologista Marina Silva, quien dijo que Michel Temer está en la presidencia gracias al PT y a Dilma Rousseff, quien lo eligió como vicepresidente. Haddad acusó a Silva de ser responsable de la caída de Rousseff debido al apoyo que la ecologista sumó al impeachment (juicio político) contra la expresidenta en 2016.

Internado desde hace tres semanas en el Hospital Israelita Albert Einstein de Sao Paulo, Bolsonaro ha dicho que su recuperación no lo dejará participar en ningún debate presidencial antes del 7 de octubre. Volverá al ruedo político durante la primera vuelta.

Las acusaciones de lado y lado distorsionaron el debate y los brasileños vieron más ataques que propuestas. Sobre estas últimas, el Instituto Paraná Pesquisas reveló las razones que más seducen de cada candidato. Por ejemplo, a Bolsonaro lo votarán por luchar contra la violencia y por representar un cambio; a Haddad, por su cercanía a Lula; a Gomes, por sus proyectos de creación de empleo; a Alckmin, por su experiencia política y administrativa, y a Silva, por el respeto a los recursos naturales.

El estudio también indica que los brasileños votan más por proximidad a los candidatos y no tanto por propuestas partidarias, y están interesados en diferenciar a los populistas de los no populistas, castigando en las urnas a los candidatos más reaccionarios. Por eso sorprende el primer lugar en las encuestas de Bolsonaro, precisamente conocido por sus comentarios misóginos y por sus ataques contra negros, indígenas y homosexuales.

A pesar de eso, muchos lo siguen y las marchas a su favor son multitudinarias. Al respecto, SEMANA consultó a Michael Freitas, coordinador de la Escuela de Derecho de Río de Janeiro: “Muchos de sus seguidores ven a Bolsonaro como un conversador directo que no tiene miedo a decir las cosas. Ha convertido la lucha contra la corrupción política y el crimen en las piedras angulares de su campaña, prometiendo dar a la Policía más libertad para matar criminales y facilitar que los civiles posean armas”, asegura.

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Aunque sorprenda, hombres con esas mismas ideas y perfil político han llegado al poder. Donald Trump en Estados Unidos y Rodrigo Duterte en Filipinas son vivos ejemplos de que el populismo seduce, y Bolsonaro lo está aplicando en Brasil a su manera. Por ahora, solo dos obstáculos podrían detener al exmilitar de llegar al Palacio del Planalto: Fernando Haddad y las mujeres brasileñas.

De acuerdo con un sondeo publicado esta semana por la firma Ibope, Fernando Haddad ganaría en segunda vuelta contra Bolsonaro. Sin el 50 por ciento necesario para ganar directamente el próximo 7 de octubre, Bolsonaro no tendría cómo responder a una coalición de izquierda que se volcaría toda hacia el candidato de Lula. Por eso, en una eventual segunda vuelta el 28 de octubre, Haddad se impondría a Bolsonaro con el 43 por ciento frente al 37 por ciento de los votos. La misma encuesta revela que, paradójicamente, ambos candidatos son los más rechazados por los votantes. A Bolsonaro lo rechaza el 46 por ciento y a Haddad el 30 por ciento por cuenta de los escándalos de corrupción del PT.

Desde ya ambos candidatos se preparan para el balotaje que determinará quién se queda con la presidencia. Por eso buscan posicionarse entre los votantes con más poder de decisión y ahí es donde las mujeres se convierten en un dolor de cabeza para Bolsonaro.

Esta semana hizo noticia un movimiento en internet llamado Mujeres Unidas contra Bolsonaro. Más de un millón de mujeres usaron las redes sociales para promover una campaña contra el exmilitar. Muchas de ellas, en especial las negras, temen una presidencia de Bolsonaro por cuenta de sus posturas racistas y extremistas. En Brasil, las mujeres representan más del 52 por ciento de los 147 millones de votantes habilitados y, de acuerdo con una encuesta de Datafolha, a Bolsonaro lo rechaza el 49 por ciento de ellas, mientras que apenas lo apoya un 17 por ciento.

Consciente de esa variable, Bolsonaro ha intentado estrechar los lazos con las mujeres de su país sin obtener buenos resultados. Antes del atentado en su contra, grabó un video en el que contó las razones que lo llevaron a reversar su vasectomía. Dijo que lo había hecho para hacer feliz a su esposa porque “las mujeres en gran medida encuentran satisfacción en tener hijos”. Mientras que algunas lo aplaudieron, otras lo criticaron por misógino.

Los candidatos menos opcionados han decidido atacar al Partido de los Trabajadores. El laborista Ciro Gomes, tercero en las encuestas, dijo que de gobernar “preferiría hacerlo sin el PT”, y la ecologista Marina Silva los acusó de “hundir a Brasil”.

En una manifestación en Recife, al nororiente de Brasil, varios seguidores de Bolsonaro gritaban consignas contra grupos feministas, diciendo que deberían alimentarlas con comida para perros. Y para completar, Hamilton Mourão, su fórmula vicepresidencial, dijo en otro acto de campaña que las familias encabezadas por madres y abuelas “son fábricas de inadaptados que alimentan a las bandas de narcotraficantes locales”.

Sumido en una grave crisis institucional debido a los numerosos escándalos de corrupción de los últimos años, el gigante suramericano elegirá al sucesor del presidente Michel Temer este octubre. Una odisea para los votantes brasileños que, en busca del cambio, pueden terminar empujando a su joven democracia al campo minado del populismo.