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A pesar de haber salido victoriosa del caucus de Iowa, Hillary Clinton se enfrentó en New Hampshire al mayor revés de su campaña, tras el triunfo de Sanders. | Foto: A.P.

ESTADOS UNIDOS

Sanders y Trump en la batalla por el futuro de EE. UU.

New Hampshire es la muestra de un país polarizado como nunca antes: el socialismo de Sanders fascina a los jóvenes, mientras Trump cabalga en la angustia de una generación mayor, nostálgica del siglo XX.

13 de febrero de 2016

El proceso de selección de los candidatos presidenciales en Estados Unidos es ahora una caja de sorpresas. La antipolítica parece estar derribando a la política tradicional, y los candidatos que hacen campaña contra el Establecimiento reciben el apoyo masivo de los ciudadanos. El pasado martes 9, se confirmó la tendencia en las primarias de New Hampshire, un pequeño estado de menos de 1,5 millones de habitantes situado en New England, en el noreste del país. Los triunfadores de la jornada fueron los candidatos más radicales: el multimillonario Donald Trump entre los republicanos y el senador independiente Bernie Sanders entre los demócratas.

Los resultados no solo son sorprendentes, sino que demuestran la profunda fractura ideológica que comenzó a gestarse hace algunos años, pero que en estas elecciones se hizo visible. ¿Qué explica que un multimillonario neoyorquino como Trump, que dice cosas extravagantes, que insulta a los mexicanos, que pretende impedir la entrada de los musulmanes a Estados Unidos y que no es capaz de pronunciar un discurso hilvanado, esté arrasando? ¿Cómo se entiende que Sanders, un hombre despeinado y algo despistado, que promete una guerra a los banqueros de Wall Street, educación universitaria gratuita y que se presenta como ‘socialista’ se haya erigido en el rock star de los demócratas?

Frente al derrumbe de la promesa del ‘sueño americano’, donde todos los ciudadanos deberían poder acceder a las mismas oportunidades y cumplir sus objetivos personales, la población está dividida. En una esquina está Sanders, apoyado por los jóvenes que piensan que el sistema capitalista es insostenible y deben generarse nuevas formas de pensar la política, para entrar al siglo XXI de la economía compartida y el cambio de paradigma. Y, del lado contrario está Trump con la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, de la necesidad de recuperar los valores del excepcionalismo norteamericano y el individualismo anglosajón. Los eslóganes de campaña son dicientes: “Un futuro en el cual creer” (“A future to believe in”), de Sanders, contra un claro “Hacer grande de nuevo a Estados Unidos” (“Make America great again”), de Trump. La lucha es clara: futuro contra pasado, y ambos recogen votos masivamente.

Mirando hacia el futuro

Con un 60 por ciento de apoyo ciudadano, Bernie Sanders derrotó estrepitosamente a Hillary Clinton en New Hampshire, que solo alcanzó un 38 por ciento de los votos. Aunque los sondeos lo indicaban, nadie se imaginó que la brecha fuera a ser tan grande. Como escribió el miércoles Chris Cillizza en The Washington Post: “Si hace seis meses alguien hubiera dicho que un senador socialista de Vermont le iba a dar una paliza a Hillary en New Hampshire, lo habrían considerado loco”. Más insólito aún fue el discurso de Sanders aquella noche. Tras agradecer a los votantes, les dijo que tiene en mente una “idea radical” que consiste en “hacer una revolución política”.

Catherine Rampell explica claramente el fenómeno Sanders en una columna en The Washington Post. Según ella, que se identifica como una millennial, el término ‘socialismo democrático’ no espanta hoy día a los electores como a quienes vivieron tras la construcción del Muro de Berlín. “El socialismo no es una grosería para quienes no vivieron la Guerra Fría o no la recuerdan. Asociamos el término con los Estados escandinavos, que son igualitarios y prósperos. Estados que han producido cosas tan asombrosas como Ikea”, escribe Rampell, que además recuerda cómo en una reciente encuesta de YouGov el 43 por ciento de los menores de 30 años dieron una opinión favorable del socialismo, mientras que solo el 32 por ciento dijeron lo mismo del capitalismo.

Sanders ha enamorado a los millennials, esto es, los nacidos desde 1980, gente acostumbrada a la globalización y las redes sociales que desvirtúan el mito del individualismo. Jóvenes que por primera vez son conscientes de que tal vez no vivan mejor que sus padres. No hay universidad estadounidense en la que los computadores de los estudiantes no tengan una calcomanía del senador por Vermont. Además, los seduce con su autenticidad. Sus respuestas no suenan preparadas, ni su forma de vestir se ve planeada. Como le dijo a SEMANA Muni Jensen, senior advisor del Albright Stonebridge Group, la firma encabezada por la exsecretaria de Estado Madeleine Albright en Washington, “Bernie Sanders es el Pepe Mujica de la política estadounidense”.

A recuperar lo irrecuperable

Por el lado republicano, Trump ganó sin despeinarse. Logró el 35,3 por ciento de los votos, sorprendentemente seguido por el gobernador de Ohio, John Kasich, que no estaba en la mira republicana, con el 15,8 por ciento; Ted Cruz con el 11,7 por ciento; Jeb Bush con el 11 por ciento, y Marco Rubio (que se desplomó tras un desastroso debate) con el 10,6 por ciento. Consiguió, además, que a las pocas horas abandonaran la competencia el gobernador de New Jersey, Chris Christie, y la expresidenta de Hewlett Packard, Carly Fiorina. Y ha puesto a los viejos zorros de la derecha a trasnochar mientras deciden cómo detenerlo.

El magnate representa a una población nostálgica de Estados Unidos de mediados del siglo XX, cuando el país ganó la Segunda Guerra Mundial y sus habitantes compraron casas enormes y carros nuevos. El 34 por ciento de sus votantes son hombres blancos, mayores de 45 años, la mitad de los cuales carecen de un título universitario, que creen que el país va por mal camino y ven con horror el avance de las minorías étnicas que les quitan la supremacía. No son conscientes de que bajo Obama el desempleo está por debajo del 6 por ciento y de que no hay motivo para esgrimir lo que el columnista de The New York Times David Brooks ha bautizado como “la pornografìa del pesimismo”.

¿Quién va por el ‘knock out’?

Las primarias de New Hampshire revisten una importancia histórica innegable. Para empezar, constituyen la segunda parada del proceso donde cada uno de los 50 estados de Estados Unidos selecciona a los delegados que votarán para escoger a los candidatos presidenciales en las convenciones de mitad de año; dejan ver una tendencia y a veces suscitan retiros y adhesiones. No en vano, los últimos tres presidentes terminaron de segundos en esas primarias: Barack Obama en 2008 (lo derrotó Hillary Clinton), George W. Bush en 2000 (superado por John McCain) y Bill Clinton en 1992 (cayó ante Paul Tsongas). Pero más llamativo aún es que los siete anteriores ganaron en New Hampshire. Fue el caso de George H. W. Bush y su antecesor y exjefe Ronald Reagan, y más atrás el caso de Jimmy Carter, Richard Nixon, Lyndon B. Johnson, John F. Kennedy y Dwight Eisenhower.

¿Serán Trump y Sanders los candidatos? ¿Se enfrentarán sus ideologías en noviembre? Trump parece tenerlo más fácil. En las encuestas de cara a las próximas elecciones primarias en Carolina del Sur el 20 de febrero, cuenta, según el promedio de Real Clear Politics, con el 32 por ciento, en tanto que Ted Cruz aparece con el 26 y Marco Rubio con el 20 por ciento. Para Bernie Sanders, en cambio, hay turbulencias en la ruta. Aunque salió fortalecido de las primarias en New Hampshire, los sondeos no están de su lado. Para las primarias de Carolina del Sur el próximo 23 de febrero cuenta con el 32,5 por ciento del apoyo frente al 62 por ciento de Hillary Clinton, y sus resultados no son mucho mejores para el Supermartes, que tendrá lugar el 1 de marzo en una decena de estados. Pero no solo eso. En las encuestas a nivel nacional, Hillary alcanza un 49,3 por ciento y Sanders un 36,3 por ciento. Él, sin embargo, está lleno de ilusiones y los jóvenes que lo siguen, también.

Como explicó a SEMANA Aurel Braun, experto en relaciones internacionales del Centro Davis de la Universidad de Harvard, “las fuertes victorias de Sanders y Trump en las primarias de New Hampshire recortaron de alguna forma la lista de candidatos, pero no traen claridad”.

La pelea todavía es larga, y apenas va para el tercer round. Las preguntas planteadas alrededor de las primarias estadounidenses solo podrán tener respuesta realmente a finales de mayo y comienzos de junio, cuando los últimos estados decidan a sus nominados. Las cartas todavía no están jugadas. La semana pasada Marco Rubio devolvía la esperanza al establishment republicano y Hillary Clinton posaba triunfante, pero fueron flor de un día. Esta semana la cosa se tornó ideológica, y un desconocido candidato republicano quedó segundo. Con seguridad las próximas semanas traerán aún más sorpresas.