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EN EL LIMBO

Con la renuncia de Hosokawa, el problema de corrupción en Japón parece no tener salida.

9 de mayo de 1994

EL ASCENSO AL PODER DE Morihiro Hosokawa hace ocho meses no fue sino una brisa suave en el infierno de corrupción que vive Japón en los últimos años. Hosokawa, líder de una coalición de ocho partidos que logró acabar con 38 años de gobierno del Partido Democrático Liberal (PDL), representaba la esperanza de una renovación.
Lo que nadie imaginó fue que el mismo dirigente que prometió acabar con la corrupción haya caído por la misma causa. Acusado por el PDL de haber aceptado hace 12 años 100 millones de yenes de la empresa de mensajería internacional Sagawa, el primer ministro decidió renunciar.
Algunos sectores de la opinión vaticinan el retorno al poder del PDL, un partido que, a pesar de haber afrontado en el pasado numerosos casos de corrupción en su gabinete, por lo menos conservaba cierta estabilidad política, algo que en los ocho meses de gobierno no había podido lograr Hosokawa, considerado muy débil a la hora de enfrentar a sus opositores. Otros ven en Ichiro Ozawa, figura clave en la coalición que derrotó a los conservadores en agosto, al salvador de la crisis.
Hasta el momento, lo único claro es que la corrupción está ganando la batalla sin que todavía surja en el horizonte alguien que no sólo tenga la capacidad para frenarla, sino que por lo menos esté limpio de ella.