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En la gloria

Con la muerte de Bin Laden, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dio un salto que podría ser decisivo hacia su reelección.

7 de mayo de 2011

Cuando el martes pasado Rush Limbaugh, un locutor de radio ultraconservador, cerró su programa radial con un “gracias a Dios por el presidente Obama”, más de un oyente pensó que había perdido la cabeza. Tan solo cinco días antes, Limbaugh, una de las voces más críticas de la Casa Blanca, había dicho que “nunca hemos tenido un comandante en jefe como este tipo, gracias a Dios, pero esto se tiene que acabar pronto”.

En el lapso transcurrido entre los dos comentarios, el Seal Team 6 de la marina gringa mató a balazos a Osama bin Laden en Pakistán. Un triunfo militar que, como en el caso de Limbaugh, anula muchas críticas sobre el presidente Barack Obama y le da una nueva aura política de cara a la carrera por su reelección en 2012. Desde ya Obama escaló 11 puntos en las encuestas y obtiene 57 por ciento de aprobación de su mandato en Estados Unidos.

Y en las próximas semanas, el tono de la política probablemente va a cambiar. En efecto, los republicanos no se cansaban de afirmar que Obama carecía de liderazgo, era débil contra el terrorismo, y se atrevían a asegurar que eso era así pues no se trataba de un verdadero estadounidense. Lo acusaban de ser blando e incluso lo comparaban con el expresidente Jimmy Carter, cuya confusa política exterior abrió el camino para la revolución islámica en Irán en 1979.

Ya pocos se atreverán a recriminar a Obama. Dos días antes de anunciar la muerte de Bin Laden, le tocó publicar su registro de nacimiento por las presiones de algunos sectores republicanos. “Los comentarios que dicen que Obama es musulmán van a sonar terriblemente ridículos ahora”, escribió el columnista norteamericano Michael Tomasky en el diario The Guardian.

Mirado en perspectiva, el éxito del presidente comenzó desde cuando, al comienzo de su mandato, decidió mantener a Robert Gates como secretario de Defensa, para asegurar la continuidad de la cacería contra Al-Qaeda. Con ese flanco asegurado, cambió el enfoque operativo. En vez de la guerra global contra el terrorismo de su predecesor George W.
 
Bush, poco efectiva, impopular y percibida como agresiva contra el mundo árabe en general Obama optó por reconciliarse con el islam, en un discurso en Egipto que fue muy criticado, pero que hoy resulta un momento crucial de su presidencia. El mandatario cumplió lo que dijo: enfocó sus ataques contra las cabezas de Al-Qaeda. Y logró en dos años y medio lo que Bush y su equipo de halcones no pudieron en dos periodos de campañas militares.

Y tuvo coraje. Un artículo del Huffington Post titulado ‘No guts, no glory’ (sin cojones no hay gloria) resalta que con la decisión de mandar un comando armado a atacar la villa de Bin Laden en vez de bombardear, “Obama escogió el camino más arriesgado, pero también el premio más grande”.

Sin duda, la muerte de Bin Laden cierra una década de crisis morales, histeria patriotera, obsesión por la seguridad, que para los gringos trastornó uno de sus valores fundamentales: la libertad. Por eso, para muchos, con la victoria de Obama al fin pueden superar el 9/11, las cruzadas en Irak y Afganistán, el Patriot Act y Guantánamo. Su elección en 2008 ya fue una novedad enorme en la política gringa, pero con el fin de Bin Laden se posiciona definitivamente como el hombre de la nueva década.

¿Le alcanzará a Obama para repetir presidencia en 2012? Si las elecciones fueran mañana, no habría ninguna duda. Pero aún faltan 19 meses, y en ese lapso pueden pasar muchas cosas. En particular, los analistas mencionan el desempeño de la economía como el factor que podría descarrilar el tren reeleccionista del presidente. Pero, por ahora, el impecable discurso de Obama para anunciar la muerte de Bin Laden, que desató manifestaciones de júbilo en todo el país, sigue resonando con fuerza en los oídos de millones de norteamericanos.