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Shakib Waheib, uno de los militantes más experimentados, posa en el lugar de uno de los atentados de Isis en la región de Anbar, que el grupo controla desde principios de año.

VIOLENCIA

Ríos de sangre corren en Medio Oriente

El grupo Isis se tomó varias ciudades de Irak. Su crueldad ha suscitado el rechazo hasta de Al Qaeda. Está dispuesto a todo por cumplir su idea de crear un califato con territorio de varios países.

15 de junio de 2014

El avance tomó a medio mundo por sorpresa. Desde el martes 3 de junio, cientos de yihadistas vestidos de negro y armados hasta los dientes comenzaron a tomarse, día tras día, los principales centros urbanos y de producción del nororiente de Irak. A su paso, medio millón de personas salieron despavoridas en carro, carreta o a pie, con sus bártulos a cuestas, tratando de alejarse lo más posible de esos fanáticos que asesinan a quien ven por la calle. Se trata del grupo extremista Estado Islámico de Irak y Siria, conocido como Isis por su sigla en inglés. Un nombre de diosa para un monstruo de mil cabezas.

La semana pasada, tras cinco días de combate, unos cuantos centenares de hombres de esta agrupación se tomaron Mosul, la segunda ciudad de Irak después de Bagdad, capital de la gobernación de Nínive, situada en la zona norte del país, rica en petróleo, que además comparte fronteras con Siria, Irán y Turquía. En esa urbe de casi 2 millones de habitantes los combatientes de Isis liberaron a cientos de sus hombres presos, robaron millones de dólares de sus bancos y se tomaron el aeropuerto, varios inmuebles gubernamentales, los canales de televisión y las bases del Ejército, cuyas tropas huyeron dejando su armamento –que incluye tanques y aviones de combate– en sus manos. 

El martes, cuando las banderas negras del movimiento ya ondeaban en los edificios, los combatientes anunciaban que “habían ido a liberar la ciudad”. Pero eso no impidió que, como informó la ONG Save the Children, se haya producido “uno de los mayores desplazamientos de personas en masa del mundo en tiempos recientes”. A su vez, cuando tomaron el consulado turco y secuestraron más de un centenar de ciudadanos de ese país –incluidos los conductores de 28 tractomulas– los yihadistas subrayaron el alcance internacional del ataque de la semana pasada. 

La ofensiva de Isis afectó también la gobernación de Kirkuk –en parte controlada por los kurdos– así como la de Saladino, donde se tomaron la capital Tikrit y asediaron una importante refinería. Además de albergar importantes recursos y de encontrarse en una estratégica zona a orillas del río Tigris, esas ciudades son cruciales en el avance extremista, pues se encuentran en la carretera que conduce a Bagdad. El jueves por la mañana, las tropas yihadistas se encontraban a menos de 100 kilómetros de la capital. 

El impresionante avance de Isis contrasta con la pasividad del Ejército. El gobernador de la provincia de Nínive, Azil al Nuyefi, habló de “un gran derrumbe” de las Fuerzas Armadas. Considerando que los yihadistas de Isis se enfrentaron a un número de efectivos 15 veces superior, es claro que la capacidad de hacer daño de esta organización no se puede medir solo por su número de combatientes, que se calcula entre 3.000 y 5.000 hombres. 

Peor que Al Qaeda

Isis tiene su origen remoto en la caída de Saddam Hussein luego de la invasión norteamericana lanzada por el entonces presidente George W. Bush. El dictador, que era sunita aunque no particularmente religioso, gobernó durante casi 35 años con el apoyo de esa comunidad, minoritaria en Irak. Los chiitas, mayoritarios, llegaron al poder tan pronto los norteamericanos organizaron las primeras elecciones, y desde entonces sometieron a los sunitas a una condición de ciudadanos de segunda categoría, excluidos del gobierno, de las fuerzas armadas y de los jugosos negocios del petróleo. Ese era el campo abonado para que, a la larga, surgieran movimientos de esas características, justamente de la mano de Al Qaeda, la agrupación sunita de Osama Bin Laden que hasta entonces no había hecho presencia jamás en Irak. 

Primero surgió, en 2006, el Estado Islámico de Irak (ISI, por su sigla en inglés) –una coalición de grupos terroristas contra la ocupación estadounidense– y luego se unió el Frente Al-Nusra, que combate en Siria a las fuerzas del dictador chiita Bashar Al-Asad. Como resultado nació Isis, comandado por Abu Musab al Zarqawi, muerto por un drone estadounidense en 2006. Sus militantes son guerreros curtidos, expertos en la inteligencia militar y buenos conocedores de las fortalezas y debilidades de sus enemigos. La financiación, que el grupo extrae de millonarios secuestros, del apoyo de algunos gobiernos sunitas del golfo Pérsico y ahora también de los recursos de las zonas ocupadas, tampoco parece ser un problema para sus operaciones. 

Desde un principio, sin embargo, la relación con Al Qaeda se deterioró. De hecho, para el líder de esta, Ayman al Zawahiri, estaba de más la ‘S’ del final del acróstico de Isis (que representa a Siria) y le pidió al actual líder, Abu Bakr Al-Baghdadi (ver recuadro), que restringiera sus acciones a Irak. Pero Bagdadi rechazó esa injerencia y en la actualidad Isis y Al Qaeda tienen casada una pelea a muerte, que los ha llevado a enfrentamientos como el del 9 de junio en la provincia nororiental de Deir al Zur en Siria, donde perdieron la vida 55 militantes de ambas milicias. Isis también mantiene muy tensas relaciones con otros grupos que también luchan por derrocar a Al-Assad y se le atribuye la muerte de líderes de grupos insurgentes como el Ejército Libio de Liberación, respaldado por Occidente, o la coalición del Frente Islámico Sirio. 

Sin embargo, pese a sus diferencias, Isis es un grupo que entiende al mundo a la manera de Al Qaeda, en particular en lo que se refiere a su proyección internacional. Como le dijo a SEMANA el experto británico en terrorismo Richard Barrett, vinculado al think tank Royal United Services Institution, “Isis considera que la creación de un Estado Islámico en el Levante es apenas una primera etapa de un plan mucho más ambicioso. Ya existen indicios de que cuenta con un brazo en Líbano además de grandes contingentes de tropas en Siria e Irak, sin olvidar que se ha enfrentado a la Policía en Turquía”. Y en efecto, su campaña de terror ha dejado miles de víctimas en toda la región, cuyas guerras se han recrudecido en 2014. 

En Siria, donde Isis controla sectores orientales,  la cifra de muertos se incrementó en más de 10.000 víctimas en menos de dos meses, según informó en mayo la ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos. En Irak, el proyecto Iraq Body Count contó 9.571 víctimas fatales en 2013, el peor registro desde 2008. Y según la misma entidad, en lo corrido de 2014 van cerca de 6.000 víctimas. A lo que hay que agregar el secuestro de 150 niños kurdos, que se teme sean utilizados para ataques suicidas, y de los camioneros y diplomáticos turcos.

A su vez, el grupo es conocido por su brutalidad y por su desprecio por cualquiera que no esté con su proyecto. Según el informe Estado de miedo: Abusos en los centros de detención de Isis en el norte de Siria, publicado por la ONG Amnistía Internacional en diciembre pasado, “en las áreas que controla, sus fuerzas han cometido numerosas y graves violaciones de derechos humanos, algunas de las cuales corresponden a crímenes de guerra, entre los cuales se cuentan secuestros, detenciones arbitrarias, torturas, malos tratos y ejecuciones extrajudiciales”. En muchos casos, las causas de sus exabruptos son tan irrelevantes como fumar cigarrillos, beber alcohol o tener relaciones extramatrimoniales. 

Una intolerancia de cuya brutalidad extrema dan fe los videos que el mismo grupo sube a YouTube, en los que presenta ejecuciones públicas (entre ellas crucifixiones), sicarios disparando con fusiles contra sus víctimas en la autopista, o la explosión de bombas que mandan a volar por los aires  vehículos blindados. Todo ambientado con cantos coránicos después de cada asesinato. Según le dijo a esta revista el director del Center for the Study of Terrorist Radicalization, Daveed Gartenstein-Ross, “comparado con Al Qaeda es una organización más brutal, aunque su estructura le permite una menor capacidad de adaptación”. Algo que no le ha impedido llevar a cabo acciones en otros continentes, como el ataque al Museo Judío de Bruselas del 30 de mayo, en el que uno de sus militantes dejó cuatro muertos y varios heridos. 

Aliados improbables

La gran pregunta es cómo pudo formarse una fuerza de esas proporciones, capaz de hacer tambalear el Estado de Irak. La respuesta tiene dos vertientes. Por un lado, tienen gran parte de la culpa los propios representantes gubernamentales. Según le dijo a SEMANA Yoram Schweitzer, investigador sénior del Institute for National Security Studies, “la fuerza de Isis es la debilidad del gobierno de Nouri Al Maliki en Bagdad, que no ha sabido organizar un Ejército operativo ni ha querido incluir a todos los iraquíes, en particular a los sunitas, relegados desde la caída de Hussein”. 

Por otro lado, las administraciones de Bush y Obama tienen a su vez una gran parte de la responsabilidad. Al respecto, Mathieu Deflem, profesor de la Universidad de South California y autor del libro The Policing of Terrorism, afirma que “Estados Unidos, al invadir a Irak en 2003 es por supuesto responsable de lo que ha sucedido desde entonces. Sin ella, la sociedad iraquí no sería lo que es hoy”. Sin embargo, advierte que “la principal causa de la actual situación es que las autoridades estadounidenses, tanto políticas como militares, fueron incapaces de construir en Irak una paz duradera”. 

Y en el colmo de la ironía, por cuenta de la miopía de Bush hoy Estados Unidos está abocado a defender a un régimen chiita títere de su archienemigo Irán, el principal país de ese credo islámico.

Mientras Teherán desplegaba unidades de su Guardia Revolucionaria y amenazaba con bombardear a las fuerzas rebeldes que se acercaran a menos de 100 kilómetros de su frontera, el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo el jueves pasado que no descarta “ninguna opción para impedir que los yihadistas consigan consolidar su presencia en Irak”.

Una piedra en el zapato para Obama, quien quería que 2014 fuera un punto de quiebre en la política exterior norteamericana, en la que esperaba tener que recurrir   menos a la fuerza. En particular, en una guerra como la de Irak, en la que nunca creyó y que ya había dado por concluida. Lo mismo que  Bush en 2003, cuando se adelantó a afirmar “¡Misión cumplida!”, Obama cantó victoria justo antes de que la situación se saliera de control.

El azote de Irak 
A la cabeza de Isis hay un hombre desconocido pero temible

El líder de Isis se llama Abu Bakr Al-Baghdadi, un nombre adoptado en honor al suegro de Mahoma y a la ciudad de Bagdad. Aunque debido a su poder es usual que se le compare con Osama Bin Laden, lo cierto es que las diferencias entre ellos abundan. Si al autor de los atentados del 11 de septiembre le encantaba aparecer en videos, de Al-Baghdadi se conocen apenas dos fotos y un par de datos biográficos, como que nació a principios de los años setenta y que estudió en la Universidad de Bagdad. El misterio que ronda a su figura ha llevado a algunos a afirmar incluso que no existe, o que se trata de una personalidad compuesta por varios líderes. Una posibilidad que descartan de plano los especialistas que consultó esta revista. Para Michael S. Smith II, director y cofundador de Kronos Advisory, analista sénior de la firma de análisis geoestratégico Wikistrat, Al - Baghdadi “tiene mucho del emir fundador de Al Qaeda en Irak Abu Musab al-Zarqawi, quien era más un criminal sangriento que un digno representante de los valores reflejados en los documentos fundadores de Al Qaeda”.