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EN NOMBRE DE CORAN

De nuevo, extremistas islámicos atacan con un carro bomba la embajada de Estados Unidos en Beirut

22 de octubre de 1984

Por tercera vez en el corto lapso de año y medio, el movimiento terrorista "Jihad islámica" ha vuelto a atacar a los Estados Unidos en Beirut. El atentado a la embajada norteamericana en abril de 1983 con saldo de 60 muertos, la destrucción del edificio de los marines en octubre pasado que dejó 241 militares sin vida y la explosión de un carro bomba frente a la nueva sede de la embajada, que mató a 22 libaneses y dos norteamericanos el jueves anterior, constituyen una evidencia de que está ferozmente casada la guerra que ciertos sectores musulmanes le han declarada a Occidente.
Los ataques suicidas que, según reportes de inteligencia, obedecen a motivos eminentemente religiosos, responden al ánimo de reivindicar la ley que pregona el Corán y que ha sido "relajada" en ciertos países islámicos. En opinión de musulmanes extremos, los Estados Unidos son la fuente de la corrupción de las costumbres y, por ello, deben ser "expulsados del Oriente". Semejante idea parece haber sido inspirada desde Irán, donde los fundamentalistas musulmanes se concentran. Con el apoyo tácito del régimen de Teherán--que ha negado toda conexión con los atentados-la organización "Jihad islámica" ha causado centenares de muertes desde Kuwait hasta Israel, pasando por Siria y Arabia Saudita.
Si bien fuerzas de ataque francesas y judías se han combinado para destruir las bases terroristas en el interior del Líbano, tal parece que ninguna medida retaliatoria es lo suficientemente fuerte para impedirle a los terroristas que consigan su cometido.
Amén de hacerlo en todo el mundo, el episodio de Beirut causó conmoción en los Estados Unidos debido a las implicaciones electorales que trae un episodio de esta naturaleza.
Pese a que el candidato demócrata Walter Mondale (ver artículo siguiente) se apresuró a calificar de "bárbaro" el incidente, no hay duda que éste le pone un gran signo de interrogación a la política norteamericana en el Medio Oriente. El fracaso rotundo que ha tenido la Casa Blanca, a la hora de poner orden en la conmocionada región, ha sido constante, y uno tras otro, los planes propuestos por Washington, han caído debido a la intransigencia de las partes, y a los errores de cálculo del Departamento de Estado.
Más aún, resulta un misterio saber cómo tomará el público acciones como las de la semana pasada que constituyen, en palabras de un analista, "una cachetada maligna a los Estados Unidos". El sentimiento de humillación que produjera en su época el incidente de los rehenes en Irán puede repetirse y el Presidente Reagan tiene que pensar con mucho cuidado las consecuencias de cualquier decisión.
Según se rumora, los altos mandos de la administración norteamericana han vuelto a considerar un ataque relámpago a bases fundamentalistas musulmanas en los límites entre Libano y Siria. Este fue cancelado a finales del año anterior después de la muerte de los martines, debido a que Francia e Israel bombardearon la zona, con lo cual se creyó que la amenaza de nuevos ataques habia sido superada.
Sin embargo, más pudo el espíritu suicida de los terroristas que lograron burlar el sinnúmero de defensas y controles de la embajada en Beirut, que las amenazas de los norteamericanos. En Washington, después de la explosión, el secretario de Defensa Caspar Weinberger aseguró que esta vez sí habría contestación, aunque no dijo de qué manera. "Siempre hay opciones para la represalia", afirmó citando el permiso presidencial que le faculta para tomar medidas contra el terrorismo. Con todo, en las actuales circunstancias de política interna no se sabe si la Casa Blanca optará por devolver el golpe a través de un tercer país como Israel, o si, por el contrario, decidirá hacerlo individualmente y explotar propagandísticamente el resultado de la misión. -