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EN QUE CABEZA CABE

La absolución de los autores materiales del asesinato de los jesuitas desata ola de críticas en El Salvador.

4 de noviembre de 1991


HA SIDO MUCHA LA TINTA que a corrido en la prensa salvadoreña, por cuenta del controvertido caso del asesinato de nueve jesuitas en la Universidad Centroamericana en noviembre de 1989. Después de dos años durante los cuales la justicia de ese país adelantó las investigaciones para dar con los culpables de la masacre, finalmente se llegó a un veredicto. Pero el proceso más voluminoso y complejo en la historia salvadoreña ha tenido un resultado caracterizado por el mucho ruido y las pocas nueces.
El proceso se llevó a cabo en medio de un aparato sin precedentes, en el que no faltaron las intervenciones apasionadas de fiscales y defensores, que desplegaron sus habilidades frente a las cámaras de televisión. A pesar de ese despliegue, los jurados se mantuvieron en el anonimato, para asegurarse contra eventuales retaliaciones.
Pero a la hora de la verdad, esas seguridades probablemente no hubieran sido necesarias. La razón es que de los nueve militares encontrados culpables, la justicia decidió absolver a siete. Lo ùnico rescatable es que se trata de la primera vez en la historia reciente de El Salvador, que un oficial es condenado por la muerte de civiles. Sin embargo a los ojos de las decenas de observadores internacionales que asistieron a las audiencias, el resultado fue francamente escandaloso. Sólo nueve personas fueron llamadas a juicio, a pesar de que era ampliamente conocido que más de 30 militares protagonizaron el sangriento episodio. Y de los nueve inculpados, uno de ellos fue declarado prófugo de la justicia. En plata blanca, esto significa que en vez de 30 culpables, la justicia salvadoreña decidió condenar sólo a dos: el teniente coronel Guillermo Benavides y el teniente Yusshi Mendoza. Las reacciones en el ámbito internacional y en la Iglesia han sido enérgicas Para el jefe de la Compañía de Jesùs en Centroamérica, José María Tojeira, el veredicto fue una sorpresa, pero induce a los jesuitas