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EN TIERRA DERECHA

Adelante en las encuestas contra Bush, Michael Dukakis ya tiene los delegados suficientes para ser nominado en la Convención Demócrata.

11 de julio de 1988

Fue la última etapa de una larga carrera que comenzó hace cuatro meses. Al cabo de cientos de discursos, de millones de dólares gastados y de miles de kilómetros recorridos, el nombre del futuro presidente de los Estados Unidos quedó reducido la semana pasada a dos posibilidades: George Bush o Michael Dukakis. Son ellos quienes el martes 7 de junio franquearon el obstáculo restante en la lucha por la nominación de sus respectivos partidos. En esa fecha se escenificaron las últimas elecciones primarias de la temporada en cuatro estados de la Unión, con lo cual la primera fase del proceso electoral norteamericano se terminó.

Si nada extraordinario sucede, el veredicto de los votantes debe ser confirmado en unas cuantas semanas en las convenciones de cada partido, en lo que se ve como un simple requisito. Tanto el demócrata Dukakis como el republicano Bush han asegurado el número suficiente de delegados para recibir la investidura oficial sin complicación. Es por esa razón que ya se están comenzando a presentar las primeras escaramuzas entre ambos rivales.

Esa impresión fue confirmada la semana pasada en California donde se presentaron las confrontaciones más fuertes. A pesar de que otros tres "departamentos" celebraban comicios, lo cierto es que los ojos de los especialistas se fijaron en el Estado más populoso del país (30 millones de personas), cuya economía podría ubicarse sexta en tamaño en el contexto mundial.

Si bien Bush y Dukakis supuestamente se estaban dedicando a cortejar a los electores de sus respectivas colectividades, la verdad es que ambos ya comenzaron a hablar como candidatos. El vicepresidente, por ejemplo, se dedicó a recordarle a los votantes que es el "heredero" de Ronald Reagan, quien fuera gobernador allí durante ocho años. El gobernador de Massachusetts, en cambio, tocó temas que le interesan a los californianos (polución, congestiones de tráfico, el SIDA, etc.) y alcanzó a cortejar a la minoría latina --principalmente de origen mejicano--gracias a su buen dominio del español. El hecho de que ambos personajes se hubieran tomado a California "en serio", es una demostración más de que las elecciones de noviembre van a estar particularmente reñidas. Según las encuestas, Dukakis tiene una ventaja de 13 puntos porcentuales sobre Bush, pero los analistas reconocen que a cinco meses de las elecciones nada se puede considerar como definitivo. La tradición indica que sólo desde las semanas previas a los comicios, la gente empieza a decidirse. Por ahora, se asegura que muchos votantes tienen la cabeza en otras cosas tales como el verano, los Juegos Olímpicos y la serie mundial de béisbol. La política es todavía una preocupación menor.

Esa falta de interés de los electores no le resta, sin embargo, la importancia a California. El Estado del lejano oeste elige una decena de los delegados del colegio electoral que es el que nombra realmente al presidente de los Estados Unidos. En los últimos años los californianos han votado por el candidato republicano, pero ahora todo indica que se están inclinando por los demócratas.

Es precisamente este punto el que ahora debe volverse el tema central de la carrera presidencial. Los sondeos hechos hasta ahora muestran que Dukakis puede no ser el candidato más llamativo que existe, pero enfrentado a Bush le va bastante bien.

Hasta el momento, el vicepresidente ha sido la víctima y no el beneficiario de la herencia de Reagan. Por más increíble que parezca, la gente ha tendido a culpar al número dos de la Casa Blanca por las metidas de pata cometidas por Washington. Mientras Reagan continúa siendo increíblemente popular, hay votantes que cuestionan la participación de Bush en el escándalo Irán-contras, en el manejo del caso Noriega y en sus relaciones con Ed Meese, el procurador general de la Nación cuya moral parece ser no muy recomendable.

Ante tales circunstancias el vicepresidente Bush ha recibido toda clase de presiones para cambiar su estrategia de campaña. El problema, sin embargo, radica en que el candidato republicano no es rápido para reaccionar. Las declaraciones que ha hecho para dejar en claro que el presidente y directo responsable del gobierno es Reagan y no él, no le han ayudado mucho. Constantemente la prensa enfatiza en lo que se conoce como el "factor pelele", insinuando que Bush no es precisamente un candidato brillante.

Los problemas de su contrincante tienen encantado a Dukakis, quien por ahora está disfrutando su hora gloriosa. No obstante, el gobernador de Massachusetts deberá trabajar duro para preservar su liderazgo. En primer lugar, el "Duke" no es un buen orador y sus enemigos le achacan su falta de experiencia a nivel nacional, defecto que se engrandece cuando se le compara con el palmarés de Bush.
Los más atrevidos llegan a sugerir que elegir a Dukakis es volver a la época de Jimmy Carter, el gobernador de Georgia elegido presidente en 1976, cuyo paso por la Casa Blanca fue duramente criticado.

Las supuestas ventajas y desventajas de cada candidato van a ser descritas interminablemente durante los próximos meses. Tal como se ha vuelto corriente en estos casos, la prensa examina hasta el mínimo detalle de la hoja de vida política y personal de los aspirantes a la Casa Blanca. Elementos que en otros paises pasan inadvertidos (tales como los antepasados, las novias tenidas o las enfermedades) se convierten en material de primera página. Asumiendo sin embargo, que ni Bush ni Dukakis tengan pecados ocultos, el próximo paso de ambos debe ser la escogencia del candidato a vicepresidente. Hasta el momento, ninguno se ha manifestado pero nadie duda de que los nombres definitivos se conocerán antes de un mes.

Para Bush, la elección parece relativamente fácil. El Partido Republicano es una comunidad bastante homogénea que aceptará sin mayores protestas el nombre del número dos de la boleta presidencial. Entre los que suenan se encuentran el representante Jack Kemp y el jefe de staff de la Casa Blanca, Howard Baker, pero lo cierto es que no hay nombre fijo.
Bush ha dicho que su primer requisito es un running-mate leal y se está tomando su tiempo para escogerlo. Dukakis, en cambio, tiene ante si un escenario más complicado. El partido demócrata es una colcha de retazos, en la cual están cosidas las más diversas tendencias. Por lo tanto, el "Duke" debe escoger un partner que le caiga bien a la mayoría, sin molestar al resto. Tal es el caso, por ejemplo, de Jesse Jackson, el predicador negro que permaneció en la lucha por la nominación hasta la semana pasada. A pesar de ser ampliamente derrotado por el "Duke" quien se llevó más de un 60% de los sufragios en las cuatro primarias del martes, Jackson se constituyó claramente como el número dos del partido, en términos electorales.

El predicador ha resultado particularmente eficiente para movilizar a la minoria negra a las urnas y todos los analistas coinciden en señalar que sin el voto de la gente de color los demócratas no tienen nada que hacer.
Por lo tanto, Dukakis tiene que decidir sobre la inclusión de Jackson en el tiquete sabiendo que si lo hace, puede asustar a muchos electores blancos que si no, puede desilusionar a muchos negros. La semana pasada Jackson volvió a dejar en evidencia que quiere ser el candidato a vicepresidente, pero varios analistas piensan que Dukakis debería elegir más bien a sureño por razones regionales y prometerle al predicador o a su moviniento (la coalición Arco Iris) que se les va a tener en cuenta en un futuro gobierno.

Sea como sea, lo cierto es que las hostilidades entre Bush y Dukakis seguirán incrementándose en los próximos meses. A diferencia de otras oportunidades, en esta no hay grandes temas envueltos en la campaña.
Por el lado de la economía, ésta se encuentra fuerte: el desempleo está en el nivel más bajo de la década, la inflación está controlada y a pesar de ciertos problemas (el déficit fiscal, el saldo en rojo en la balanza comercial, la caida de la Bolsa, etc.), la situación general es buena.

En el campo de la política externa, las relaciones con la URSS son ahora "cordiales" y el reciente acuerdo de desarme firmado entre las superpo tencias ha disimulado un poco la discusión sobre las armas nucleares. El resto de temas como Centroamérica, la OTAN y la política europea son considerados como de interés menor para los votantes.

Según las encuestas, la pelea se debe dar en temas de carácter social.
Para los norteamericanos el problema número uno es ahora la droga, seguida de otros temas domésticos como la calidad de la educación y la protección social. A pesar de su importancia, esos temas no despiertan vivamente el interés de los votantes.
Por lo tanto, en los próximos meses el reto de Bush y de Dukakis será el de llamar la atención y convencer a sus electores de que, por más aburrido que les parezca, el primer martes del mes de noviembre vale la pena acercarse al puesto de votación y elegir al próximo presidente de los Estados Unidos --