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Los presidentes Hu Jintao y Barack Obama fueron declarados hace poco como los dos hombres más poderosos del mundo por la revista ‘Forbes’. La visita de Obama ha creado expectativa y ha sido la inspiracion de divertidos ‘souvenirs’

ESTADOS UNIDOS-CHINA

Encuentro de gigantes

Barack Obama hace uso de su pragmatismo político al visitar a Hu Jintao, a pesar de sus críticos que señalan que China no respeta los derechos humanos.

14 de noviembre de 2009

El viernes, Barack Obama salió a una gira de ocho días con visos históricos. El Presidente norteamericano viajó al Asia con la idea de acercar a Estados Unidos y a China, algo a lo que no le había apostado tanto George W. Bush. No es cosa de poca monta. La economía gringa es la más grande del mundo, seguida por la China, y la suerte de este planeta depende de los nexos entre Washington y Beijing. El lío es que si bien ambas capitales quieren trabajar por el crecimiento de la economía, en cuanto al respeto por las libertades y los derechos humanos están a años luz de distancia.

En sus reuniones el lunes y el martes con el presidente chino, Hu Jintao, Obama le pedirá entre otras cosas que destine más hombres a Afganistán para entrenar a la Policía de ese país y que presione al gobierno de Pakistán en su lucha contra Al Qaeda y los talibanes. También buscará calmarlo ante las fluctuaciones del dólar y ante el incremento del 35 por ciento en los aranceles que desde septiembre pagan en Estados Unidos las llantas producidas en China, una medida que motivó la queja de Beijing ante la Organización Mundial del Comercio y que la Casa Blanca justificó en la pérdida de miles de empleos en las fábricas nacionales de neumáticos.

Con todo, el viaje de Obama a China no ha caído bien en ciertos sectores de la opinión estadounidense. "Cuando el desempleo alcanzó el 9,4 por ciento, Obama empacó maletas para Francia. Cuando superó el 9,7, tomó un avión a Dinamarca. Y ahora, cuando llega al 10,3, vuela a Japón, Singapur, China y Corea del Sur", escribió el viernes Dana Milbank en The Washington Post, que constata además que el Presidente ha visitado 20 países en su primer año de gobierno, en contraste con los 14 a los que viajó Bush.

No sólo eso. Muchos estadounidenses no entienden con qué cara negocia Obama con un país que impide las libertades y cómo es posible que la secretaria de Estado, Hillary Clinton, hubiera dicho en febrero que "los derechos humanos no deben interferir en la economía", frase que, por ejemplo, no se aplica al trámite del ya moribundo Tratado de Libre Comercio con Colombia (TLC). Este país pesa muchísimo menos en Washington y no posee, como China, un billón de dólares en bonos de la deuda norteamericana.

Barack Obama no es el primer Presidente gringo que se acerca a China pese a los horrores del régimen de Beijing. No hay que olvidar que quien empezó la historia fue Richard Nixon, que en 1972 se entrevistó en la capital china con Mao Zedong después de un año de la llamada diplomacia del ping-pong. Cinco años después del mítico encuentro Nixon-Mao, fue Jimmy Carter quien se olvidó de Taiwán, estableció relaciones diplomáticas formales con China y recibió a Deng Xiaoping en Washington.

En su viaje, Obama hace otras escalas en la zona. El viernes sostuvo una cita con Yukio Hatoyama, primer ministro japonés, cuyo partido político mira con recelo una base militar gringa en Okinawa y repudia la guerra en Afganistán. Dos días más tarde, acudió a la cumbre de los países pacíficos del Asia (Asean). Y el jueves, tras su paso por Shanghái y Beijing, irá a Seúl, donde le hablarán de Kim Jong-il, el dictador norcoreano, y donde le preguntarán por qué el Congreso en Washington también metió en el congelador el TLC con Corea del Sur.

Han sido y son temas difíciles para Obama, no cabe duda. Pero al Presidente norteamericano se le ha metido en la cabeza que Estados Unidos sea considerado un país de la cuenca del Pacífico amigo de China, y está dispuesto a darse el lapo. Así le toque oír pesadeces en Seúl y en Tokio, y así le toque transar con un régimen que no protege las libertades. No será el primero.