ENTRE DOS FUEGOS
El debate de los euromisiles se ha convertido en el tema central del debate electoral.
Iniciando en Alemania Federal su visita por Europa y revelando en Bonn, el 31 de enero, el contenido de la carta enviada por el presidente norteamericano a los mandatarios europeos, George Bush confirmó un hecho: Ronald Reagan juzga -como lo había hecho Gromyko y Mitterrand dos semanas antes en la misma ciudad- que en la RFA se decidirá este año el destino de la doble decisión de la Alianza Atlántica.
Adoptado en 1979, con el fin de contrarrestar el desequilibrio creado en Europa, por el despliegue de los cohetes soviéticos SS-20, el programa del general Bernard Rogers prevé que Alemania, además de 96 cohetes Cruise, instalará 108 Pershing-2.
¿Medida excepcional? En absoluto, afirmó la OTAN. Los Pershing-2 reemplazarán únicamente, a los Pershing-1 implantados en Alemania entre 1969 y 1971. Sin embargo, su nuevo alcance será de 1.750 kmts en vez de 750, lo que fue juzgado como "inaceptable" por Moscú. Las autoridades soviéticas "no pueden ignorar", dijo Gromyko en su reciente visita a Bonn, "que Alemania es el único país en Europa, en donde está previsto estacionar los cohetes Pershing-2 que pueden alcanzar, en pocos minutos, objetivos estratégicos en la Unión Soviética."
Los responsables moscovitas que saben, como los norteamericanos, que la primera batalla es conquistar o neutralizar la opinión pública, han señalado que de concretarse la doble decisión de la OTAN y en caso de grave crisis internacional, la URSS no vacilará en atacar, en primer lugar, las fuerzas nucleares instaladas en Alemania.
Explotando hábilmente este tema, los soviéticos han destacado, una vez más, el carácter particular de Alemania en Europa. Dividida desde mayo de 1949 y condenada a causa del hitlerismo a prescindir de cualquier arsenal nuclear, Alemania Federal se ha visto forzada, contrariamente a Francia e Inglaterra, a dejar su defensa en las manos de la Alianza Atlántica.
Ese "paraguas nuclear", más la distensión entre los dos bloques, materializada por los acuerdos Salt, y, en fin, los logros del llamado "milagro alemán", había permitido relegar lejos de las preocupaciones cotidianas los problemas de la defensa. Paralelamente, los mismos gobiernos, de Willy Brandt y Helmut Schmidt sobre todo, trataron de evitar que las tensiones este-oeste repercutieran en sus relaciones con Alemania Oriental, la RDA, por considerar ineluctable, tarde o temprano, la unificación del país.
Se comprende pues, que el debate sobre el despliegue de los euromisiles acapare la campaña electoral en un momento en el que los efectos de la crisis, en el plano del empleo, por ejemplo, son equiparados a las cifras de 1951 .
Bruscamente los alemanes han tomado conciencia de la vulnerabilidad de su país y de los dilemas a los que se encuentra confrontado: aceptar la instalación de los cohetes de la OTAN significa mantener su seguridad, pero corren el riesgo de convertirse en el primer blanco de los soviéticos, oponerse implica incrementar su fragilidad y, además, poner en peligro un programa previsto, en principio, para equilibrar de nuevo las fuerzas atómicas en Europa.
Visto desde ese ángulo, declaran numerosos observadores europeos, el pacifismo alemán, aún minoritario, podría ser interpretado como el primer esfuerzo para "superar (la división de) Yalta", según la expresión del presidente francés. Al menos, la juventud alemana parece rechazar cada vez más el hecho de depender para su defensa de las fuerzas de la OTAN y de no poder participar -como los franceses- en las decisiones sobre su destino nacional.
Pero, salvo una parte de "Los Verdes", ninguna fuerza política ha dado signos de querer transformar ese malestar en un "neutralismo" que, por sus incidencias politicas y militares, estaría lejos de poder ser comparado al "neutralismo" profesado por un pais como Suiza. Estos rasgos, típicos del "caso alemán", se encuentran subyacentes en las posicionés defendidas por los partidos políticos en la actual campaña que culminará el próximo 6 de marzo. Las mismas consideraciones habrian incidido en las revisiones adoptadas sobre este punto por el partido Social Demócrata, SPD, en la oposición desde octubre pasado. Contrariamente a su predecesor, Helmut Schmidt, el nuevo candidato, Hans Jochen Vogel estima que la "opción cero" es, simplemente, una base de trabajo para iniciar las conversaciones con Moscú pero no debe constituír de ninguna manera el objetivo mismo de las negociaciones.
Elogiado por los soviéticos por sus propuestas razonables, Vogel se muestra partidario de dejar a la URSS una cantidad suplementaria de armamentos, equivalente a los arsenales francés y británico. Cincuenta SS-20 propuso Egon Bahr, especialista militar del SPD.
Los Social Démócratas consideran por otro lado, que si los soviéticos hacen "algunos pasos" en las negociaciones de Ginebra la OTAN podría aplazar el despliegue de sus cohetes y suspenderlos abiertamente si la reducción de SS-20 es importante.
Estos cambios, favorecidos por un silencio inquietante del ex canciller Schmidt, obedecen a la necesidad electoral en la que se encuentra el SPD de reagrupar todo lo que se encuentra a la izquierda de la Democracia Cristiana", según dijo Willy Brandt.
Londres, Paris y Washington, se han mostrado en todo caso preocupados y vivamente irritados por las iniciativas del partido Social Demócrata que aumentan un poco más la incoherencia de la Alianza Atlántica.
Por su parte, el actual canciller Helmuth Kohl, sostenido por Francois Mitterrand y la administración norteamericana, mantiene firme su posición en favor de la doble decisión de la OTAN. Pero, consciente de que el 58% de alemanes se dicen hostiles, según los sondeos, al despliegue de los cohetes Cruise y Pershing-2, el canciller no cesa de recordar que "sólo en otoño de este año y en función de las conversaciones de Ginebra, la OTAN decidirá si los cohetes deben o no ser instalados".
Los Demócratas Cristianos apoyan, de la misma manera, la no-inclusión del arsenal atómico francés y británico en las negociaciones de Ginebra. Helmuth Khol no ha encontrado, sin embargo, un eco favorable dentro de su misma coalición gubernamental. Franz Josef Strauss, líder Demócrata Cristiano de Baviera, calificó la opción cero de "irrealista, absurda e irrealizable" mientras el dirigente liberal, Genscher, prefirió hablar de una "opción intermedia".
A pesar de esto y del estado critico de la economía alemana, los últimos sondeos muestran que los Demócratas Cristianos son mayoritarios en el país en un 47%.
Los liberales, contrariamente a las previsiones, lograrian alcanzar el límite fatidico de 5% . El SPD de Voge lograria 425, mientras que sus hipotéticos e inciertos aliados, "Los Verdes" con un 4°% permanecerán por fuera del Bundestag.
Como quiera que sea, pocas veces las elecciones en Alemania han sido seguidas con tanto cuidado por Washington, París y Moscú.