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ENTRE DOS FUEGOS

El caso del pequeño náufrago cubano plantea la pregunta de si la política o la economía pueden <BR>separar a un hijo de su padre.

10 de enero de 2000

Despues de sobrevivir dos días en el mar agarrado de un neumático tras ver morir a su madre,
al novio de ésta y a otras nueve personas cuando el bote en que viajaban naufragó, cualquiera podría
pensar que el drama de Elián González terminó cuando fue llevado a tierra por la Guardia Costera de
Estados Unidos.
Pero apenas comenzaba. La vida del pequeño de seis años se complicó cuando las autoridades
norteamericanas accedieron a la petición de un tío abuelo quien, con el patrocinio de la ultraderechista
Fundación Nacional Cubano-Americana, solicitó que le permitieran permanecer en Estados Unidos. Al
acceder los gringos desconocieron la solicitud del padre de Elián, un portero de hotel llamado Juan Miguel
González, y de paso provocaron la entrada en escena del presidente Fidel Castro. El líder cubano, muy a su
estilo, amenazó a Estados Unidos con boicotear las próximas negociaciones sobre migración (ver recuadro)
si el niño no era devuelto y convocó a las protestas populares, que comenzaron a congregarse ante la
Sección de Intereses Norteamericanos en La Habana.
Pero detrás de todo ese embrollo de tintes políticos está un tema jurídico muy claro y una tragedia personal y
familiar de dimensiones humanas. Como dijo a SEMANA el abogado Bernard Perlmutter, director del
departamento de derecho juvenil e infantil de la Universidad de la Florida, "si no fuera por sus
connotaciones políticas, el caso sería muy simple: un niño debe estar con su padre biológico, porque así lo
establecen la ley de la Florida, la Constitución de Estados Unidos y la Declaración universal de los derechos
del niño. La única razón para quitarle la patria potestad a un padre es que sea considerado incapaz, por
ejemplo, porque se trate de un violador o algo así".
Pero los parientes de Elián en la Florida no piensan cuestionar la capacidad de Juan Miguel para criar a su hijo
ni niegan su versión de que el niño pasaba cinco de los siete días de la semana con su padre. A cambio
argumentan que Elián tiene un mejor futuro económico en Estados Unidos y su abogado, Spencer Eig,
sostiene que devolverlo a Cuba sería convertirlo en "esclavo de Fidel Castro".
La unanimidad en contra de esa tesis es abrumadora. Según el abogado Carlos Fradique, especialista en
esa materia, "aceptar esa argumentación equivaldría a que los pobres no tienen derecho a tener hijos y a
que la patria potestad dependería de si el régimen político en el que vive el padre o la madre es del gusto de
Estados Unidos". Para Perlmutter, "es lamentable, pero las ideas políticas son irrelevantes para el caso.
La Corte Suprema ha reiterado que el derecho a la privacidad permite a los padres criar a sus hijos en la
ideología que consideren conveniente, y eso incluye, obviamente, al país en que se viva. Y el hecho de ser
pobre no configura una causal de negligencia". Angela de Verteuil, también especialista en la materia,
dijo a SEMANA que "quitarle la patria potestad a alguien es de lo más difícil, y eso es así en cualquier parte".

Al final de la semana las autoridades norteamericanas comenzaron a dar muestras de su disposición para
entregar al niño a su padre, mientras Fidel parecía entender que su retórica agresiva no era la más
conveniente. Pero la familia de Miami no mostraba un tono conciliatorio. Sus cuatro abogados anunciaron
una estrategia judicial, incluido el pedido de asilo político, para bloquear una posible decisión administrativa
del Servicio de Inmigración de Estados Unidos. Pero según los especialistas consultados por SEMANA sus
posibilidades de éxito son escasas, al menos en el terreno estrictamente técnico-jurídico. La única
posibilidad de éxito es que se imponga el criterio político, dado que los jueces de la Florida son elegidos
popularmente y una decisión de devolver a Elián sería muy impopular entre buena parte de los
cubano-norteamericanos.
Mientras tanto el padre del niño espera en Cuba a que otros decidan el destino de su hijo. Un niño que fue
sacado de la isla ilegalmente y sin su consentimiento, que sobrevivió a un naufragio y que ahora, en
manos de otras personas, podría convertirse en un precedente preocupante para el derecho de familia en el
mundo entero.

Doble rasero
Según los acuerdos migratorios de 1994 entre Estados Unidos y Cuba, el primero se compromete a otorgar
hasta 20.000 visas por año a ciudadanos cubanos y a desestimular los viajes ilegales devolviendo a quienes
los intenten. Pero eso no ha evitado que se siga pretendiendo llegar por mar a Estados Unidos.
La razón es que muchos cubanos siguen aceptando la macabra apuesta que les plantea la Ley de Ajuste
Cubano, una norma estadounidense que desde 1966 les ofrece permiso de residencia y trabajo automático
si logran llegar a las costas de Estados Unidos. Es un contraste marcado con el resto de latinoamericanos,
quienes al llegar ilegalmente a ese país son de inmediato deportados. Esa excepción ha convertido a los
cubanos en víctimas de traficantes provenientes de Estados Unidos que, como sucede con los 'espaldas
mojadas' mexicanos en California, ofrecen llevarlos por 8.000 dólares. Pero el viaje termina a veces en
tragedia.