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El nuevo gobierno de Suráfrica, con buenas intenciones.

18 de septiembre de 1989

Para el ciudadano común y corriente de Suráfrica, el asunto no pasa de ser un cambio de sigla. "P. W. cede su cargo a F. W. ", anunciaba el lunes un prestigioso diario de Ciudad del Cabo. Para los optimistas es el fracaso de la política de "apartheid" (segregación racial).
En todo caso, el lunes pasado el jeje de Estado de Suráfrica, Pieter Botha, anunció ante las cámaras de televisión la renuncia a su cargo, por-que sus ministros lo ignoraban y no le quedaba otra alternativa.

Según las informaciones, el origen del incidente se dio a raíz de la decisión de su gabinete de apoyar la reunión del entonces candidato presidencial, Frederik W. De Klerk (quien lo sucedió en el poder), con el presidente de Zambia, Kenneth Kaunda, archienemigo del "apartheid". Botha se había opuesto a esta visita de De Klerk, con el argumento de que Zambia apoya al movimiento prohibido "Congreso Nacional Africano", cuyo máximo líder, Nelson Mandela, se encuentra preso desde hace 27 años.
Aunque algunos observadores afirmaban que la actitud de Botha era sorprendente ya que él mismo se había entrevistado hace un mes con el encarcelado dirigente, el presidente dimitente afirmó que el movimiento de Mandela tenía planeado llevar a cabo acciones violentas durante las próximas elecciones del mes de septiembre, y que eso cambiaba las cosas.
De Klerk, por su parte, se ha ganado la fama de ser mucho más moderno y menos temperamental. Aunque también conservador, cree intuitivamente más en el gobierno civil que su antecesor. Por primera vez, desde los últimos años de la década de los 50, el jefe del ejecutivo gobernará teniendo en cuenta los Caucuses (asambleas locales) del partido, que habian sido desplazadas a un segundo lugar por las guardias pretorianas de la cuasi dictadura militar de Botha. De Clerk es un convencido del concepto de grupo (dominación de los blancos), pera su pragmatismo lo puede llevar al más allá de las políticas racistas.

Todo se comenzará a definir a partir de las elecciones del 6 de septiembre, pero De Klerk tiene que empezar a tomar determinaciones. Pero esto también depende de la postura que tomen los nacionalistas negros, quienes recientemente han manifestado estar más en la tónica del diálogo que en la de una confrontación. En esto también cuenta mucho la opinión mundial que, en la medida en que De Klerk logre cambiar los sentimientos racistas de los blancos surafricanos, lograría pone fin al aislamiento mundial y a las sanciones, lo que redundaria en un despertar económico. -