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España no es la única que ofrece residencia por inversión en Europa

La fórmula que estudia el gobierno de Rajoy no es excepción. Irlanda y Portugal, entre otros, ya habían dado ese paso como recurso para aliviar la crisis.

Víctor Diusabá, corresponsal de SEMANA en España
24 de noviembre de 2012

España no es el único país de Europa que, fruto de la crisis, ha puesto precio contante y sonante a la obtención de la residencia en ese país. Antes de que el gobierno de Mariano Rajoy anunciara esta semana que se estudia la posibilidad de acceder a ella por la compra de un inmueble nuevo que esté por encima de 160.000 euros (360 millones de pesos colombianos), otras naciones ya habían tomado, hace rato, el mismo camino.
 
Irlanda, por ejemplo, decidió, tras ver convertido el milagro de su economía en una auténtica pesadilla, ofrecer posibilidades a extranjeros para que tengan el derecho de residentes.

El programa irlandés no es nada barato o, al menos, es mucho más caro que el español: le exige a empresarios, y sus familias, poner sobre la mesa un plan de negocio que arranque entre los 500.000 euros (unos 1.150 millones de pesos colombianos) y los dos millones de euros. Aunque si 'solo' tiene un millón de euros puede invertir la mitad en finca raíz (allí también hay un exceso de inmuebles nuevos en oferta) y el resto en otro tipo de inversiones. Lo malo es que la residencia no se concede por más de cinco años, aunque se puede renovar. Y algo más: quien cumpla con los requisitos no tiene la obligación de permanecer en territorio irlandés de manera permanente. Basta una visita anual.

En el Reino Unido la vara es más alta. Piden un millón de libras esterlinas (1,2 millones de euros). Quien firme deberá permanecer en territorio británico la mayor parte del tiempo estipulado (no menos de dos años) y luego sí pedir la residencia permanente. Sus inversiones deben ser prioritarias en bonos del Estado y si usted no habla inglés, tranquilo, no se lo van a exigir.

Portugal también abrió sus puertas a cambio de dinero. Hay tres caminos: comprar inmuebles por un valor no menor a 500.000 euros (eso tiene con los pelos de punta a más de uno en España, por cuanto para muchos resulta inadmisible que "ser portugués resulte más caro que ser español"), crear una empresa que dé trabajo a un número no menor de 30 empleados o invertir un millón de euros en líneas de negocio determinadas.

En Francia las cosas son mucho más exigentes. Si usted es extracomunitario (ciudadano no de la Unión Europea) puede invertir diez millones de euros, aunque serán las autoridades las que decidan si finalmente le dan la residencia. Ahora bien, si como socio (no menor al 30 por ciento del, capital) ayuda a salvar no menos de 50 empleos, es muy probable que se la otorguen.

Alemania e Italia no han entrado aún en esa dinámica. Sus modelos siguen siendo los de los últimos años, más cercanos a estudiar caso a caso y con énfasis en estudios, reagrupación familiar y asilo político, que también se mantienen vigentes en las otras naciones. Pero no cabe duda de que hoy, más que nunca, de un lado el dinero es un señor todopoderoso que casi todo lo puede en Europa, y del otro, la necesidad tiene, antes que cara de perro, cara de residencia.