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ESPERAR SIN ESPERANZA

Se cumplieron tres años desde el derrocamiento de Jean Bertrand Aristide, y la población haitiana sigue clamando por un redentor que la libere del sino dictatorial que se ha instalado en el pais desde 1934.

31 de octubre de 1994

LA MULTITUD CONSIDEraba que estaba segura con la protección de los soldados norteamericanos y que nada podría pasarle si manifestaba su apoyo al regreso del sacerdote Jean Bertrand Aristide.

Pero como sucedió en Somalia hace poco menos de dos años, las bombas de procedencia desconocida aparecieron y sembraron la calle de sangre, de gritos desgarrados y de impotencia.

La multitud comprendió que estaba equivocada cuando los 'marines' abrieron fuego a discreción, pero era muy tarde. En las destapadas y arenosas calles de Puerto Príncipe yacían varias decenas de cuerpos, algunos inertes y sin vida, otros se convulsionaban de dolor, mientras los gritos en favor de Aristide se convertían en plegarias de ayuda.

Con eso, y con los violentos disturbios que caracterizaron la semana pasada, la misión de los estadounidenses en Haití se sume en una confusión aún mayor. No es de extrañar que el atentado, que se produjo en la víspera del tercer aniversario del derrocamiento de Aristide, fuese una advertencia de los golpistas Raoul Cedras, Phillip Biamby y su presidente Emile Jonassaint, para recordar que, a pesar de los acuerdos con el ex presidente Jimmy Carter y de la presencia militar estadounidense, ellos siguen al mando de la nave.

Como era de esperarse, la situación no mejora, mientras sus protagonistas asumen unos roles insólitos. Según los términos del acuerdo de Carter con Cedras, el Parlamento debería discutir los términos de la Ley de Amnistía para los militares golpistas. Pero desde su sesión inaugural se evidenció que los legisladores (cuya legitimidad es cuestionable) están profundamente divididos sobre el tema, y que los partidarios de Aristide, los miembros del grupo Lavalas, son los menos dispuestos a la conciliación. Los soldados norteamericanos no han terminado de llegar y ya están hablando de su retirada. Llegaron también los primeros contingentes de policías internacionales que deben asegurar el orden público en Puerto Príncipe. Se anunció el levantamiento del embargo económico al país para el día siguiente de la llegada de Aristide. Pero para los haitianos todavía no hay luz al final del túnel. Porque para ellos la realidad ha perdido sentido. Al fin y al cabo ya se habla de las elecciones de 1995, aunque todavía no ha asumido el poder el que fue seleccionado entre todos los habitantes para dirigir sus destinos en 1990.

Haití fue el primer país del Nuevo Mundo en conseguir su independencia y fue el primero en abolir la esclavitud. No obstante, casi dos siglos después la aristocracia mestiza sigue oprimiendo a la mayoría negra y mulata. Aristide era, y sigue siendo, el abanderado de esos desheredados y por ello fue derrocado. No hay poder más fuerte que el del 'señor don dinero' y eso es lo que van a obtener los golpistas tras el acuerdo de Carter con Cedras. Así las cosas, resulta arriesgado hablar de futuro, cuando el presente se encuentra borroso, turbio y desolador.-