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EE.UU., el hermano mayor

El alcance de la NSA, que incluso espía aliados, es impresionante. A pesar de todo, es probable que Washington lo siga haciendo.

2 de noviembre de 2013

Yo espío, tú espías, él espía y la National Security Agency (NSA) los espía a todos’. Ese debería ser el texto introductorio del manual básico de los servicios secretos del mundo. El escándalo por las filtraciones de documentos reservados de la NSA lleva varios meses sacudiendo a Washington y cada día nuevas revelaciones profundizan el problema. En la última semana Francia, Alemania, Italia y España, aliados tradicionales de Estados Unidos, descubrieron que Washington hurga las comunicaciones de sus amigos como si fueran enemigos.

‘Desconfía de todos y triunfarás’ parece ser la máxima de la NSA. Su red de vigilancia global abarca varios círculos concéntricos. En el medio está la Alianza de los Cinco Ojos, un grupo que reúne a Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda. Este club anglosajón acordó compartir la información y no espiarse mutuamente.  

Con un segundo grupo de 19 países que incluye a España, Alemania, Japón, Corea del Sur y otros estados europeos, hay “cooperación enfocada”. Son socios, pero no tanto, por lo cual nada los exime de ser chuzados. El siguiente, con Francia, Israel, India y Pakistán incluye “cooperación limitada”, en el lenguaje de la NSA, o sea que no son adversarios pero hay que tenerles cuidado. En el círculo de afuera, solo para “cooperación excepcional”, se encuentran los parias, los enemigos de la Casa Blanca. 

Por obvias razones estratégicas la NSA espía con prioridad a Afganistán, Pakistán, Irán, Arabia Saudita e Iraq. También tiene la mira sobre China y Rusia mientras que Alemania, Francia, España, Italia, Brasil, México, la Unión Europea y las Naciones Unidas están en segundo plano. 

Ahí la NSA busca de todo, desde identificar posibles complots al barrer las comunicaciones de millones de anónimos, hasta grabar a sus líderes. La NSA tiene 21 áreas prioritarias de espionaje, que incluyen política exterior, comercio de armas, programas nucleares, seguridad alimentaria, ciberguerra y amenazas financieras.

Para sus operativos, la NSA cuenta con programas que interceptan la información directamente en los cables de fibra óptica. Pero también emplea agentes en 80 embajadas en el mundo que operan sofisticados equipos que interceptan celulares, comunicaciones satelitales y redes de internet. Según la agencia, los servicios secretos franceses y españoles apoyaron las intervenciones. 

El escándalo internacional está tomando proporciones enormes. En público, Angela Merkel, François Hollande y compañía gritaron indignados, pidieron explicaciones y amenazaron con tomar medidas. Pero la semana pasada, los europeos renunciaron a tramitar una reforma para blindar la protección de datos. Barack Obama trató de calmar la tormenta con el ya clásico “fue a mis espaldas”, que nadie creyó, y la senadora Dianne Feinstein, presidenta de la Comisión de Inteligencia, aseguró “oponerse completamente” a vigilar aliados y prometió cambios. 

En realidad, Estados Unidos no va dejar de actuar de esa forma. Como dijo alguna vez el
general Charles de Gaulle, “los países no tienen amigos sino intereses”. Y, Washington, donde la paranoia es política de Estado, tiene el monopolio del poder. ¿Si espían a sus propios ciudadanos, por qué no harían lo mismo con extranjeros? 

Gente como el representante Mike Rogers piensa que los europeos casi deberían darles las gracias, pues la NSA “salvó miles de vidas, no solo en Estados Unidos, sino también en Europa”, y que a alguien “no le violan la privacidad si no sabe que esta es violada”. Además, las reglas básicas de la contrainteligencia indican que todo el mundo espía a todo el mundo. Eso sí, la NSA quebró uno de los principales mandamientos del espionaje: “No te dejes coger”.