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ESTADO GENDARME

Transnacionales occidentales apoyan el sistema del apartheid.

20 de diciembre de 1982

Sudáfrica está convirtiéndose en un "Estado gendarme", con gobiernos, empresas transnacionales y el sistema bancario occidental entrelazados en una intrincada trama de respaldo a Pretoria. Al menos esto es lo que afirma un seminario patrocinado por las Naciones Unidas sobre el papel de las corporaciones transnacionales en Sudáfrica y Namibia.
Los participantes en el seminario, efectuado en Ginebra la semana pasada, consideraron que el papel de Occidente en Sudáfrica es algo más que un medio de respaldar al Estado que institucionalizó la discriminación racial como forma de vida: el Apartheid .
Con tal respaldo Sudáfrica estaría convirtiéndose en un "Estado gendarme", en el cual, la adopción de decisiones es dominada por los militares, que surge como potencia dominante en la región.
Firmas transnacionales y bancos en Alemania Federal y Suiza fueron el centro de atención del seminario, aunque los documentos y ponencias presentados por movimientos antiapartheid los ubicaron también en el contexto de la participación de otras naciones occidentales en la política de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) .
Compañías transnacionales y organizaciones sindicales de aquellos dos países fueron invitadas a participar, pero no concurrieron al seminario.
El objetivo del seminario fue principalmente movilizar a la opinón pública de Alemania Federal y Suiza, además de otros países occidentales. Un grupo de periodistas se había registrado, aunque sólo dos concurrieron a todas las sesiones los días 8 y 9 de este mes, mientras uno o dos más lo hicieron parcialmente.
Abdul S. Minty, integrante de la campaña mundial contra la colaboración militar y nuclear con Sudáfrica, indicó que la intervención de gobiernos occidentales y de la OTAN en esos campos es más profunda de lo que aparenta. Las principales transnacionales ejercen su poder de presión para respaldar a Sudáfrica aunque sus negocios con ese país sean de volumen reducido y tengan más intereses en el resto de Africa y el Tercer Mundo, agregó. En virtud de su papel dominante en las economías occidentales y su influencia en los procesos de decisión política de Occidente, las transnacionales respaldan plenamente el sistema de apartheid, señaló.
Según Minty, las firmas transnacionales usan su influencia para movilizar a países occidentales contra los movimientos que procuran poner fin a la ocupación sudafricana de Namibia y establecer un gobierno de mayoría en Sudáfrica.
Cuando se estableció el embargo "voluntario" de armas al comienzo de la década de 1960- no menor que las sanciones voluntarias contra Irán, Afganistán o Argentina -más recientemente- las corporaciones transnacionales comenzaron a asentar industrias estratégicas y de armamento en Sudáfrica, declaro Minty en el seminario. Italia sustituyó a tradicionales abastecedores de armas como Gran Bretaña, Alemania Federal y, en cierto grado, Estados Unidos. Israel apareció más tarde. La tecnología llegaba a Sudáfrica frecuentemente vía Italia e Israel. Simultáneamente comenzó la creciente intervención de firmas transnacionales y bancos de Alemania Federal y Suiza.
Aún después del embargo de armas obligatorio, gobiernos occidentales permitieron envios de equipos a Sudáfrica en "rubros imprecisos" afirman do que se trataba de elementos no "enteramente para uso militar" que podían, igualmente, destinarse a propósitos civiles, indicó Minty.
Pero, en ninguno de esos "rubros" y ni una sola firma transnacional se nego a abastecer a Sudáfrica con lo que este país había solicitado aunque se tratara de equipos calificados como vinculados a actividades militares.
Sudáfrica había logrado acceso al sistema de información codificada de la OTAN -Argentina era el otro país no miembro de la OTAN, igualmente tratado- lo cual le ha permitido obtener repuestos y pertrechos ahorrando millones de dólares.
Presionado por el movimiento antipartheid de Gran Bretaña, el gobierno de ese país afirma ahora que no proporcionará más información codificada a Sudáfrica, mientras Estados Unidos y Alemania Federal se han negado a hacer lo mismo. Además, transnacionales como Marconi y Plasseys han proporcionado a Sudáfrica sofisticados sistemas de comunicaciones diseñados específicamente para ese país. Tales sistemas computarizados permiten a Sudáfrica la ubicación de blancos para bombardeos en países africanos vecinos, cuyos gobiernos procura desestabilizar, al igual que en su guerra contra Namibia, denunció Minty. Sudáfrica ha obtenido, igualmente, sistemas similares que le permiten detectar la posición de un barco cualquiera o un avión en la zona atlántica en un amplio radio. El sistema no funcionaria si Sudáfrica no obtiene información sobre los movimientos marítimos y aéreos en el Atlántico Sur. Pero está haciéndose, agregó.
En el campo de la investigación nuclear, incluido el de las armas nucleares, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania Federal y Suiza han desempeñado un papel decisivo. A ellos se ha sumado Israel, según Minty. La más reciente decisión estadounidense respecto a la colaboración nuclear con Sudáfrica permitirá a Pretoria ampliar un 50% su "programa de investigación", agregó.
Al referirse a los argumentos respecto a que los países africanos deben emprender "acciones de represalia" contra las firmas occidentales involucradas, Minty sugirió que eso constituirá una "alternativa suave" para Occidente y que los movimientos antiapartheid no deben ceder a esa forma de coacción, sino incrementar sus propias presiones y campañas individuales ya que los países africanos poseen muy poca capacidad de represalia contra Occidente. Cuando los gobiernos africanos adoptan tales medidas, las transnacionales se movilizan para "castigarlos", explicó.
Nigeria tomó medidas contra la British Petroleum por haber abastecido de petróleo a Sudáfrica, pero entonces las compañías petroleras respondieron no comprando petróleo nigeriano, ni siquiera lo estipulado en sus respectivos contratos y los precios del petróleo británico y noruego fueron reducidos para permitir a las compañías el uso de esas fuentes. Más bien, los movimientos antiapartheid tendrían que tomar medidas, inicialmente, en los países sede de las firmas transnacionales, concluyó Minty.