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Estados Unidos de Europa

La primera Constitución de la Unión Europea intenta crear el verdadero contrapeso a un mundo unipolar dominado desde Washington.

23 de junio de 2003

"¡Viva la Repúublica de Europa!", gritó el ministro de Asuntos Exteriores de Austria y líder del Partido Verde, Johanes Voggenhuber, para celebrar el texto final de la primera Carta Magna Europea, que gobernará a 465 millones de personas de 25 países.

El texto, entregado oficialmente a los jefes de gobierno de la Unión Europea (UE) en la Cumbre de Salónica (Grecia), fue arduamente debatido por año y medio por 105 delegados que pugnaron por sus intereses en 14 idiomas, bajo la conducción del ex presidente francés Valery Giscard d'Estaing, quien aseguró que esta Constitución, única en la historia, crea una "Europa soberana en el mundo".

La Carta Magna es un significativo avance para la Unión Europea, principalmente integrada por motivos económicos gracias al Tratado de Niza de 1957, que creó el Mercado Común, y le abre al Viejo Continente nuevos rumbos para demostrar su importancia en el escenario mundial y convertirse en un contrapeso al poder de Estados Unidos.

Sin embargo la Constitución no agradó del todo a Alemania y Francia (eje central de la UE) que querían una mayor concentración de poder ejecutivo y legislativo en cabeza de la Unión, y ha supuesto numerosos enfrentamientos entre nacionalistas y europeístas, así como desencuentros con el Vaticano por el tema religioso. Los europeístas se sienten defraudados porque la Carta Magna no convierte a Europa definitivamente en una república federal, un sueño que fue minado por los temores de los países a pedir más autonomía y ser absorbidos por el gigante europeo.

Alemania manda

A pesar de todo Alemania fue la ganadora al duplicar su poder de decisión. Este país, que ha puesto la mayor parte del dinero para construir infraestructura y desarrollo en toda la UE y que paga el mantenimiento de las carreteras y subsidios a agricultores de naciones como España, Portugal y Grecia, cobró lo invertido al hacer valer su supremacía en población (82 millones de habitantes).

El avance principal es la imposición de límites para usar el derecho a veto, que se ha constituido en el freno al proceso de consolidación de la UE y que viene siendo usado como la tabla de salvación de los Estados para bloquear decisiones que no desean. La Carta Magna aumenta de 34 a 70 el número de materias en las cuales los países no podrán usar el derecho a veto, lo que los obliga a tomar decisiones por mayoría cualificada, y ya no por unanimidad, como ahora.

"Todos estos cambios abren una nueva era política para Europa", enfatiza el ministro francés de Asuntos Exteriores, Dominique de Villepin, mientras su homólogo alemán, Joschka Fischer, celebra que un cúmulo de países, separados por los conflictos hace apenas 50 años hayan sido capaces de unirse para lograr una Constitución que asegura el futuro de una sola Europa, que era "un continente acostumbrado a guerras".

Pese a no ocultar sus reparos porque la Constitución reduce el peso de España, la ministra Ana Palacio exaltó la transición "de la Europa del mercado hacia la Europa de los ciudadanos". De hecho, el poder político y legislativo se concentrará aún más en Bruselas (Bélgica), capital de la Unión Europea, donde se regirán los destinos de los 15 miembros actuales, los 10 nuevos socios a partir de 2004 y los otros tres que se adherirán entre 2005 y 2007.

El experto Jordi Borja, del grupo Consultores Europeos Asociados, explicó a SEMANA que esta es la primera vez que se puede hablar de una "ciudadanía europea real", con igualdad de derechos para todos los habitantes de la Unión. Borja, quien asesoró los Planes Estratégicos de Rio de Janeiro, Bogotá y Medellín, participó en la redacción de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, expedida en 2000, que fue el embrión de la Constitución europea.

El lio de la religion

El Vaticano lideró una campaña para que la Constitución declarara que Europa era eminentemente cristiana pero sus requerimientos fueron desoídos por la mayor parte de los redactores de la Carta. Esto suscitó un largo enfrentamiento entre los países del sur, como Italia y España, donde la Iglesia tiene más poder, contra las naciones nórdicas, donde la religión ha perdido peso social.

Los obispos acosaron a los redactores de la Constitución y a los partidos conservadores, que son mayoría en el Parlamento Europeo, e incluso llegaron a afirmar que la Unión Europea debería impedir el ingreso de Turquía por su tradición musulmana. La falta de un "espacio para Dios" en la Carta Magna llenó de estupor e indignación a los prelados, que tuvieron que ser manejados con mucho tacto y firmeza por los 105 miembros de la Comisión para el futuro de Europa y por el ex presidente francés Giscard. El texto constitucional final dice inspirarse en "las herencias culturales, religiosas y humanistas" de Europa y no incluye "la herencia cristiana", en contra de la exigencia del Vaticano.

A principios de semana representantes de las Iglesias Católica, Anglicana, Luterana y Ortodoxa se reunieron en Valencia (España) y expidieron una declaración en la que critican "ciertas corrientes de tradición laicista que han dejado a las Iglesias fuera de la escena pública y social" y aseguran que la Constitución "no puede dejar de mencionar el papel de los cristianos en la futura Europa".

Lo curioso fue que los únicos que abogaron ante los redactores en Bruselas por exaltar los "valores religiosos" en el preámbulo constitucional fueron el ministro alemán Fischer (del Partido Verde) y la ministra Palacio, que pidió una cita expresa a los "valores cristianos". Pero ni Giscard ni los demás miembros de la Convención les hicieron caso.

Según los sondeos, más de 70 por ciento de los europeos querían tener una Carta Magna para sentirse más protegidos por un super Estado europeo y ganar más libertades sin restricciones religiosas. "La libertad religiosa es un triunfo de la modernidad que está presente en las constituciones expedidas en Europa y América en los últimos 50 años, y la Unión Europea debe preservar este derecho de cara a posibles adhesiones de países de tradición musulmana como Turquía", dijo a SEMANA el constitucionalista español Manuel Alcántara.

Camino pedregoso

En el conjunto de Europa ha crecido la convicción de que la UE necesita reformarse para hacer frente a la ampliación de 2004, cuando entrarán 10 nuevos países socios, y que se debe evitar a toda costa que se repita la división causada por hechos como la crisis de Irak. El texto aumenta las capacidades de acción política y económica de la Unión, pero para que esto se haga efectivo la Carta deberá superar un camino pedregoso.

Primero, tendrá que pasar el examen de una Comisión Intergubernamental nombrada por los jefes de gobierno, que ya prometieron mantener el espíritu de la redacción original, y después deberá ser ratificada por todos los socios del club, incluidos los candidatos a integrarse. En varios países, como España, se celebrará un referéndum, y lo más complicado es que bastará con que uno solo de los miembros o candidatos rechace el texto para que no pueda entrar en vigor.

Todo esto porque esta Constitución fue escrita en un momento en que Europa está siendo gobernada por partidos conservadores, que marchan más lentamente a la integración de lo que lo hicieron sus predecesores socialistas, liderados por Helmut Kohl, Francois Mitterrand y Felipe González, que en los años 80 y principios de los 90 impulsaron el florecimiento de la Unión Europea.