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Explosiones dejan 69 muertos en Irak

Los ataques coordinados habrían sido un intento de la insurgencia encabezada por los sunitas.

23 de abril de 2010

La jornada más sangrienta en lo que va del año en Irak dejó al menos 69 muertos, en una serie de estallidos de bombas, ocurrida el viernes en áreas predominantemente chiítas.

Los ataques coordinados habrían sido un intento de la insurgencia encabezada por los sunitas por demostrar que continuarán su ofensiva tras el asesinato de dos líderes de al-Qaida, el fin de semana pasado.

Ningún grupo se había atribuido la responsabilidad de los atentados, pero las autoridades culparon casi de inmediato a grupos insurgentes encabezados por sunitas, en un momento particularmente delicado, mientras Irak espera la formación de un nuevo gobierno y se prepara para que las fuerzas estadounidenses salgan del país hacia finales del año próximo.

Las disputas políticas desde los comicios del 7 de marzo han generado temores de que la violencia sectaria alcance los niveles registrados en el momento más cruento de la guerra.

El primer ministro Nouri al-Maliki condenó los atentados mediante un comunicado emitido el viernes por la noche. Dijo que los insurgentes trataban de contraatacar luego de que las fuerzas iraquíes de seguridad mataron a los dos cabecillas de al-Qaida en Irak, el 18 de abril.

"Los atentados terroristas y cobardes que ocurrieron hoy tenían la intención de opacar el gran éxito logrado por las fuerzas de seguridad que mataron a los líderes de la perversidad y del terrorismo, Abú Omar al-Baghdadi y Abú Ayub al-Masri", dijo al-Maliki.

Instó también a los iraquíes a mantenerse firmes contra los ex miembros del Partido Baaz, que gobernó el país durante el régimen de Saddam Hussein. La alusión a ese partido despierta pasiones entre muchos chiítas, quienes temen que los seguidores del Baaz puedan levantarse otra vez para dominar el país.

Los sunitas suelen en cambio sentir que la referencia constituye un ataque velado a toda esa rama religiosa, minoritaria en el país.

Los funcionarios han advertido que los insurgentes conservan la capacidad de realizar atentados dinamiteros graves, pese a la muerte de sus dos dirigentes, considerada por el vicepresidente estadounidense Joe Biden un "golpe potencialmente devastador" para al-Qaida en Irak.

Los ataques del viernes ocurrieron en un periodo de dos horas, poco después de la llamada para que los chiítas oraran en la capital. Las mayores explosiones se registraron en ex bastiones de las milicias chiítas, lo que mostraría el objetivo de los insurgentes, de provocar una nueva oleada de violencia sectaria.

Entre los blancos del ataque con autos y bombas colocadas junto a las carreteras, estuvieron tres mezquitas chiítas.

La más intensa de las explosiones del viernes se produjo a pocas cuadras del complejo del clérigo Muqtada al-Sadr en el suburbio de Ciudad Sadr cuando los feligreses estaban reunidos para las oraciones del viernes.

Dos bombas que estallaron en automóviles y una tercera en la calle mataron a 25 personas e hirieron a 150, según personal de hospitales y policías que hablaron con la condición del anonimato por no estar autorizados a hablar con la prensa.

Las explosiones tiñeron de sangre las calles lodosas. Se veía a hombres trasladando víctimas sobre sábanas improvisadas como camillas para subirlas a camiones y llevarlas al hospital. Un hombre corrió llevando en brazos a una niñita cuyo vestido rosa tenía una mancha de sangre en la espalda.

Muchos de los que se congregaron en el lugar apedrearon a los policías iraquíes cuando llegaron, en una muestra de furia por su aparente incapacidad de mantener la seguridad. Los policías dispararon al aire para dispersar a la multitud.

Otras bombas en otros puntos del país —en su mayoría dirigidas contra feligreses chiíes— dejaron 33 muertos en uno de los días más mortíferos en semanas.

La cifra de bajas fue ofrecida por policías y hospitales.
 
AP.