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FINAL DE INFARTO

Aunque las últimas encuestas en Francia favorecen a Chirac, la competencia está caliente para ver quien pasa a segunda vuelta.

15 de mayo de 1995

A SOLO UNA SEMANA DE LA PRIMERA VUELta en las elecciones presidenciales en Francia, la carrera por la jefatura del Elíseo augura un final de photofinish. Porque aunque las últimas encuestas se inclinan un poco a favor de Jacques Chirac, más del 30 por ciento del electorado no ha decidido aún por cuál de los tres candidatos, Chirac, Edouard Balladur o Lionel Jospin, va a votar. En efecto, la diferencia entre los candidatos medida en intenciones de voto no supera los seis puntos porcentuales. Por todo esto, la última semana de campaña se perfila como el sprint final que llevará a la segunda vuelta a aquellos candidatos que hayan conseguido por un lado una base electoral sólida, y por el otro la capacidad para atraer a los electores indecisos.
Después de la caída espectacular del primer ministro Edouard Balladur en las encuestas a finales de febrero, Jacques Chirac, actual alcalde de París, y líder del partido Unión para la República -RPR-, lidera todos los sondeos de opinión. Chirac, quien fue candidato a la Presidencia en 1981 y 1988 contra Mitterrand, ha tenido mucho tiempo para preparar su campaña. Desde hace dos años Chirac se ha dedicado a recorrer el país y a tomarle el pulso al pueblo francés. Asimismo, Chirac fue el primero en lanzar su candidatura, meses antes de que lo hicieran Edouard Balladur y Lionel Jospin. Por todo esto, y por el posicionamiento de centro-derecha que ha adoptado con el fin de obtener a la vez el apoyo tradicional de los conservadores y algunos de los votos de un socialismo en decadencia, Chirac a logrado obtener una ligera mayoría que probablemente le asegure su pasaje a la segunda vuelta. A pesar de esto, su situación viene siendo cada vez menos confortable pues el terreno que súbitamente había ganado ha tenido alternativas por el desgaste y los ataques directos de Balladur y Jospin.
Por su lado, Balladur, quien desde su nombramiento como primer ministro había mantenido niveles de popularidad sumamente altos gracias a su imagen solemne, seria y supremamente conservadora, se ha visto forzado a darle un giro de 180 grados a su campaña con el fin de recuperar el terreno perdido en febrero y marzo. Para lograrlo, Balladur adoptó una campaña agresiva que no solo pretende darle algo de dinamismo a su imagen, sino que busca desestabilizar a sus contrincantes. Los ataques directos han ido en dirección de Jacques Chirac, a quien Balladur ha acusado en repetidas ocasiones de demagogo, y esto, aparentemente, ha sido suficiente para crear dudas en el electorado. Balladur es quien, con toda seguridad, tiene la base electoral más sólida de los tres candidatos: gran parte de sus seguidores lo han sido desde el primer momento, lo cual le da una seguridad considerable y le permite reaccionar con más libertad.
Fiel a la imagen que proyecta, Balladur ha obtenido votos sobre todo en el electorado de edad avanzada los jóvenes y los hombres, tradicionalmente más propensos al cambio, habían apoyado hasta ahora mayoritariamente a Chirac. Sin embargo una de las últimas batallas que librarán Chirac y Balladur será la de los jóvenes, quienes no hay que olvidarlo, son quienes más han sufrido las consecuencias de la crisis económica del país. Por lo pronto, Balladur ha logrado recuperar lentamente algo del terreno perdido proyectando la imagen de alguien más dinámico y agresivo. Como dice uno de sus actuales ministros: "Cuando Chirac alza el tono de la voz, la gente piensa que se endurece; cuando Balladur lo hace, la gente piensa que está luchando ".
La pelea fratricida entre Chirac y Balladur -ambos provienen del neogaullismo de centro-derecha- ha captado la mayor atención, no sólo por el hecho de que estos dos candidatos son los más opcionados a heredar la presidencia el 8 de mayo, (la segunda vuelta) sino porque la situación de que dos candidatos del mismo partido se desgarren entre sí y logren sin embargo mantenerse a la cabeza de los sondeos es totalmente insólita. En otras ocasiones, candidatos del mismo partido político o de partidos aliados habían participado en las elecciones, pero el resultado había sido la derrota. Así fue en 1981 cuando Valéry Giscard D'Estaing del partido conservador UDF y Jacques Chirac del también conservador y aliado RPR perdieron contra François Mitterrand.
La situación en 1995 es sin embargo muy diferente. El único candidato socialista, Jospin, representa a un partido desprestigiado y en ruinas, el cual parece ser más un peso que una ventaja. Por otro lado, Jospin no es una figura política de la talla de Chirac o Balladur, y nunca podrá reemplazar en el corazón de los franceses a Jacques Delors, ex presidente de la Comisión Europea, quien decidió no participar en las elecciones. Finalmente, los otros candidatos de la izquierda, comunistas y ecologistas, que juntos deberían representar alrededor del 15 por ciento del total de los votos, se han declarado hostiles a cualquier coalición en la primera vuelta con Jospin. Las esperanzas del antiguo Ministro de la Cultura de Mitterrand son por tanto considerablemente menores que las de los otros dos candidatos de la derecha.
Pero más allá de los nombres y de los partidos, ¿cuál es la verdadera diferencia entre los programas políticos de cada uno? Por lo pronto, es difícil establecer esa diferencia, pues la realidad es que la campaña se ha hecho mucho en torno de las personas y poco en torno de los programas de gobierno. Los ataques personales de uno y otro lado lo han llevado a tal punto que la campaña ha sido calificada como "campagne dégueulasse" o "campaña repugnante", por Charles Pasqua, el ministro del interior. Lo que los franceses buscan parece ser más un hombre a quien confiarle un país maltrecho, con enormes problemas sociales y profundos cuestionamientos de identidad, que un programa de gobierno como tantos. El pueblo francés está desencantado con la política; el balance de 14 años de presidencia socialista ha sido bastante negativo en muchos aspectos, pero las dos cohabitaciones de 1986-1988 y 1993-1995, durante las cuales el Primer Ministro fue de derecha, tampoco lograron convencer a los franceses.
Con más de tres millones de desempleados, con una crisis de la seguridad social y de la educación agudas, y con una situación internacional delicada (sobre todo cruzando el Mediterráneo, en su antigua colonia Argelia), Francia necesita un remedio rápido y efectivo. La caída del muro de Berlín, que le daba al país galo un peso democrático desproporcionado para su tamaño económico, gracias a su actuación como mediador entre el oeste y el este, desapareció. Desde 1989 la relación de poder con Alemania, su amigo y rival a la vez, es claramente favorable a Alemania. Francia ha perdido así parte de su independencia monetaria, y ahora con el calendario de ejecución de Maastricht, debe definir qué posición adoptar para optimizar su poder diplomático y económico en el mundo. Estos son unos de los principales puntos que el futuro Presidente de la República tendrá que atender con urgencia.
Por lo pronto, es imposible predecir el resultado de las elecciones de manera segura. Los sondeos no son más que la recopilación de opiniones que pueden cambiar, y es por esto que nada está escrito sobre lo que pasará este domingo 23. Sin embargo aparte de una gran sorpresa, es probable que Francia se dirija hacia su primera elección entre dos candidatos del mismo partido: Chirac y Balladur.