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Nadie sabe aún quién será el sucesor de Oscar Arias.

26 de febrero de 1990

Carlos Manuel Castillo del gobernante Partido Liberación Nacional y Rafael Angel Calderón, del Opositor Partido de Unidad Social Cristiana (PUSC) se disputarán el próximo sábado la presidencia de Costa Rica en una contienda electoral donde los discursos populistas, los agravios mutuos y la indiferencia popular parecen ser la nota predominante.
Los observadores se devanan los sesos para encontrar una explicación a la extrema apatía popular ante las elecciones presidenciales en un país que, como Costa Rica, siempre se había caracterizado por una actividad electoral llena de incidencias y marcada por un fuerte fervor político. Para ello algunos adelantan la hipótesis de que los dos candidatos, cada uno con dos fracasos electorales a cuestas, no representan una alternativa nueva para la solución de los problemas de esta pequeña república centroamericana.
De hecho, Castillo intentó,sin éxito en dos ocasiones, obtener la candidatura del Partido Liberación Nacional (socialdemócrata). Calderón, por su parte, perdió en las elecciones de 1982 frente al ex presidente Luis Alberto Monge y en 1986 ante el actual mandatario Oscar Arias.
Los discursos de cada candidato difieren sustancialmente. El partido de gobierno, que ha estado allí durante 16 de los últimos 20 años, ofrece experiencia y estabilidad, en un mensaje que evidentemente se orienta hacia los sectores medios y altos de la sociedad, más interesados en la continuidad que en el cambio. El PUSC, por el contrario, intenta presentar a Calderón como el hombre del futuro, con propuestas como el obsequio de un bono familiar para la compra de vivienda de interés social, para reducir el costo de adquisición de unidades habitacionales adquiridas a través del sistema financiero estatal.
Pero la estrategia electoral de ambos candidatos -que por otra parte se encuentran empatados en las encuestas- se ha dirigido a desacreditar a su adversario, lo que ha llevado a que ambos se acusen mutuamente de tener vínculos con el hombre más desacreditado de Centroamérica, Manuel Antonio Noriega.
Como van las cosas, el presidente será quien logre movilizar a sus electores el día de las elecciones. Pero todo indica que el sucesor de Oscar Arias será elegido más por la abstención de sus adversarios que por el entusiasmo de sus partidarios.