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FRANCIA INMOVIL

Los franceses enfrentan la peor crisis laboral de los últimos decenios.

1 de enero de 1996

EN BICICLETA, ROLLER skate o descubriendo la convivencia automovilística... recurriendo a horarios flexibles o acordando con la dirección de las empresas tomar largos fines de semana de descanso, los franceses del sector privado están haciendo frente a una durísima huelga del transporte que está creando émulos en el correo, en la electricidad y el gas de Francia, en los centros de impuestos... En concreto, son los sectores más duros del servicio público.
Pero, ¿quién protesta y contra qué? Es cierto que el gobierno hace frente a una protesta política dirigida en parte, contra las medidas anunciadas por el primer ministro Alain Juppé el 15 de noviembre. Pero la reacción popular demuestra la desconfianza de la gente en el gobierno.
El sindicato comunista CGT se lanzó de lleno en una condena del plan Juppé. Fuerza Obrera, poderoso entre el sector público, denunció el peligro de liquidar las cajas de seguridad sociales. En cuanto al otro gran sindicato nacional, la Cfdt, se distinguió por mantener una posición favorable a la reforma de Juppé del seguro social, porque se encuentra hundido en los abismos de un déficit monumental.
El único terreno común de lucha es el rechazo contundente a la prolongación de los años de cotización necesarios para llegar a la jubilación para los funcionarios públicos. Y aquí todos saben que esos mismos sindicatos no protestaron cuando en 1993 esa prolongación del tiempo de trabajo fue establecida para los trabajadores del sector privado.
La vanguardia de los movimientos de huelga corresponde a los ferroviarios, movidos por dos motivos, el rechazo a que se discuta su régimen especial de jubilación (pueden retirarse a los 50 años) y el contrato que se establecerá, según el plan Juppé, entre el Estado y su empresa, que debe dejar de estar en déficit cada vez mayor y pasar, después de una gran reforma, al equilibrio presupuestal, una exigencia de las reglas europeas al presuponer la apertura a la competencia de empresas privadas.
¿Y los estudiantes? Están apoyados en buena parte por los directores de universidades, docentes y sus padres. Lo que quieren es ante todo más dinero para hacer frente a una sobrepoblación universitaria que casi se multiplicó por dos en los últimos 20 años y hoy alcanza los 2.250.000 alumnos en el primer ciclo.
El dirigente socialista Lionel Jospin, que fuera candidato a la presidencia contra Jacques Chirac, acusa al gobierno de dejar que la situación general se envenene para que los intereses divergentes se hagan más evidentes; para que el sector privado, maltratado por la huelga, enfrente al sector público 'privilegiado', y llama a abrir negociaciones.
Y es cierto que hasta ahora el primer ministro Juppé ha dejado correr el malestar, pero es posible que en lugar de envenenarse debido a los intereses encontrados los descontentos se unan contra el gobierno que exige a todos nuevos impuestos.
El gobierno no puede volver atrás, entre otras razones porque la Unión Europea lo está taloneando para que disminuya su déficit presupuestario a las puertas del establecimiento de la moneda única. Así es que el primer ministro mantiene su calendario de reformas a pesar de la movilización social, pero está tomando conciencia de que debe tener en cuenta otro déficit muy grave que lo puede hacer tambalear: el de la carencia de información y de explicación a su firmeza. Por eso ha pedido a su vocero, Alain Lammassure, que mantenga reuniones diarias con la prensa.
La herencia gaullista a la cual se refieren a menudo los actuales gobernantes de Francia: decidir y hacer por la grandeza futura sin concertación ni explicación, es demasiado pesada en el contexto actual cuando los sondeos muestran que en lugar de un 65 por ciento de aprobación (como recibía el general De Gaulle) se cuenta con menos de un 40 por ciento. Así no hay comparación que valga.