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Frenazo en seco

La negativa danesa a aprobar el Tratado de Maastricht podría echar por tierra a la unión europea.

6 de julio de 1992

LOS DANESES SUCUMBIEron a su temor ancestral de perder su independencia y su identidad nacional. Ese pequeño país decidió, por una estrecha mayoría de menos de 50 mil votos -dentro de un potencial de cuatro millones- mantenerse por fuera de la unión política europea prevista en el Tratado de Maastricht (Holanda). El hecho creó una crisis constitucional para el proceso integracionista del Viejo Mundo, que hasta hace unos meses parecía imposible de detener. Ahora el sistema quedó paralizado porque, según lo convenido, sólo podrá entrar en vigencia cuando los 12 países integrantes ratifiquen las previsiones de Maastricht. Pero, por sobre todo, fue un campanazo de alerta sobre el avance de las corrientes que temen el sacrificio de porciones considerables de las soberanías nacionales a favor de un organismo burocrático, en el mejor de los casos, o de una potencia dominante, en el peor.
El primer ministro Paul Schluter, quien había puesto todo su peso político a favor del SI, no tuvo más remedio que convocar una reunión de su gabinete para estudiar el camino a seguir. "En esta difícil situación debemos buscar proteger los intereses de Dinamarca lo mejor que podamos", dijo. Pero su derrota dejó a Schluter con escasa representatividad sobre el tema.
La victoria fue del izquierdista Partido Popular y el derechista Partido Progresista, los cuales están en los extremos del espectro político, pero confluyeron en la posición de rechazar la "entrega excesiva e injustificada de la soberanía popular".
El resultado dejo en estado de shock a media Europa. En Gran Bretaña, el primer ministro John Major trató de sobreponerse al júbilo de los opositores a la CE, encabezados por Margaret Thatcher, y anunció que su gobierno continuará en el apoyo al proceso. El presidente francés Francois Mitterrand, en cambio, decidió someter a consulta la ratificación de su país. Como la fecha de esos comicios no ha sido determinada aún, la próxima prueba de fuego tendrá lugar el 18 de junio en Irlanda.
Lo que preocupa más a los dignatarios de la CE en su sede de Bruselas son los efectos que la negativa danesa pudiera tener sobre otros países. Lo cierto es que para muchos pensadores europeos, la "Europa de Maastricht" haría que demasiadas competencias de "estados-nación" fueran transferidas a "instituciones burocráticas" de la Comunidad las cuales, además, "no están sujetas a ningún control burocrático". Según el sociólogo Edgar Morin, autor de "Pensar Europa", "los miedos que se expresan en los viejos Estados europeos acerca de la pérdida de la identidad nacional" son reales. Como otros pensadores, Morin cree que la "tecnoburocracia" inducida por Bruselas tiene un efecto "despolitizador" acentuado por la inexistencia de una auténtica "opinión pública europea".
Otros sostienen que la terminación de la guerra fría dejó a los europeos enfrentados a un panorama desconocido, en el que las relaciones con el Este representan retos inéditos, y que por eso las poblaciones tienden a regresar a lo seguro y conocido, como el viejo concepto de soberanía nacional. Sea como fuere, los promotores de la Unión Europea temen que el ejemplo de Dinamarca desencadene un efecto dominó, y que lo que hace unos meses iba a ser casi un estado unitario continental, quede convertido apenas en el mercado común que era antes de Maastricht.-

Qué temen los opositores
LA DISMINUCION QUE IMPLICA la CE para las soberanías nacionales, parece opacar los beneficios y el triunfo del No en Dinamarca es una prueba. El presidente de la Comunidad, el francés Jacques Delors, confía aún en que se llegue con éxito a 1993, pero el panorama se oscurece. Los siguientes son los puntos que causan más escozor entre los enemigos de la CE.
Fronteras: Todos los controles fronterizos deben haber caído para el primero de enero de 1993. Ello implicaría la adopción de reglas más estrictas de admisión, pero también significa que la política de inmigración será una sola, y que sólo el país de entrada tendrá capacidad para controlar el acceso.
Ciudadanía: Todos los ciudadanos de la CE tendrán libertad para vivir o trabajar en cualquierl ugar de la Comunidad, y la sola residencia comportará algunos derechos políticos locales. Eso significa, por ejemplo, que un holandés que viva en Nantes podrá participar en las elecciones de la ciudad, pero no en las francesas.
Sistema monetario: Los billetes y monedas de pesetas, coronas, francos, marcos, libras, etcétera, deberán irse a la basura entre 1997 y 1999, para dar paso una nueva moneda comunitaria llamada provisionalmente ECU. Los alemanes quisieran que se llamara "Euromarco" con un banco central autónomo al estilo del Bundesbank. Hacia el primero de enero de 1999 debería ser posible que los turistas que llegaran a la Comunidad solo tuvieran que hacer un cambio de dinero. Los problemas técnicos son casi infinitos, pero el tema de quién debería aparecer en los billetes y monedas es el más controvertible y apasionado. Hasta ahora ninguna propuesta ha calado, pues ni Julio Cesar, los Cruzados ni las figuras de la mitología griega complacen a todos.
Asuntos laborales: Varios países, encabezados por Gran Bretaña, han debatido intensamente la uniformización de las normas laborales en todo el territorio de la comunidad. En el caso británico, que tiene una exclusión especial, se afirma que esa labor sería una intromisión indebida en conquistas irrenunciables. Muchos países tienen el tema laboral prolijamente desarrollado en sus legislaciones, lo cual augura un trabajo de homologación conflictivo.
Politica exterior: La ausencia de una posición uniforme de cara a la guerra yugoslava demuestra que Europa esta a años luz de tener una política exterior común. El tema se extrema aún más cuando se llega al aspecto militar, en el que la preeminencia alemana es vista con desconfianza aún mayor que la que despierta su influencia económica. Hace tres semanas se anunció la formación de un arma común franco-alemana, que sería un factor de disminución de la influencia norteamericana, ejercida a través de la OTAN. Esto produce un intenso rechazo británico.