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Fuego amigo

Un enfrentamiento mortal entre soldados británicos y policías iraquíes mostró que su alianza es extremadamente inestable.

25 de septiembre de 2005

Los incidentes de la semana pasada en Basora, donde dos civiles murieron en medio de protestas callejeras y tanques ardiendo frente a las cámaras, no son extraordinarios en el Irak de la posguerra. Pero lo sorprendente fue el escenario de los hechos y sus protagonistas. En medio del caos que se ha apoderado del país, el sur, bajo control británico, había sido uno de los pocos lugares en aparente calma. Las fuerzas británicas exhibían con orgullo sus buenas relaciones con las autoridades iraquíes. Pero los choques entre el Ejército de ocupación y la Policía local recordaron que la situación allí también es volátil. Por momentos, pareció como si los británicos estuvieran tratando con los hombres de Saddam Hussein y no con las fuerzas de seguridad que ellos mismos han ayudado a entrenar.

Todo comenzó el lunes, cuando dos militares británicos en una misión encubierta fueron arrestados luego de que se negaron a detener en un retén de la Policía iraquí y mataron a uno de los agentes.

Los policías a cargo de la estación donde fueron recluidos los británicos se negaron a aceptar la orden de su gobierno de entregar los acusados a sus superiores. El rumor de que podrían ser liberados recorrió las calles. Los manifestantes comenzaron a reunirse mientras las fuerzas británicas acordonaban la estación de Policía con tanques. La violencia estalló. Los manifestantes lanzaron piedras y bombas Molotov. Los soldados en llamas saltaron de los tanques y se vieron obligados a retirarse.

Pero las fuerzas británicas regresaron, derribaron una pared de la estación con un tanque y rescataron a sus hombres. Inicialmente, los británicos justificaron la operación con el argumento de que la Policía entregó los prisioneros, que se encontraban en otra casa, a las milicias chiítas que dominan la región. Las autoridades iraquíes aseguraron que los prisioneros nunca fueron entregados a nadie y el gobernador, Mohammed al-Waili, calificó la acción como "bárbara, salvaje e irresponsable".

Armados de rifles y pistolas, los policías iraquíes lideraron una rabiosa manifestación de unas 200 personas contra las tropas británicas el miércoles, y el consejo local votó para terminar cualquier tipo de cooperación con los británicos hasta recibir una disculpa de Londres.

El incidente todavía está produciendo reacciones. Por un lado, desnudó la desconfianza de las fuerzas de ocupación hacia las fuerzas de seguridad locales, las mismas a las que deberán entregarles el control del país cuando se retiren. Por el otro, demostró que detrás de la calma en el sur se esconden las milicias islámicas chiítas de corte radical. Aunque estas no son vistas como parte de la 'insurgencia' -compuesta principalmente por los sunitas en el centro y el oeste del país-, han infiltrado la Policía y las autoridades locales en diversos niveles. Las versiones de prensa aseguran que las milicias leales al clérigo radical chiíta Moqtada al-Sadr incluso han arrestado a quienes violan la ley islámica.

En Londres, por su parte, los hechos reavivaron la presión sobre el gobierno del primer ministro, Tony Blair, para retirar sus tropas tan pronto como sea posible. La impopular presencia de los 8.500 soldados británicos parece insostenible cuando los mismos iraquíes demandan su salida. Sin embargo, Blair no puede permitirse semejante voltereta y salir airoso.

"Las fuerzas de seguridad en el sur, alimentadas por los grupos islamistas chiítas, son capaces de mantener el orden, siempre y cuando no importe el orden que mantienen -altamente restrictivo para las mujeres y extremadamente intolerante (y violento) del disentimiento político-. Si Estados Unidos y el Reino Unido están dispuestos a aceptar ese tipo de control, pueden abandonar el sur hoy, explicó a SEMANA William Ayres, director del programa de relaciones internacionales de la Universidad de Indianápolis. Si, por el contrario, no se marcharán hasta cuando los iraquíes estén dispuestos a controlar el país de acuerdo con los principios occidentales de libertad, democracia y derechos humanos, estarán sujetos a una larga espera".